Los retos de las pymes ante un ambicioso fin

Desde que nació el concepto de la responsabilidad social corporativa ha existido la idea de que se trataba de una serie de prácticas que solo atañen a las grandes empresas, debido a que son las que cuentan con los recursos y el personal suficiente para atender con garantías este tipo de competencias. Sin embargo, cada vez más pymes asumen sus principios en su actividad diaria, conscientes de los notables beneficios que pueden generarles.

Aumentar la productividad y la competitividad, mejorar la gestión de riesgos financieros y no financieros, anticiparse a nuevas obligaciones legales, fomentar la creatividad y la capacidad de innovación, aumentar la capacidad de atraer y retener talento, reducir gastos por el uso más eficiente de los recursos y mejorar notablemente la atracción de inversores, la imagen corporativa y el reconocimiento público son algunos de los principales.

Para conseguir estos beneficios, las pymes –que constituyen más del 99% del tejido empresarial del país– tienen que integrar la RSC en su estrategia mediante la implementación de acciones socialmente responsables en sus diferentes ámbitos –buen gobierno, económico, laboral, social y ambiental–. Una meta que supone un auténtico reto para muchas de ellas, al contar con una pequeña estructura que permite menos margen con respecto a las grandes corporaciones.

No obstante, las ventajas que proporciona la adopción de sus prácticas está llevando a un gran número de estas compañías a implementar, en la medida de sus posibilidades, programas basados en cuestiones como la eficiencia energética, el reciclaje, la igualdad de género, la difusión cultural, la ayuda a entidades sociales o la conciliación familiar.

Digitalización

Uno de los puntos que las pymes han de trabajar para lograr entrar de forma plena en la RSC es el de la digitalización. Tal y como sostienen diversos profesionales del ámbito, profundizar en la adquisición de competencias digitales es fundamental para aplicar estos principios, además de que hacerlo favorece la incorporación de los colectivos vulnerables a la actividad económica.

Por su parte, el cambio cultural en lo relativo al funcionamiento interno de la empresa constituye otro de los desafíos. Para ello, el empresario ha de vencer la tendencia que a menudo tiene de caminar solo y apoyarse en el talento de su equipo a la hora de diseñar estas estrategias, compartiéndose así, entre todos, esfuerzos y objetivos.