Heraldo del Campo

Los maiceros miran hacia Chicago

Comienza la campaña del maíz. Sobre una superficie similar a la del pasado año, se espera una producción también muy parecida, pero se temen, como ya sucedió en el año 2016, unos precios que no dejan de caer.

Labores de cosecha de maíz en una explotación agraria de la provincia de Huesca en una foto de archivo.
Labores de cosecha de maíz en una explotación agraria de la provincia de Huesca en una foto de archivo.
Patricia Puértolas

Las primeras cosechadoras ya ruedan en los maizales aragoneses. Ha comenzado la recolección del maíz, una labor que se alargará hasta finales de noviembre y se extenderá por una superficie aproximada de 85.000 hectáreas, de las que 54.000 alberguen este cereal como producción única y en unas 30.200 hectáreas se realizan dobles cosechas. Es una superficie similar a la de la pasada campaña. Ayudó quizá que en el momento de la siembra la tierra tenía las condiciones apropiadas para recibir el grano y además el clima era idóneo para unas semillas que germinan mejor con temperaturas cálidas. Es cierto que hubo momentos en verano, en los que los agricultores estuvieron pendientes del cielo, porque aunque este cultivo está en regadío, la sequía y un calor extremo hizo temer que fuese necesario restringir las dotaciones de agua.

No fue así. Ha habido disponibilidad durante toda la campaña y, por eso, las previsiones de cosecha realizadas por UAGA hablaban de una producción muy similar a la del año anterior, esto es, alrededor de unas 950.000 toneladas. Una cifra que podría variar, a la baja, porque en los primeros días de recolección ya se ha podido constatar unos rendimientos menores de los esperados. Con todo, destacan los representantes de la organización agraria, el descenso no será muy acusado.

Sin perder de vista la evolución de los maizales, los productores miran mucho más lejos. Al otro lado del Atlántico, porque la rentabilidad de este sector depende de los informes realizados por el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA). Y es en el mercado de futuros de la Bolsa de Chicago, donde se deciden los vaivenes del precio de esta producción, que este año, como viene sucediendo con las cotizaciones del resto de los cereales, ha emprendido una senda a la baja en la que parece no encontrar el regreso. No ayudan las previsiones mundiales que hablan de cosechas récord. Y tampoco el bajo precio del petróleo, que no resulta interesante para la producción de biodiésel y que lleva al maíz que no tiene ese destino a un mercado ya saturado, en el que ejerce más presión si cabe a los precios.

Las primeras mazorcas recolectadas ya dejan ver que los rendimientos no serán los esperados. No ha sido la sequía la responsable, porque dado que se trata de un cultivo de regadío, la ausencia de precipitaciones no ha dejado su huella en las producciones aragonesas de maíz. Hubo momentos de incertidumbre y se llegó a temer que la ausencia de lluvias pudiera obligar a restringir los cupos e impedir que hubiera agua suficiente para todas las producciones. E incluso el retraso que sufrieron las segundas cosechas aumentó el riesgo de que el recurso hídrico se agotara antes de que finalizara la campaña. Pero no fue así. Tampoco la temperatura ha sido un enemigo porque «a este cereal le gusta el calor», como recuerdan los representantes de las organizaciones agrarias.

Sin embargo, la conjunción de uno y otro factor, especialmente los «fuertes calores», ha dado lugar a la aparición de una plaga que podría explicar el descenso de la producción en algunas zonas. Se trata de la araña roja (conocida también como amarilla) que en realidad no es un arácnido sino un ácaro que se alimenta de la planta, concretamente absorbiendo el líquido de las células, y es capaz de devastar una explotación en poco tiempo.

«En zonas de riego a pie se están obteniendo rendimientos de entre 7.000 y 8.000 kilos por hectárea, cuando lo habitual es que se alcancen los 11.000 kg/ha.», explica Toño Romé, agricultor de Zuera y miembro de la Comisión Ejecutiva de COAG, que reconoce que «este problema» no se ha detectado en las explotaciones dotadas de riego por aspersión, donde pueden aplicarse mejores tratamientos. «Allí se prevé una cosecha normal», detalla el representante sindical, que matiza, sin embargo, que en estas zonas el gasto realizado en fitosanitarios ha provocado un incremento de los costes de producción.

De todas maneras, Romé puntualiza que es muy pronto para concretar el devenir de la cosecha. «Casi no ha empezado», destaca el representante de COAG, que explica que el grueso de la recolección no llegará entrado el mes de octubre.

Lo corrobora también Joaquín Labarta, agricultor de Almudévar y responsable comarcal de UAGA-Hoya de Huesca, que explica que todavía es pronto para augurar el resultado de la producción. «Esta es una zona tardía y las cosechadoras no entrarán en los campos hasta dentro de unos 20 días», señala. Aunque reconoce que a primera vista la campaña ha terminado bien y la producción tiene buen aspecto, asegura que todavía es pronto para prever qué sucederá en las segundas cosechas. «El grano está aún lechoso y, de momento, las actuales temperaturas son idóneas, pero hay que esperar», señala Labarta.

Con la cosecha en los primeros compases, el presidente de Asaja-Huesca, Fernando Luna, se muestra cauto y prefiere no concretar cifras, pero está convencido de que la producción será menor que en la campaña anterior, porque las primeras mazorcas «salen mal, con rendimientos más bajos». Coincide también en la merma que ha provocado la araña roja. «Con tanto calor parece que los riegos no han sido suficientes para evitar la plaga», señala, pero reconoce que las expectativas son mejores en las segundas cosechas beneficiadas en septiembre por un clima benigno para el cultivo.

Al otro lado del Atlántico

Eso sí, todos coinciden en que, un año más, la preocupación llega desde el otro lado del Atlántico. Primero porque el último informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés) ha elevado la previsión de cosecha en este inmenso país hasta los 360,30 millones de toneladas, en cifras cercanas a los récord obtenidos año tras año.

Lo ha hecho precisamente cuando los operadores esperaban que hubiese un recorte. Y la respuesta no se ha hecho esperar en Chicago, cuyo mercado de futuros siembra el devenir de los precios de esta materia prima. El maíz cotiza a la baja y el sector cruza los dedos para que no se devalúe todavía más porque a unos 170 euros por tonelada (últimas cotizaciones en lonja) es complicado, por no decir imposible, cubrir los costes de producción.

«Se espera una gran cosecha en el hemisferio norte y en el sur y además como el petróleo está barato no resulta interesante destinar la producción para la fabricación de biocombustible», señala Luna, que reconoce que las perspectivas no son nada halagüeñas y «no se espera una subida del precio a la largo de la campaña».

Tanto Romé como Labarta recuerdan que los maiceros arrastran ya varias campañas con las cotizaciones del maíz en descenso. «Así es muy complicado competir con países con grandes producciones de alto componente transgénico, en el que además tienen una mano de obra muy barata», destaca el representante de COAG. A ello se une, puntualiza Labarta, que la producción española de maíz «supone muy poco en el total mundial», que el comercio internacional «es sencillo» y que los fletes y los aranceles «están muy baratos».

Pese a todo, el responsable de UAGA en la Hoya de Huesca reconoce que «las alternativas no son precisamente mejores», lo que explica que, a pesar de la escasa rentabilidad que ofrecen estos cultivos, su superficie se mantiene una campaña tras otra.

Hay sin embargo un matiz. El maíz isogénico (más conocido como convencional), está ganando terreno en Aragón y avanza «año a año» por tierras antes ocupadas por cereal transgénico. Tiene una explicación. Los productores que destinan su maíz para consumo humano están consiguiendo un beneficio mayor que aquellos que producen cereal genéticamente modificado que se utiliza para la elaboración de pienso. Y además, la ventaja para los primeros es que su producción no tiene que salir de Aragón, porque en la Comunidad operan dos firmas interesada en estos cultivos, «con lo que además, el valor añadido también se queda en el territorio», destaca Romé.

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