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EL TREN DE LA LIBERTAD

Tren a su paso por Canfranc con las banderas de España y Francia | ARCHIVO HERALDO

La ignorada historia de Canfranc durante la Segunda Guerra Mundial sigue ofreciendo revelaciones. La aduana internacional no solo fue el escenario de la llegada del oro nazi en España durante los años 1942-1943 sino que también fue la puerta de entrada a la libertad de muchos judíos que huían de los alemanes. No obstante, la Gestapo y las SS, destinadas en la parte francesa de la aduana internacional, devolvieron a muchos (sobre todo padres de familia) o los deportaron.

Los datos oficiales señalan que unos 30.000 judíos atravesaron la frontera española, aunque suelen referirse a los pasos de Port Bou (donde se suicidó el escritor Walter Benjamin después de que los nazis le impidieran pasar) y Hendaya. Antonio Galtier Rimbaud, oficial vista de la aduana de Canfranc entre 1935 y 1946 (período en el que su padre, Antonio Galtier Pley, fue el administrador jefe de la misma) dejó escritos a su muerte -1 de agosto de 1997- que demuestran que durante la Segunda Guerra Mundial cientos de judíos huyeron del genocidio nazi en tren por la frontera altoaragonesa. También se fugaban por el monte, ayudados por vecinos de la zona que hacían de guías, según recuerdan en Canfranc.

La publicación de los 'documentos de Canfranc' por HERALDO, en los que se prueba el tránsito de 86 toneladas de oro nazi hacia España y Portugal entre julio de 1942 y diciembre de 1943, llevó al nieto de Antonio Galtier -el historiador zaragozano Ricardo Galtier- a sacar del olvido las memorias de su abuelo, a las que ha tenido acceso este periódico.

Galtier Rimbaud recuerda que por esta aduana pasaban "cientos de judíos de toda Europa" durante la Segunda Guerra Mundial que seguían viaje rumbo a Lisboa o a Algeciras para pasar al norte de África, cuando fue liberado por los aliados en 1943. "Llegaban los trenes, tres cada día, (desde Francia) con cientos de judíos, familias enteras, y la Gestapo, en el salón de viajeros de la parte francesa, revisaba pasaportes, edades, oficios, procedencias y destinos que cada familia o cada individuo quería seguir".


Roces con la Gestapo

El oficial de la aduana recuerda que en la parte francesa había una compañía alemana al mando del capitán Wagner, con 12 soldados a su cargo. Sostiene que las relaciones de los españoles con ellos no eran muy buenas porque a pesar de que España no estaba invadido por el Tercer Reich "se producían muchos roces” porque -advierte- "invadían nuestras funciones". "Desde Madrid nos aconsejaban prudencia y cortesía con los alemanes, aunque la mayoría de las veces no lo aceptábamos porque España no estaba ocupada", subraya.

Así como Franco permitió el paso de los judíos (baste recordar el papel del zaragozano Ángel Sanz Briz en la embajada española en Hungría), los alemanes que estaban en la aduana de Canfranc solían frenar a muchos de ellos. Antonio Galtier lo refiere de esta manera: "Era impresionante ver las escenas de amargura de gentes que habían cruzado más de media Europa, se veían ya en España, y cuántos fueron devueltos por la Gestapo impidiendo su entrada. Muchos fueron detenidos, otros saltaban por el tren, corrían por las vías… El caso era verse fuera de la vigilancia de la Gestapo".

Los judíos que tenían la suerte de atravesar el vestíbulo que separaba la aduana francesa de la española debían apremiarse para comprar un billete que los llevara a Lisboa o a Algeciras. Vecinos de Canfranc explicaron que no les estaba permitido pernoctar en las fondas del municipio fronterizo. "Si no encontraban billete, los entregaban a los alemanes y los devolvían o... quien sabe qué hacían con ellos", explicó un canfranero.


Desde el siguiente enlace se puede acceder al listado de los 272 presos que estuvieron encarcelados en la prisión de la torre del Reloj de Jaca.

El húngaro que murió en la aduana

El judío, enterrado en Canfranc, falleció al negarle los alemanes cruzar a España con su familia



Antonio Galtier Rambaud fue testigo de muchas historias en la aduana porque por sus manos pasaban todas las mercancías y las personas. Era un oficial vista que daba el conforme al oro nazi, a los judíos, y al volframio, que iban en una u otra dirección. Hasta el punto que en una ocasión hizo abrir a un oficial alemán "una valija diplomática" después de un serio incidente. Al final, la maleta llevaba coñac, jamón, chorizos, laterío... y era para los compañeros de Oloron-Pau-tarbes.

Cuenta también un singular viaje del militar sevillano Queipo de Llano, entonces "exilado" forzoso por orden de Franco como agregado militar en la embajada de Italia con orden de no volver a España, en el que el ex capitán general de Andalucía visitó a su familia en la aduana de Canfranc (en 1943) porque se quedó en la parte francesa, gracias al estatuto especial de la estación de doble jurisdicción.

Tren a su paso por Canfranc | ARCHIVO HERALDO

Pero donde su memoria llega a exprimirse es en un episodio trágico que contempló en la estación. Galtier, muy crítico con la ocupación nazi, relata una tremenda historia de un judío húngaro que llegó a la aduana francesa y no pudo cumplir su sueño de cruzar hacia Portugal con su familia.

Esta es su estremecedora historia, con sus propias palabras: "Como caso impresionante, traigo a colación la de una familia que venía de Hungría. Habían pasado mil calvarios hasta llegar a Canfranc-Estación Internacional. En sus caras se veía la alegría de huir del genocidio, pero... al padre de aquella familia compuesta de esposa y cinco hijos, que tenía menos de 50 años, un oficial alemán le dijo: "Al Ejército del Fuhrer. Usted no pasa. Usted a Alemania, al Ejército, a las trincheras. La familia que siga a España o donde quiera, pero usted está en edad militar. Al Ejército del Fuhrer. La familia se volvía loca. Aquel hombre que tenía que separarse de los suyos se tiraba de los pelos. Arremetió contra el oficial alemán y en ese momento, el pobre judío se desplomó. Cayó al suelo. Se le subió a los largos mostradores. Sus labios se ennegrecían y, aunque rápidamente se avisó al médico de Sanidad, cuando llegó, aquel padre de familia había muerto de un infarto. ¡Qué cuadro! ¿Qué se hacía? Los alemanes decían que lo entierren aquí. Y así se hizo, con una colecta que abrió el Ayuntamiento y a la que contribuimos todos. Se le hizo un modesto entierro y en Canfranc yace este pobre judío húngaro. A su familia la socorrimos como pudimos entre todos los españoles y ayuda oficial. Con angustia y una amargura infinita los vimos marchar hacia la frontera portuguesa. Este recuerdo de la Gestapo y un judío padre de una familia numerosa fue un suceso que no podemos olvidar los que lo vivimos".

La muerte de este ciudadano húngaro no aparece reflejada en el registro civil de Canfranc, que ha sido revisado por este periódico. El padre judío fue enterrado en el cementerio del pueblo viejo, que se quemó en 1944. No hay ninguna placa que lo recuerde. Tan solo el testimonio de Galtier.

Reportaje: Ramón J. Campo
Programación, diseño y maquetación: Silvia Berdejo
Documentación: Mapi Rodríguez y Elena de la Riva
Fotografías: Oliver Duch, Soledad Campo, Rafael Gobantes, Juan Carlos Arcos, Aránzazu Peyrotau, Francisco Martínez Gascón, Francisco de las Heras y ARCHIVO HERALDO

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