LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

José Antonio Prades: “Montemolín existe y si escribo del barrio es por un acto de amor”

El escritor, que ha residido unos años en Buenos Aires, publica ‘Otoño contigo’, 44 cuentos, y exalta Zaragoza y ese espacio nativo y postergado

José Antonio Prades lleva más de tres décadas dedicándose a la literatura.
José Antonio Prades lleva más de tres décadas dedicándose a la literatura.
Archivo Prades/Letralia.

Con más de treinta libros de poesía, relato y novela a sus espaldas, José Antonio Prades (Zaragoza, 1961) publica un nuevo volumen de cuentos en papel y edición digital en Amazon, 44, con el que quiere abrir una nueva etapa en su extensa trayectoria: ‘Otoño contigo’, todo un inventario de asuntos, de atmósferas, de hechos y de espacios, que cristalizan en su amor a Zaragoza y en la exaltación del barrio de Montemolín.

¿Desde cuándo escribe cuentos?

Por poner un momento concreto, en 1977, con un relato de denuncia medioambiental gané un concurso de redacción en el colegio que, unido al impulso que me daban los profesores de Literatura, conseguí el convencimiento de que podía escribir algo más. Y, ya con consciencia de querer escribirlos como acto creativo, fue en 1982, con veinte años, cuando terminé mi primer relato, ‘Rosa Roja’, una alegoría sobre las dictaduras. Desde entonces, he ido combinando todos los géneros, pero me he sentido especialmente atraído por la narrativa breve.

¿Cómo se plantea el cuento? ¿ Le preocupan la concisión, la sorpresa final, la atmósfera? ¿Es usted de teorías o más intuitivo?

Un relato breve debe ser muy específico en esas tres condiciones, aunque no siempre son imprescindibles, ya que creo que es necesario que el autor trabaje con perspectivas diferentes. Para conseguir impacto, he buscado giros argumentales en el cuerpo de la narración, pero sobre todo en el final, que varias veces he dejado abierto para que provoque dudas y apertura de interpretaciones. Considero fundamental que la creación literaria provoque algo más que entretenimiento, que ayude a pensar y a cuestionar distintos aspectos como la sociedad, el poder, el crecimiento interior, las relaciones personales…

¿Cuál es la pequeña o gran historia de este libro? Concentra una buena porción de su narrativa breve, desde 1982, como decía, hasta 2022.

Estoy en una época de revisión y cambio, por lo que he querido despedir a la anterior y recibir la nueva con esa reunión de relatos, una selección propia de entre los 170 que he publicado. Hay 44 relatos, 22 de despedida y otros 22, inéditos en libros, de bienvenida. Estos números tan curiosos no los elegí adrede, surgieron sin premeditación y me resultó muy chocante. Hasta ahora he publicado nueve libros de relatos individuales más cinco colectivos dentro del grupo 3d3, y tres recopilaciones propias. Otra vez los números… Me atrae la numerología y la he aplicado habitualmente en mis creaciones.

"A los 32 años, salí hacia Buenos Aires por trabajo, estuve inicialmente tres meses sin familia, con compañeros recién conocidos y así me llené de nostalgia. Buenos Aires es un lugar ideal para sentir nostalgia de España, y escribí de memoria y de sopetón ‘Fábulas de Montemolín’"

Vayamos con el título: ‘Otoño contigo’...

Se titula ‘Otoño contigo’ por la connotación de los dos términos por separado. ‘Otoño’ es por mi momento vital y por esa visión especialmente romántica, a veces melancólica de esa estación. La naturaleza siempre supone una metáfora, quizá un aprendizaje para entender nuestra evolución existencial. Y ‘contigo’ trae esa referencia de diálogo y cercanía con quien lo reciba, es una llamada directa sobre lo que considero mi forma de narrar de intimidad a intimidad. La unión es entonces mi ofrecimiento en el presente para que estemos en compañía, esta vez por medio de la lectura.

Hablemos de asuntos, de argumentos. Le interesa un poco todo: la vida cotidiana, el asombro, el deporte, la fantasía, las vidas inadvertidas y humildes...

He tocado muchos temas y con enfoques variados. Me introduzco en mundos cotidianos, sí, de personajes sencillos a quienes ocurren hechos anormales, que pueden ir desde un hechizo hasta un partido de fútbol. He trabajado bastante con el realismo mágico llevándolo a más extremo, como si fuera un expresionismo o naturalismo sobrenatural o prodigioso. También, por mi profesión, he buceado en temáticas de empresa, de gestión de personas, de liderazgo, tanto desde un punto de vista técnico como de ambientación de las historias. De todas formas, pienso que no es tan importante lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. Me interesa menos la historia, sin hablar de minusvalorarla, que los personajes. He querido enfocar la creación desde la posición de los seres humanos frente a sus circunstancias y no al contrario.

¿Cómo elige los escenarios?

Podría decirse que la elección responde a cada necesidad de los personajes y del entorno más adecuado para lo que quiero contar, nunca han tenido prioridad en la planificación del argumento. Tiendo más a la profundidad psicológica que a la descripción de ambientes. Pero hay un hecho curioso. En mi primera etapa creativa, renuncié expresamente a ubicar la acción en algún lugar conocido, no hacía mención a sitios concretos y así aparecía habitualmente algún tono mágico con el que empecé a familiarizarme, como ocurrió en esa primera trilogía de ‘Un amigo te guarda’, que transcurre en un país alegórico con personificación de las flores, o en ‘Don Manuel’, con un bosque como retiro de un apóstol, o en ‘La Casa Digna’, donde se atisba una dictadura latinoamericana. Más tarde, me centré en mi barrio, en Montemolín, al que añoré en mi periplo porteño, adjudicándole incluso el carácter de territorio mítico, al modo de Macondo por García Márquez, Comala por Juan Rulfo, Dublín por James Joyce o el barrio del Carmelo por Juan Marsé, para ampliar después el ámbito hasta Zaragoza completa, con referencias concretas y declaración amorosa.

Una imagen, ante los descampados, del palacio de Larrinaga, donde jugaba de niño José Antonio Prades.
Una imagen, ante los descampados, del palacio de Larrinaga, donde jugaba de niño José Antonio Prades.
Archivo Prades.

Ya son bastantes los narradores de Montemolín: Gabriel García Badell, Rodolfo Notivol, Olga Bernad, José Giménez Corbatón, Jorge Sanz Barajas y, entre algunos otros, usted que lleva el barrio por bandera.

Sí. Por ejemplo, en mi última novela publicada, ‘Nadine, l’amour’, el protagonista recorre literalmente de norte a sur la ciudad, justo en el sentido complementario al que hizo Gabriel García Badell con su ‘De Las Armas a Montemolín’, de oeste a este, y recreo tres lugares míticos que Zaragoza ofrece a los enamorados: el palacio de Larrinaga en mi barrio, la torre del Trovador en La Aljafería, y la fuente de la Princesa, en el Parque Grande José Antonio Labordeta. Tengo una novela inédita, que espero publicar este año, con tintes de autoficción, que he ambientado en Buenos Aires, Madrid y Zaragoza, mis tres lugares de residencia, y aquí muevo a los personajes por lugares arquetípicos de la ciudad: el templo del Pilar, la plaza de Los Sitios, el paseo de Las Damas…

"Recreo tres lugares míticos que Zaragoza ofrece a los enamorados: el palacio de Larrinaga en mi barrio, la torre del Trovador en La Aljafería, y la fuente de la Princesa, en el Parque Grande José Antonio Labordeta"

Entre los personajes hay un poco de todo en cuanto a oficios y personalidad. ¿Los sueña, se los dicta la realidad?

Estoy seguro de que antes de ponerme a escribir su historia, los personajes, que tienen vida previa, por supuesto, se han puesto en contacto conmigo, no sé si en sueño lúcido o subconsciente, pero desde luego que involuntario, no inicio su búsqueda, a veces hasta me muestran su aspecto físico a lo largo de su vida. Yo creo que es algo así como ‘mediúmnidad’, que los personajes viven en su mundo invisible y cuando quieren que conozcamos lo que desean contarnos, se incorporan en el cerebro y en el alma de quienes escribimos y no paran de insistir hasta que les hacemos caso.

¿Quiénes son sus personajes favoritos?

Es difícil de elegir entre tus hijos o nietos. He trabajado con personajes que son mis ‘alter ego’, más o menos fieles o afines a mi deambular, más o menos modificados para hacerme vivir otras vidas en esta. También he trabajado con personajes que son calco de personas cercanas a mí, que he sentido, o siento muy cerca, o con las que he convivido y resaltan por alguna característica individual o aventura vivida. Diría que ‘La rosa roja’ o ‘La princesa blanca’, mis dos primeros cuentos que se titulan como las protagonistas, son los personajes que revivo con más cariño, pero ahora mismo me llega la imagen de Cat, que es el espíritu de esa novela inédita, junto a sus ‘partenaires’, Bern y Yul, que se crean una historia conjunta al modo de los tríos protagonistas de ‘Jules et Jim’, ‘Epílogo’ o ‘Dos hombres y un destino’.

¿Qué le da Zaragoza como escenario, y especialmente Montemolín?

En mis años de adolescencia y juventud, por un sentimiento de cierta superioridad, no quería ser un chico de barrio, aspiraba a volar y volar con aires de importancia y ambición. A los 32 años, salí hacia Buenos Aires por trabajo, estuve inicialmente tres meses sin familia, con compañeros recién conocidos y así me llené de nostalgia. Buenos Aires es un lugar ideal para sentir nostalgia de España, y escribí de memoria y de sopetón ‘Fábulas de Montemolín’. Eso me sirvió para reflexionar sobre aquel desapego ciertamente soberbio, y me avergoncé tanto, que creo que más de dos tercios de mi creación posterior están ubicados o inspirados en mi barrio o en mi ciudad. En la novela citada, nombro setenta dos veces ‘Zaragoza’ (aún la tengo que corregir), quizá como penitencia o acto de contrición, pero me siento bien, no es dolor, sino agradecimiento.

Montemolín ya se ha convertido casi en una obsesión.

Sí. Buena parte de mi tiempo lo estoy dedicando a que se haga evidente su existencia, que nos lo quieren subsumir entre Las Fuentes y San José, y no. Esos dos barrios son muy queridos también para mí, por cosas del fútbol y de mis novias, pero Montemolín existe y espero dejar constancia con mi humilde aportación. Puede decirse que es un acto de amor.

José Antonio Prades con su familia en el barrio de Montemolín.
José Antonio Prades, con sombrero, con su familia en el barrio de Montemolín.
Archivo familiar Prades.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión