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Minas de sal de Remolinos: pasado, presente y futuro

La explotación de este recurso por parte de Ibérica de Sales mantiene la tradición, y se quiere hacer un mayor aprovechamiento turístico del tema 

El alcalde de Remolinos, Alfredo Zaldívar, es hombre hecho a la sal de su pueblo desde la niñez, aunque más razonable en su querencia que Lazarillo con el vino. Su padre no fue minero; sí llevaba sal con las caballerías a la estación de Pedrola, como hacían muchos otros, en la búsqueda de un complemento al trabajo de agricultor. “Hace 100 años llegó a haber una veintena de minas en explotación, la mayoría familiares; hay muchas más en los barrancos, decenas, cuyo número y características queremos catalogar con el apoyo de la DPZ. Hemos firmado convenios de colaboración con ese fin, y tengo muchas esperanzas en ese estudio. Con el tiempo, las explotaciones de sal de Remolinos se redujeron a tres de importancia, que en el año 90 se fusionaron”.

Se dice que las minas de sal de Remolinos ya fueron trabajadas por los romanos; de tal posibilidad no hay testimonios escritos, cosa que sí ocurre en la época de dominación musulmana, cuando el geógrafo musulmán Al-Razi hace mención explícita a la sal de Zaragoza. En la Edad Media ya hay abundante documentación al respecto, ya que su uso regular por parte de gobernantes locales e incluso reyes hizo de esta actividad un negocio lucrativo. Fue una actividad monopolística muy común entre los monarcas de la Corona de Aragón, gracias a almacenes dependientes de la Corona, llamados almudíes.

Y llegó Purasal

La pionera en la explotación salina de gran formato en Remolinos fue Purasal a principios del siglo XX con la Mina Real, que está cerrada en la actualidad, aunque puede verse el acceso y la puerta. “Hay unas 300 hectáreas de minas explotadas aquí en Remolinos –explica Alfredo– y en 1980 se sacaban unas 100.000 toneladas de sal cada año; ahora se pasa largamente de las 400.000 anuales. Antes se trabajaba una hectárea anual y ahora son seis o siete; todo gracias a la maquinaria pesada, extracción por explosivo con barrena al frente y casi 80 tajos en la Mina María del Carmen. Esa sal se muele y se prepara para varios usos, aunque el principal es sin duda el deshielo de las carreteras. También se destina a piensos de animales o descalcificación de aguas. Ahora se quiere empezar con agroalimentación, nunca se ha refinado aquí la sal para consumo humano hasta ahora, pero están sacando ya sales de altísima pureza”.

En las tripas de la gran mina

La entrada de trabajadores a la mina María del Carmen, gestionada por Ibérica de Sales, llama la atención. Las calles no se acaban ahí debajo. Tienen kilómetro y medio de profundidad, unas 70 calles paralelas y alguna más perpendiculares, donde están los tajos. “Se produce todo el año, aunque es en invierno cuando más salida tiene la mercancía, ya que de las más de 400.000 toneladas de sal que se extraen, 300.000 van a las carreteras”.

Ibérica de Sales surge en 1989, tras la fusión de Purasal, Sales Orbea y Indusal, y se ha ido trabajando en túneles de conexión para que se junten por completo las explotaciones de esas tres antiguas firmas. “Ahora la ha comprado Minersa, un gran grupo en el concierto nacional, pero el nombre de la explotación Ibérica de Sales se mantiene; hay 45 trabajadores directos, más una decena larga de subcontratados. Ahora está todo más mecanizado, eso sí, pero la mitad de los trabajadores son del pueblo”.

Las balsas de sal, en la parte alta de la montaña que se yergue sobre el pueblo de Remolinos, son otro espectáculo que ocupa 65 hectáreas de extensión. “De ahí se extraen unas 30.000 toneladas anuales, es otro proceso que aprovecha la peor sal de la mina con el fin de utilizarla luego en el trazado de caminos internos de la explotación; es optimizar un residuo. También lo bañan con agua dulce de pozo, se satura con sal y se deposita en las balsas. Cada litro de esa agua deja tras sucesivos filtrados 300 gramos de sal muy pura”.

El terreno de estos montes es muy arcilloso, aunque no falta vegetación; en cuanto a la fauna, ha tenido que adaptarse a la alta salinidad del terreno. Esa particularidad y otras muchas surgidas de estudios previos, amén de la curiosidad de los visitantes, desembocó recientemente en el establecimiento de un recorrido con guía de unos nueve kilómetros que combinaba el recorrido por los montes de las minas con las pinturas de Goya de la iglesia de San Juan Bautista, parroquia del pueblo. Alfredo, de hecho, se hace muchos días un número similar de kilómetros por la zona, en lo que viene siendo un paseo tan lectivo como entretenido para el primer edil local.

El sueño museístico

El alcalde tiene muchas ilusiones puestas en esta cara B de la minería salina para su pueblo. La idea, para empezar, es mostrar las labores de la minería clásica y explicar sobre el terreno lo que es una mina de sal, además de hacer un museo. “Queremos hablar con la empresa para que nos deje emplear un ‘corrico’ de terreno con estos fines; hay un convenio con la Universidad de Zaragoza, y se ha hecho un estudio de viabilidad económica para estudiar el posible retorno de esta actividad. Creo que puede ser muy factible; hay museos mineros por ahí con muchísimas visitas, y están alejados de los grandes núcleos de población. Nosotros estamos a 34 kilómetros del centro de Zaragoza, creo que sería muy visitado, y una parada natural para los colegios y centros de enseñanza en general”.

Después de saber un poco más de todo este entorno, el sentido que debe primar a la hora de disfrutarlo es el de la vista; blanco sobre piedra. El proyecto no pretende visitar la mina en explotación ni interferir su desempeño habitual. “Creo que no es necesario; si conseguimos transmitir la magnitud de esta mina y sus peculiaridades, que nada tienen que ver con las de carbón o todas las que se trabajaban en el subsuelo, puede ser muy impresionante. Se trata de aplicar la tecnología adecuada y contar con equipo humano que ofrezca un contenido acorde a las expectativas de la gente, que sorprenda y haga que se corra la voz. Los esperaremos con los brazos abiertos”.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es Extraordinario'.

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