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Se disparan las pruebas de ADN en Aragón para comprobar la paternidad de los hijos

Cada año se hacen al menos 500 análisis, cinco veces más que hace un lustro. Su precio se ha reducido a más de la mitad en una década: de unos 900 euros a alrededor de 400.

Las pruebas de paternidad están a la orden del día. Este jueves se celebra el juicio por la supuesta paternidad del cantante Julio Iglesias. En él se ha utilizado una prueba de ADN realizada a partir de muestras de unos quince objetos que fueron recogidos de la basura por un detective. Estas muestras han sido analizadas en un laboratorio de Zaragoza y han dado un resultado positivo. También esta semana, el rey emérito Alberto II de Bélgica ha aceptado entregar una muestra de su ADN para hacerse una prueba de paternidad con Delphine Boël, su supuesta hija, después de saber que si no lo hacía tendría que pagar una multa de 5.000 euros diarios.

Estos son solo los ejemplos más mediáticos, pero en Aragón se realizan, al menos, 500 pruebas de paternidad cada año, mientras que hace apenas un lustro se practicaban unas 100. Estos datos corresponden al Centro de Análisis Genéticos Citogen de la capital aragonesa, único que lleva a cabo todo el proceso en su sede de Zaragoza. Hay otras clínicas de la Comunidad que trabajan como colaboradoras de laboratorios ubicados en Madrid o Barcelona. Teniendo en cuenta estos datos, el número de pruebas analizadas en Aragón podría ser más elevado.

Isabel Navarro, doctora en Biología Molecular y Celular y directora de Citogen, explica que este incremento ha sido constante y que se debe principalmente a la popularización de la prueba: “Estos análisis son más conocidos y además su precio se ha reducido de manera importante. Si hace diez años podían tener un coste de unos 900 euros, ahora el importe es de menos de la mitad”. De hecho, una prueba de paternidad informativa (que no se puede utilizar para un juicio) tiene un coste de unos 200 euros y si tiene validez legal asciende a alrededor de 400. Todo ello si solo se analiza el ADN del padre y del hijo.

“Ambas siguen el mismo protocolo, los mismos análisis y tienen la misma fiabilidad”, recuerda Navarro. La diferencia radica en la documentación que se debe aportar. Por ejemplo, para una prueba informativa no hace falta que padre e hijo vayan al centro, tampoco es necesario identificarse más allá de un nombre e incluso pueden llevar ellos mismos las muestras. “Su finalidad es simplemente conocer si existe un grado de parentesco entre ambas personas”, detalla.

En el caso de unas pruebas con validez legal es necesario que las personas que se la realizan estén correctamente identificadas con su DNI si son mayores de edad y con la partida de nacimiento, el libro de familia y una fotografía en el caso de ser menores. Asimismo, se debe contar con el visto bueno del tutor. La prueba con validez legal debe realizarse en un laboratorio o clínica y se deben firmar los documentos relativos a la cadena de custodia. “A aquellos que realizamos las pruebas, nos pueden llamar para que acudamos a un juicio como peritos. Allí nos preguntan sobre la realización de las pruebas, la identidad de las personas y cuestiones similares”, puntualiza Navarro.

Las pruebas de paternidad informativas también pueden llegar a los juzgados.  Un ejemplo es el caso de Julio Iglesias, en el que el supuesto padre no quiere someterse a las pruebas. Entonces se recurre a un detective que consigue la muestra, se coteja en un laboratorio y se presenta como evidencia. "En el caso de que el juez considere que existen suficientes indicios que avalen esa relación de paternidad, puede obligar al progenitor a que se realice la prueba con todas las garantías", comenta la doctora en Biología Molecular y Celular. 

Para estos análisis de ADN existen muestras convencionales y no convencionales. Entre las primeras están la mucosa bucal y la sangre. “En las segundas, el listado es infinito: cepillo de dientes, chicle, colilla, huesos de oliva, edredones, sábanas, pañales o incluso una servilleta o la cuchara del bar”, explica Navarro. No obstante, recuerda que con las no convencionales existe un mayor peligro de contaminación, empezando por la persona que recoge la muestra: “Si muchas personas han tocado el objeto, como puede ser una cuchara (el camarero, el que la utiliza e incluso el que la recoge), puede aparecer un perfil mezclado, por lo que la prueba será no concluyente".

Herencias, infidelidades y reagrupaciones familiares

Los supuestos más habituales a la hora de realizar una prueba de paternidad son dos: cuando un hijo quiere probar que alguien es su padre o viceversa. Estas circunstancias suelen darse generalmente con temas de herencias, divorcios o infidelidades. Pilar Abel se realizó las pruebas de ADN pertinentes para demostrar que era hija de Salvador Dalí y así poder utilizar el apellido del pintor y recibir su parte de la herencia. Finalmente los resultados dieron negativo. Como este hay muchos ejemplos y con distintos finales. Otra situación se da cuando el menor puede ser fruto de una infidelidad. Tras un supuesto divorcio, el que se consideraba su padre ya no tendría obligaciones económicas ni legales. 

También suelen solicitarse para reagrupaciones familiares. “El reagrupante, la persona que ya ha conseguido la residencia en España, tiene la posibilidad de traer a su familia aquí. Hay muchos países en los que la documentación que tienen no es suficiente para demostrar si son realmente sus hijos. Y requieren pruebas de ADN, que se gestionan a través de las embajadas y las solicitan los correspondientes ministerios.”, puntualiza Navarro. El centro que dirige está acreditado por el Gobierno para llevar a cabo este tipo de análisis. 

¿Cómo se realiza la prueba?

Lo primero es conseguir las muestras. Si los interesados están de acuerdo se puede realizar el análisis de sangre o recoger mucosa bucal en el propio laboratorio. En el caso de que se prefiera más privacidad (y siempre que sea para una prueba informativa) también existe un 'kit': con unos bastoncillos de algodón estériles para el frotis bucal acompañados de etiquetas específicas para la identificación y de unas detalladas instrucciones para evitar la contaminación. En el caso de que sea imposible obtener muestras de mucosa bucal, se pueden utilizar otras como uñas, pelos, colillas, cepillos de dientes o cualquier efecto personal que contenga restos biológicos.

Una vez las pruebas están en el laboratorio, se registran y se anonimizan para mantener la confidencialidad. A continuación, se realiza una extracción de ADN y la amplificación de las regiones variables llamadas STRs, que constituyen la huella genética del individuo. Lo habitual, es analizar 16 de estas regiones, aunque el laboratorio CITOGEN ya trabaja con tecnología más avanzada que permite estudiar hasta 54. El análisis de paternidad se basa en la comparación entre el ADN del presunto padre y del hijo. Un individuo hereda la mitad del material genético de cada uno de sus progenitores. Cada uno de los STRs incluye un alelo procedente de la madre y otro del padre. Una vez que se comprueba la concordancia entre los perfiles genéticos obtenidos de padre e hijo, se realiza un estudio estadístico que permite calcular la probabilidad de paternidad. Si existen más de dos o tres discrepancias se excluye la paternidad.

La prueba de paternidad se puede realizar desde la novena o décima semana de embarazo

Estos estudios son más seguros si también participa la madre, aunque no es necesario. Cuando el ADN que se toma no es el del padre (porque haya fallecido o porque no quiera participar), se realiza una prueba indirecta con familiares (hermanos, abuelos o tíos). “Cuantas más personas participen, más probabilidad hay de conseguir un resultado concluyente”, recalca Navarro. También hay más probabilidades de éxito cuánto más directa es la relación de parentesco.

Además de las pruebas habituales, también se puede realizar un análisis de paternidad prenatal. “Antes era necesaria una amniocentesis para obtener una muestra de ADN del bebé, pero en la actualidad la tecnología ya permite conocer el resultado con un solo análisis de sangre de la gestante”, explica Navarro. Estas pruebas se pueden realizar desde la semana novena o décima de embarazo.

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