El futuro de la huerta

La reducción del número de hectáreas de cultivo, la falta de relevo generacional o el cambio de hábitos alimenticios son algunos de los problemas que afectan a día de hoy a la huerta de Zaragoza, cuyos hortelanos se afanan día a día en conservar y reivindicar un legado histórico que se remonta en el tiempo.

Un legado que quieren potenciar a través del proyecto Marca Zaragoza, donde se quiere poner en valor sus verduras y hortalizas, como el cardo, uno de los platos más populares de la Nochebuena, y que está íntimamente ligado al Mediterráneo, pues es una verdura que ya conocían los romanos y cartagineses.

El cardo es uno de los alimentos que, desde la Asociación de Hortelanos y Productores de Zaragoza, miman con especial cuidado porque cada vez se consume menos, a pesar de la merecida fama culinaria de la que siempre ha gozado. «La gente joven cree que es un producto muy costoso de limpiar y luego de cocinar y prefieren inclinarse por el producto ya limpio y envasado, que les resulta mucho más económico, sin darse cuenta del daño que eso produce en la economía diaria de decenas de personas que nos dedicamos a las labores del campo en la huerta de Zaragoza», matiza Manuel Calle, presidente de la Asociación de Hortelanos.

Por este motivo, desde esta entidad, van a pedirle a Papá Noel y a los Reyes Magos que, dentro de sus bolsas de regalos, pongan una nota en la que animen a los consumidores aragoneses a «comprar productos de nuestra tierra, por su calidad superior y para poder seguir sosteniendo nuestro bien más preciado, que es la huerta», indica Calle.

Una huerta regada por los ríos Gállego, Huerva y Ebro que, en los últimos años, ha visto como se ha ido reduciendo paulatinamente la cantidad de hectáreas destinadas a la producción de hortaliza. Hoy en día, y según datos facilitados por la propia asociación, se cultivan anualmente una media de entre 200 y 300 hectáreas dedicadas a hortaliza.

En la actualidad, la borraja y la acelga, de las que se producen 1,5 millones de kilos al año, son los principales referentes de la huerta de Zaragoza, que está gestionada por una treintena de agricultores de edad avanzada, y sin perspectivas de relevo generacional.

Todos ellos confían en el nuevo proyecto Huerta de Zaragoza, impulsado con el Ayuntamiento de Zaragoza con el fin de fomentar el consumo de los productos que se cultivan en los campos próximos a la ciudad y que se venden, en un porcentaje muy alto, en comercios de barrio. Ahora quieren identificarlos con unas etiquetas en las que el consumidor pueda leer su lugar de procedencia y el nombre del responsable de la explotación. «Queremos visibilizar el trabajo del hortelano y ponerlo en valor. Y también queremos destacar las cualidades de sus productos», concluye Carlos Polo, técnico de Uaga y miembro del equipo técnico Huerta Km 0.

Los romanos, pueblo estratega donde los haya, no eligieron por azar la fundación de Caesaraugusta. En sus incursiones fuera de sus fronteras pronto se dieron cuenta de que la actual capital aragonesa era un lugar estratégicamente bueno para levantar una ciudad. Tenía buen clima y se abastecía del agua de tres ríos: Gállego, Ebro y Huerva. Argumentos suficientes para que no les faltara fruta de gran calidad, hortalizas y grano.

Con el paso del tiempo, los cultivos de la huerta zaragozana alcanzaron un mayor peso específico y se convirtieron en todo un referente a nivel nacional. «Pero, con el ‘boom’ demográfico y la llegada a la ciudad de gente de los pueblos, Zaragoza fue creciendo y donde antes había hortalizas ahora hay pisos. Y los agricultores que los cultivaban se marcharon a trabajar fuera del área metropolitana o se retiraron porque eran ya mayores y nadie ha querido continuar con su trabajo», indica Cristóbal Omedes, vocal e hijo de uno de los socios fundadores de la Asociación de Hortelanos y Productores de Zaragoza, quien justifica de esta manera el descenso en el número de hectáreas que ahora se dedican al cultivo de hortalizas en el área de la capital aragonesa y sus barrios rurales.

En la actualidad, la cifra de terreno destinado a la plantación de verdura y hortaliza varía en función de los años, pero oscila entre las 200 y 300 hectáreas. «Año tras año estamos viendo como disminuye el terreno dedicado a la huerta y los pocos agricultores que quedan en esta zona se decantan más por cultivar cereal de regadío y alfalfa. Atrás han quedado esos años en los que éramos un referente en la producción de patata o de lechuga de Zaragoza, muy apreciada en los mercados nacionales y que ahora es imposible de plantar porque los costes de producción lo hacen inasumible», indica Manuel Calle, presidente de la Asociación de Hortelanos y Productores de Zaragoza.

Al desarrollo urbanístico de la ciudad y la reducción en el número de hectáreas de terreno hay que sumar otras dificultades que hacen que, hoy en día, dedicarse al cultivo de hortaliza sea «una tarea de unos pocos que lo hacemos más por nostalgia que por rentabilidad. Hoy en día, es muy difícil hacerle ver al consumidor que es mejor pagar un poco más para consumir productos de calidad, criados en nuestra tierra y que, por tanto, permiten a una treintena de familias vivir de su trabajo», afirma Manuel Calle.

Para incentivar este consumo, desde la asociación, con el apoyo del Ayuntamiento de Zaragoza, van a poner en marcha una nueva campaña que, bajo el nombre Marca Zaragoza, pretende poner en valor los productos que se obtienen en la huerta de la capital aragonesa y sus barrios.

«Está previsto repartir pegatinas identificativas en todos aquellos pequeños comercios que vendan verdura y hortaliza producida en nuestros huertos. Así, cuando el consumidor adquiera las cebollas, acelgas, cardo o borrajas que va a cocinar al día siguiente, sabrá que proceden del huerto de un hortelano de La Cartuja o de Las Fuentes, por citar algunos emplazamientos», apunta el máximo responsable de la asociación, quien se queja de la «falta de atención» que durante muchos años ha sufrido este colectivo frente a la apuesta que desde determinadas instituciones se ha hecho, por ejemplo, del consumo de productos ecológicos.

Consumo de proximidad

El proyecto que ahora tienen entre manos es una continuación de la iniciativa Huertas Life Km0, con el que se pretendía recuperar el suelo fértil periurbano de Zaragoza y favorecer el consumo ecológico de proximidad y sus beneficios para el medioambiente, el empleo local y la salud de las personas.

«Con esta iniciativa se buscaba mantener la huerta ya existente o revertir superficies de cultivo extensivo para hortaliza y mantener el espacio productivo de la zona de Zaragoza. En todos los casos, es muy importante incentivar a los hortelanos para que sigan manteniendo su actividad. Hay que visibilizar su trabajo y hacerle ver a la gente el importante papel que desempeñan», recuerda Carlos Polo, técnico de UAGA y miembro del equipo Huerta Km0, quien recuerda que, en estos momentos, la actividad ya está autorizada y se están llevando a cabo las primeras adhesiones por parte de tiendas, hortelanos y establecimientos de restauración.

Una buena noticia para un colectivo que reclama visibilidad y que, sobre todo, quiere darse a conocer entre los consumidores más jóvenes, con el fin de que sepan apreciar y valorar los productos que se cultivan al lado de su casa, en campos que muchas veces se ven desde las ventanas de sus pisos.

«En las últimas décadas ha cambiado radicalmente el concepto de hogar y ahora, al trabajar los dos miembros de la pareja, ha cambiado la forma de consumir. Muchas familias se saltan una comida diaria en casa y eso repercute a la hora de cocinar más o menos verdura y hortaliza. De ahí la importancia que tienen las campañas de alimentación que se llevan a cabo en los colegios, donde se les enseña a los más pequeños a comer de todo. Luego la realidad es que en casa no continúan con estos hábitos y los niños no se acostumbran a comer o cenar verdura fuera del colegio», matiza Cristóbal Omedes.

Serias dificultades

A esta falta de consumo, se unen los altos costes de los combustibles, los productos fitosanitarios o de los abonos. «Además, contamos con el hándicap de que los cultivos de hortaliza quedan al margen de los pagos directos de la PAC y eso también frena a muchos agricultores a la hora de apostar por estos productos», indica Manuel Calle, quien se queja de la proliferación de huertos dedicados a la venta ilegal, que no pagan ningún tipo de impuestos, ni pasan controles de salubridad exigidos a los profesionales.

Pero, a pesar de todas estas dificultades, desde la asociación de hortelanos se muestran esperanzados en el aumento del consumo de productos de la tierra, porque, de esta manera, se garantiza el mantenimiento de la huerta de Zaragoza. «Es uno de nuestros bienes más preciados, porque permite conservar muchos de los ecosistemas actuales. Nadie mejor que los propios hortelanos para cuidar y conservar nuestra tierra», concluye Manuel Calle.

Hoy en día, la asociación se compone de 32 socios apoyados por 21 productores. «Ofrecemos a los consumidores de Zaragoza y sus alrededores, unos productos de alta calidad, y lo hacemos en un breve plazo de tiempo, lo que permite que conserven toda su frescura, vitaminas y propiedades», apunta su presidente, Manuel Calle.