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El empresario de éxito que ve la luz tras cobrar el IAI

Fernando estuvo dos meses en el albergue municipal de Zaragoza y también en el piso de acogida de unas monjas. Ahora desarrolla el proyecto que tenía guardado en cartera.

Fernando, que fue empresario de éxito y hoy no tiene recursos.
Fernando hace dos años en el paseo de la Independencia hace dos años.
Toni Galán

"Fernando, de 59 años, no tiene recursos desde hace 4 y denuncia que, a pesar de que tiene proyectos y quiere trabajar, el sistema se lo impide". Esa era la realidad de un abogado en 2018, cuando HERALDO se hizo eco la historia. Este zaragozano había pasado de facturar un millón de euros a cobrar el Ingreso Aragonés de Inserción (IAI), de 472 euros.

A raíz de la publicación, su situación cambió. "Comencé a recibir llamadas", relata ahora este zaragozano que prefiere seguir manteniendo su anonimato. En cartera tenía una idea sobre el tratamiento de información jurídica, en la línea de lo que había trabajado hasta entonces y que le permitió conseguir ese nivel de vida.

Ahora, a sus 61 años, mantiene el espíritu emprendedor y vive en San Carlos de la Rápita, donde trabaja a distancia y desarrolla el nuevo proyecto junto a un socio al 50%, a quien conoció tras una de esas llamadas. "Yo aporté la idea y él los medios económicos y la parte técnica, que es lo que me faltaba", considera. En la actualidad están trabajando cinco informáticos a tiempo completo en el proyecto. Opta por no desvelar mucho más porque está en vías de comercialización, aunque adelanta que su foco de implantación está en Aragón, donde ya ha tendido lazos.

Para él es volver a empezar y lo puede sentir como un 'déjà vu'. "Era 1995 cuando comencé a trabajar en algo similar, de carácter autonómico y de la Unión Europea", recuerda. Una iniciativa que fue tan novedosa como la red que estaba naciendo en esos años: "Irrumpió internet y la gente comenzó a ‘circular’ en las autopistas de la información". A finales de los 90 fundó una página web, donde se podía consultar toda la legislación española que se había publicado. Pronto se convirtió en un referente del sector, donde se incluían leyes, el Código Penal o la Constitución.

La página se vendió a una compañía holandesa y se obtuvieron varios miles de euros, pero él ya no tenía nada que ver porque había salido de la empresa un tiempo antes por una separación. "Estábamos mi exmujer, una editorial catalana y yo, y me desvinculé por asuntos societarios de la empresa, porque me quedé en minoría", explica el zaragozano.

A partir de ese momento, se encontró en una situación muy diferente a la que había vivido hasta entonces, Fernando se hacía cruces de la realidad que estaba atravesando. Estuvo dos meses en el albergue municipal de la capital aragonesa y también encontró un hogar en un piso de acogida de unas religiosas. El peor día del periplo de este abogado fue el día que entró en el albergue: "Pensé que todo estaba consumado, que peor no podía estar". A la situación personal se le sumó compartir el espacio con personas de una tipología que no estaba acostumbrado y a las que se adaptó. En esa situación descubrió un trampolín. "Fue un choque de realidad porque la vida que había tenido hasta entonces no tenía nada que ver con esta", señala Fernando. 

"Pensé que todo estaba consumado, que peor no podía estar"

Entretanto, buscar un empleo era su principal ocupación: "Intenté subsistir, trabajando como comercial de una empresa de calefacción mientras vivía en pisos compartidos, donde también residí". Cáritas le prestó socorro, entidad donde ahora es voluntario.

Contó también con el apoyo de los servicios sociales. Agradece ese empujón, pero contribuye con una crítica constructiva: "A mí me han ayudado a subsistir, pero creo que esa no es la finalidad, sino que también tienen que animar a prosperar en el futuro". Narra su vivencia: "A los servicios sociales les comenté que tenía un proyecto y me contestaron que no tenía sentido que pensara en proyectos cuando no tenía ni para comer". También acudió al Instituto Aragonés de Fomento (IAF) y al INAEM, allí realizó algunos cursos de reciclaje. En esas y otras entidades le confesaron que su idea era viable, pero que era necesario un aporte económico inicial.

Rico, sin desear riqueza

A pesar de esa yincana, perseveró con el desarrollo de su plan. "Muchos días me hundía pensando que no iba a ser capaz de sobrevivir a esa etapa. Me enemistaba conmigo mismo y no podía mover ni un dedo. Sin embargo, otros días, no y me levantaba con energía". Confiesa con ánimo haber aprendido una lección: "Ahora me siento muy rico, en cuanto a valores. No tengo ninguna aspiración de riqueza, solo quiero vivir con dignidad".

“Cuando una persona ha conocido esos márgenes de la vida no lo olvida. Recuerdo ese periodo a diario”

Desde esa 'cercana' distancia (tan solo han pasado dos años) analiza el comportamiento de la sociedad ante la pobreza. "Las personas son muy solidarias con los indigentes, como lo era yo. Pero muchas veces, esos valores de los que se alardea se difuminan totalmente".

Este abogado zaragozano asegura que el aprendizaje y los valores aprendidos los va a plasmar en otro proyecto con su hijo de 20 años que estudia marketing. "Cuando atravesé los años malos tenía unos 14 o 15 años. No solo luchaba por mí, también por mi hijo", reconoce.

"¿Qué mensaje daría a personas que se encuentran en su misma situación? Que se laven la cabeza y el corazón. La luz existe cuando se persevera", concluye Fernando.

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