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LA RUTA DEL ORO NAZI

Canfranc podría ser el escenario de una película como Casablanca, aunque de la historia de este paso fronterizo durante la Segunda Guerra Mundial tal vez queden algunos capítulos por escribir.

La ruta del oro nazi a la Península Ibérica, la presencia de las SS y la Gestapo, la puerta para la fuga de muchos judíos y hasta de los alemanes perdedores, y episodios de contraespionaje dignos de una novela de John Le Carré. Todo eso sucedió en Canfranc entre 1942 y 1945. La aduana internacional fue reabierta después de estar cerrada durante la Guerra Civil española (1936-39) para evitar una invasión desde Francia. Poco después, en los años 1942 y 1943, vivió una actividad que jamás volvió a recuperar hasta su cierre definitivo en 1970.

La supuesta neutralidad de España en el conflicto provocó que en esa época de convulsión en Europa llegaran a pasar 1.200 toneladas de mercancías mensuales en la ruta Alemania-Suiza-España-Portugal, entre ellas 86 del oro nazi robado a los judíos.

Alemania controló la aduana internacional de Canfranc durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45) con un grupo de oficiales de las SS y miembros de la Gestapo, que residían en el hotel de la estación y en otro del pueblo. España no estaba en guerra, pero Franco tenía una postura de no beligerancia 'sui generis'. Debía devolver la ayuda que Hitler le proporcionó en la Guerra Civil, lo que se tradujo en enviar a Alemania toneladas de wolframio de las minas gallegas, un mineral fundamental para blindar sus tanques y cañones. Muchas de esas explotaciones fueron abiertas por empresas alemanas que operaban en España a través de la sociedad Sofindus (Sociedad Financiera Industrial), un holding alemán muy bien conectado con Demetrio Carceller, director del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), único organismo que podía comprar oro.

Los 'documentos de Canfranc', cuyo contenido desveló HERALDO, prueban que a cambio de esa ayuda estratégica para prolongar la contienda, España recibió al menos 12 toneladas de oro y 4 de opio, en tanto que a Portugal llegaron 74 toneladas de oro, 4 de plata, 44 de armamento, 10 de relojes y otros enseres, producto del expolio a los judíos. Estos datos pueden ser solo la punta del iceberg. Los originales de estos papeles, enviados al jefe de tráfico de mercancías de Madrid, no existen.

Portugal era la puerta de entrada de mercancías de Suramérica y, al final de la Segunda Guerra Mundial, la de salida de muchos alemanes que se refugiaron en Argentina, Uruguay, Brasil o Paraguay. Por eso recibía más oro. "Había quesos de Argentina con una piel muy gruesa para aguantar el viaje o azúcar que llegaba a Lisboa", recuerda Julio Ara.

En Irún o Port Bou los nazis permanecieron al otro lado de la frontera, en la Francia ocupada, pero en Canfranc residieron en la parte española ya que en la estación, situada en España, había doble jurisdicción.



Conciertos en la estación

"Los alemanes vivían en la estación y celebraban hasta conciertos de piano en el comedor. Eran muy educados. Bailaban valses con las chicas de Canfranc y les regalaban chocolate. Ellos eran ingenieros o químicos y nosotros, unos ignorantes que tenían mucha hambre después de la guerra", confiesa un vecino de Canfranc que por aquel entonces tenía 14 años y ahora prefiere el anonimato.

Si alguna historia de amor se fraguó, como en Casablanca, no perduró. "Aunque estaban destinados en la parte francesa, no tenían inconveniente en pasar a la española. Algunos vivían en la fonda Marraco. Había seis oficiales fijos y otros de paisano, de la Gestapo, pero otras veces llegaban grupos de unos veinte soldados uniformados que venían del frente a descansar", agrega. Los vecinos de Canfranc, sacudidos todavía por los efectos de la Guerra Civil que hizo huir a algunos hacia Francia, casi no podían moverse del pueblo. Necesitaban un salvoconducto. "Desde Anzánigo, era una zona impermeabilizada", advierte un vecino.

Uno de los 'documentos de Canfranc', fechado el 24 de mayo de 1940 y firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, recuerda que "todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas". "El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia", advierte. Los carabineros, la Guardia Civil y los oficiales de las SS eran inflexibles con los robos de mercancías como los relojes que se llevaban a Portugal. "Se llevaron una caja y estuvieron buscándolos. Un chaval se llegó a ahorcar y a otro le pusieron una multa muy alta", cuentan en Canfranc.

A la falta de libertad de movimientos se unía el hambre, mitigada por las mercancías que descargaban. El salario medio de un obrero era de 200 pesetas al mes. Por eso, siempre se escapaba algo de los trenes para casa. "Cogíamos latas de sardinas, azúcar, aceite, café o la mistela que enviaban los portugueses de Madeira. Menos mal que pasaba mucha mercancía y podíamos llevarnos cosas, porque había mucha hambre", cuenta Daniel Sánchez, de 87 años, uno de los pocos canfraneros que puede contar que cargó cajas con lingotes de oro a sus espaldas.

El oro nazi llegaba en tren a Canfranc, según los documentos encontrados por el francés Jonathan Díaz en la estación en noviembre de 2000 a raíz de la grabación de un anuncio de Lotería de Navidad. Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España ("importación" aparece en el papel) con 12 toneladas de oro, y el resto de "tránsito", rumbo a Portugal, que recibió 74 toneladas del metal precioso. Daniel descargaba el oro de los trenes de Suiza por el puente internacional y lo colocaba en unos camiones suizos que se encargaban de llevarlos hasta Madrid y a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro.

El historiador Pablo Martín Aceña, director de la comisión española que investigó las compras de oro nazi por España, recuerda que la Península Ibérica recibió estos cargamentos hasta agosto de 1945, por Hendaya, Port Bou o Canfranc, aunque no sabe en qué proporción. "Los servicios secretos de los aliados contabilizaron 135 envíos de salida en la frontera franco-suiza de Bellegarde hacia la Península Ibérica", apunta. Esos convoyes transportaron "un total de 300 toneladas". "Portugal compró mucho oro que había salido de Bélgica y Holanda. Lo que recibió España (el IEME) está claro por las cuentas que se investigaron en el Reichbank, el Banco Nacional Suizo y el IEME. Otra cosa es que empresas españolas suministradoras de Alemania cobraran en oro y lo depositaran en Londres o Zurich. Calculamos que entraron a España 20 toneladas de oro a cambio de volframio", señala Martín Aceña.

Ese volframio todavía se puede ver, 60 años después, en las vías muertas y muelles de la estación de Canfranc. Portugal y España exportaron este mineral a Alemania incluso cuando en 1944 los aliados presionaron al régimen de Franco para que dejara de hacerlo con el fin de concluir la guerra.

Jonathan Díaz | El descubridor de los papeles del oro de Canfranc

"Usé un líquido para tratarlos y recuperarlos. Fui recomponiendo la historia"

Jonathan Díaz

El descubridor

Jonathan Díaz, un francés de padres españoles de 40 años, viajaba a menudo con un autobús de la línea Oloron-Canfranc. Era el guía perfecto para los visitantes porque domina perfectamente el castellano. Su padre es un burgalés que emigró antes a Santander y su madre, una valenciana que también se marchó a vivir a Barcelona. Aventurero y curioso, Jonathan no da el aspecto de un Indiana Jones o de un Livingstone, pero, como él dice, encontró una bomba o un premio de la lotería.

Sostiene que descubrió los documentos abandonados en la estación poco después de que se grabara un anuncio de lotería de Navidad en octubre de 2000. Que una carta con el sello de Pablo Iglesias le llamó la atención porque es coleccionista y, al llegar a su casa, vio que detrás había un documento que decía: lingotes de oro. Esas historias que le habían contado muchas veces los abuelos de Canfranc por fin encontraban un viso de realidad. Había pruebas.

"Volví al día siguiente. Recogí todos los papeles y los dejé en una bolsa tapados para que no los dañara la humedad. Esos días había muchos controles antiterroristas en la frontera. Esperé a pasarlos a mi casa", recuerda.

Desde noviembre, los papeles se convirtieron en su obsesión. "Usé un líquido para tratarlos y recuperarlos. Fui recomponiendo la historia. En mayo, viajé a Zaragoza es busca de información y de ayuda, pero no me hicieron caso. Luego lo conté en Francia y Suiza. Los documentos están en una caja fuerte. No los negaré a los historiadores", asegura. ¿Y a Renfe? "Los documentos estaban abandonados. Ellos ni sabían que existían. Ya es de por sí bastante ridículo", apostilla. Nadie podrá pagarle haber sacado de la ignorancia a tanta gente.

Daniel Sánchez | El mozo de la aduana de Canfranc

"Los carabineros nos vigilaban mucho cuando llevábamos el oro hasta los camiones suizos"

Daniel Sánchez

El mozo de aduana

Daniel Sánchez tiene un carácter jovial a sus 87 años y pese a sus múltiples achaques de salud. Presume de haber cargado el oro a sus espaldas por el puente internacional de la estación de Canfranc, entre el tren procedente de Suiza y los camiones, también helvéticos, que lo transportaban hasta Madrid y Portugal.

Daniel era mozo de aduana. Lo mismo le tocaba el oro, que los relojes o el volframio. Para andar con el mineral, que él llama pirita, tenía que tomar leche para no intoxicarse. "No sabíamos de donde venía el oro y pensábamos que iba a Portugal. Había mucha hambre entonces. Cogías lo que podías de los trenes: latas de sardinas, mistela, café…", recuerda con Victoria, su mujer, al lado. Ella tocó el oro porque trabajaba en la fonda Marraco y allí se hospedaban los camioneros suizos y los oficiales nazis durante la guerra.

"Recuerdo que un camionero tenía mucha fuerza y levantaba a los dos hijos de la familia en brazos", rememora. "Los carabineros nos vigilaban mucho cuando llevábamos el oro hasta los camiones suizos, aunque a ellos les hubiera ido tan bien como a nosotros coger alguno, pero no se dio nunca el caso", advierte Daniel.

*Esta entrevista se realizó en agosto de 2001. Daniel Sánchez falleció el 20 de diciembre de 2001.
Julio Ara | El hostelero de Canfranc

“Venía a menudo y sabía lo que pasaba con el oro"

Julio Ara

El hostelero

A su madre la llamaban 'la herrera' porque su padre era herrero. Ella montó una fonda en Canfranc-estación para ayudar a la economía doméstica y se llamaba la Fonda de la herrera, como la cuesta donde está situada. Hoy es el Hotel Ara. Él es Julio Ara, de 82 años, y tiene muy claro lo que pasó en la posguerra en su pueblo.

"Aquí en el hotel se hospedaban los camioneros suizos. Habría unos quince. No estaban mucho. Cenaban y se marchaban. No había mucha relación porque no sabían hablar castellano. Yo estaba trabajando de cocinero en Candanchú, pero venía a menudo y sabía lo que pasaba con el oro", asegura. "Además, aquí pasaba mucho judío que quería huir de la guerra. Tenían bastante dinero y podían pagarse pasaportes falsos. Había gente que se dedicaba a pasarlos por detrás de la montaña", dice, señalando a la montaña situada enfrente de su casa y detrás de la estación.

Su hermano Jesús recuerda la presencia de los nazis en Canfranc y cómo uno de ellos sacó una pistola cuando unos obreros cargaban unas pacas de trigo y una le cayó encima. "Pensó que la tiraron contra él y se volvió contra el mozo apuntándole", rememora todavía con cierto temor. No era un lugar para bromas. Había carabineros franceses y españoles, guardias civiles y militares alemanes.

*Esta entrevista se realizó en agosto de 2001. Julio Ara falleció el 14 de noviembre de 2002.


La reacción de Renfe

Los papeles de la aduana de Canfranc fueron recogidos por Renfe en el muelle postal y estudiados con detalle en Zaragoza y Madrid para ver si arrojaban nuevos datos sobre el paso del oro nazi por la estación fronteriza altoaragonesa en la Segunda Guerra Mundial. Como adelantó HERALDO, los 'documentos de Canfranc', hallados por el francés Jonathan Díaz, revelaron que entre julio de 1942 y diciembre de 1943 pasaron 86 toneladas de oro nazi por la aduana internacional, de las que 74 iban a Portugal y 12 se quedaron en España.

A raíz de la publicación de las noticias del hallazgo, Renfe envió dos vigilantes a Canfranc para custodiar el muelle postal, en el que los funcionarios de Patrimonio recogieron un total de 24 sacos de documentación de los años 30, 40, 50 y 60, principalmente. Estaba esparcida y maltrecha en esas dependencias que dejaron de ser el almacén de la aduana cuando desapareció en 1992.

"Colaboran en la investigación y archivo miembros de la Fundación del Ferrocarril, junto con la Dirección General de Aduanas, a quien pertenecen los documentos”, explicaron fuentes de Renfe. Los papeles han sufrido el paso del tiempo y del abandono en una nave, con parte del techo caído, las cerraduras de las puertas reventadas por donde podía pasar cualquiera.

Jonathan Díaz siempre sostuvo, a la hora de resolver la propiedad de los documentos, que se sostendría a lo que dijera la ley, aunque siempre se mostró abierto al diálogo y a que los historiadores puedan acceder a los papeles del oro. Finalmente, Díaz entregó todos los documentos ante el Juzgado de Jaca, para ser posteriormente trasladados al Archivo de Renfe en Madrid. Allí fueron valorados por varios investigadores valiéndose de la información ahí recogida y previamente desvelada en HERALDO. Indicaron que su valor actual sería de 2033 millones de euros, aproximadamente el 88% de los Presupuestos Generales del Estado del año 2009, según el estudio realizado por Raquel Letón Ruiz y Leticia Gracia.

Reportaje: Ramón J. Campo
Programación, diseño y maquetación: Silvia Berdejo
Documentación: Mapi Rodríguez y Elena de la Riva
Fotografías: Oliver Duch, Soledad Campo, Rafael Gobantes, Juan Carlos Arcos, Aránzazu Peyrotau, Francisco Martínez Gascón, Francisco de las Heras y ARCHIVO HERALDO

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