-Sí, mi intención era desubicar las flores. Pasar de un jarrón a la mesa. Y es que nos estábamos perdiendo un gran producto. Las flores no solo sirven para decorar. Están buenas y aportan color, sabor, aromas, texturas y vistosidad.

-¿A qué saben las flores?

-Cada una es diferente, son frescas, divertidas, espontáneas y dan ese toque de chispa a todos los platos. El pensamiento tiene un sabor suave; el clavel es primero salado y luego un poco metálico; la begoña es ácida... Hay incluso una flor, la eléctrica, que hace que se te duerma la boca.

-Entiendo que es un placer sensorial...

-Exacto, lo que pretendo es despertar sensaciones. Comer una flor suele recordar a la infancia, nos traslada a cuando éramos niños y comíamos un diente de león, íbamos al campo y probábamos la hierba...

-¿Qué propiedades tienen?

-Como todo ser vegetal, tienen infinidades. Las hay que son buenas para las afecciones de garganta, las hay tonificantes, diuréticas, hepatoprotectoras, etc. Pero hay que tener mucho cuidado porque también hay flores venenosas.

-¿Se comen solas o en platos más elaborados?

-Yo creo que la flor no es un elemento para comer solo, es un ingrediente para aportar algo nuevo a un plato.

-¿Y en cócteles?

-Jugamos mucho con la coctelería. Por ejemplo, la flor eléctrica, que es como si chispeara en la boca, se utiliza en los gin-tonics.

-¿Alguna receta recomendada?

-Una muy simple es una ensalada de brotes con pensamientos, un poquito de sésamo, tofu y queso fresco. Es una ensalada divertida y con color.

-Las flores son perfectas para culminar un plato.

-Sí, son el elemento que da ese toque diferenciador.

-¿La más vendida?

-El pensamiento, es la belleza por antonomasia. Es una flor muy delicada pero aguanta muy bien el proceso de cristalización. Es la favorita y representa algo así como un 80% de las ventas.

-¿Cuántas especies comercializa?

-Hay dos líneas: flores frescas, sin tratamiento, de las que hay unas cien especies; y flores cristalizadas, en las que se preserva la belleza de la flor y se le da un baño con clara de huevo y azúcar. Así se consigue que sea una joya comestible. De estas tenemos quince especies.

-¿De dónde viene su pasión por las flores?

-Viene desde niña. Soy de un pueblo de Soria y me encantaba estar rodeada de ellas. Esa pasión me llevó a estudiar ingeniería agrícola, vine a Zaragoza a hacer la tesis doctoral y me convertí en una experta en flores. Así que puede decirse que han sido la pasión de mi vida.

-La maternidad despertó su espíritu emprendedor.

-Más o menos, llegó todo a la vez. La idea de crear la empresa surgió estando yo embarazada y desde entonces mi ‘hobby’ y mi negocio empresarial han ido de la mano.

-Además de comerlas, ¿le gusta que le regalen flores?

-¡Por supuesto! ¿A quién no le gusta? Recuerdo una vez que di una conferencia y me regalaron un ramo de flores. Pensé: ¡Hacía tanto tiempo que no me regalaban uno!

-¿Sus preferidas?

-La violeta salvaje, porque mi padre me llamaba Violeta de niña y tiene esa connotación especial para mí.

-Obtuvo el Premio de Innovación en Productos Gourmet en 2013.

-Sí, me presenté con otra empresa para poder compartir gastos y resultó que ganamos.

-Hablamos de productos gourmet. Sea sincera, ¿están al alcance de todos o son un lujo?

-Yo creo que el 90% de los productos de lujo están al alcance de todos. Obviamente, las flores son detalles exquisitos. Pero cuando vas a cenar a casa de unos amigos llevas una botella de un buen vino, un trozo de queso... y, si quieres ser más innovador, una cajita de flores. Por supuesto que no es un producto para el día a día, pero sí para llamar la atención y despertar sensaciones.