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LA ESTACIÓN INTERNACIONAL DE CANFRANC

El 19 de noviembre de 1853 se firmó el manifiesto 'Los aragoneses a la nación española', un documento en el que se pedía por primera vez que se construyera una línea de ferrocarril que uniera Madrid y París a través del Pirineo aragonés. Habían pasado cinco años desde que se inaugurara el primer ferrocarril peninsular entre las localidades de Barcelona y Mataró. Tal y como se desprende de los documentos del Archivo Histórico Ferroviario, el 13 de abril de 1864, once años después de ese primer escrito, el Gobierno central habilitó un crédito extraordinario de 20 millones de reales para costear los estudios ferroviarios que se encomendaron a los ingenieros Jacobo Arnao y Gabriel Rodríguez, para realizar un perfil de la línea Zaragoza-Pau con paso por Canfranc. El 3 de mayo de 1893 el Gobierno autorizó, tras diferentes acuerdos, el traspaso de la concesión de la línea a la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte. El 16 de enero de 1907 se fijó la construcción de una nueva población alrededor de la Estación Internacional de Canfranc cuyo nombre, en un principio, iba a ser Los Arañones.

Manifiesto ‘Los aragoneses a la nación española’

El 13 de julio de 1908 se adjudicaron las obras del túnel de Canfranc a la sociedad catalana 'General de Crédito', que al poco las traspasó a la entidad bilbaína 'Calderai y Bastianelli, S.L.'. El 6 de diciembre de 1908 empezó a construirse el túnel, cuyas obras se prolongaron hasta el 26 de diciembre de 1912. Tenía una longitud de 7.875 metros, de los cuales 3.805 estaban en el lado español y el resto en zona francesa. Aún tuvieron que pasar algo más de 15 años para que, el 18 de julio de 1928 se inaugurara finalmente la estación de Canfranc, en presencia del rey Alfonso XIII, el general Miguel Primo de Rivera y el presidente de la República Francesa Gaston Doumergue. A pesar del cierre durante parte de la Guerra Civil española o de la ocupación del ejército nazi de la zona francesa de la estación, el tráfico ferroviario se mantuvo hasta 1970. El 27 de marzo de ese mismo año descarriló un tren de mercancías en el lado francés. El posterior derrumbe del puente de L’Estanguet supuso el fin de las conexiones internacionales entre Aragón y Francia.

Después de la estación alemana de Leipzig, la de Canfranc es la segunda más grande de Europa. Dan cuenta de ello los 241 metros de longitud de la estación, las 150 puertas de acceso y las cerca de 350 ventanas que iluminan este edificio modernista diseñado por el ingeniero Fernando Ramírez Dampierre. Aunque el ancho internacional de las vías de tren era de 1,435 metros (medida que seguían las francesas), las ibéricas eran más anchas, de 1,668 metros. Esta diferencia conllevaba que los pasajeros que iban de España a Francia, y viceversa, debían atravesar la estación y cambiar al andén contrario para poder seguir su camino. No obstante, para las vías mixtas de la estación se diseñó un mecanismo de cambio de ejes que permitía adaptar los vagones españoles y franceses a los distintos anchos.

Tras la prematura muerte de Ramírez Dampierre fue Domingo Hormaeche quien se hizo cargo de la construcción de la estación, para la que se utilizaron materiales como el cristal, el hormigón armado, la piedra y el hierro, siguiendo los patrones de la arquitectura industrial de la época. La estación consta de un edificio principal, varios muelles para trasbordo de mercancías y el depósito de máquinas.

El edificio de pasajeros destaca por su desarrollo longitudinal, que se articula gracias a tres volúmenes destacados en altura, que se sitúan en sus extremos y en el centro, con la gran cúpula. El cuerpo central cobija el vestíbulo donde se encontraban las taquillas. Grandes ventanales, pilastras de sabor clasicista y trabajo en madera estilo déco se combinan para crear un espacio suntuoso. En los cuerpos laterales, se acomodaban el puesto aduanero, la comisaría de policía, correos y el hotel internacional. Disponía, además, de dos pasos subterráneos.

En el exterior, estos volúmenes presentan tejado curvo apizarrado a cuatro vertientes, que se coronan con cuatro pináculos apiramidados dispuestos en sus flancos. Los dos pisos del cuerpo se abren mediante arcos de medio punto a la zona de las vías y sobre estas dos galerías se abre una nueva teoría de vanos abuhardillados en la cubierta, que denota la clara influencia de la arquitectura francesa.

Así era la estación durante la II Guerra Mundial

El periodista Mikel Iturralde, experto en información ferroviaria del diario ‘El Correo’, solicitó a HERALDO la posibilidad de acceder a algún mapa interior de la estación de Canfranc para que su compañero Josemí Benítez, infografista, realizara un gráfico histórico. El despacho del arquitecto zaragozano José Manuel Pérez Latorre, responsable de la restauración del edificio desde 2006, facilitó los planos para este trabajo, que también se basó en el libro ‘La estación espía’ (ed. Península) de Ramón J. Campo.

Reportaje: Ramón J. Campo
Programación, diseño y maquetación: Silvia Berdejo
Documentación: Mapi Rodríguez y Elena de la Riva
Fotografías: Oliver Duch, Soledad Campo, Rafael Gobantes, Juan Carlos Arcos, Aránzazu Peyrotau, Francisco Martínez Gascón, Francisco de las Heras y ARCHIVO HERALDO

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