Estrenar vestido ya no está de moda y las famosas lo confirman

De los Globos de Oro a los Grammy: el fenómeno de la ropa de archivo se extiende en la temporada de premios.

Miley Cyrus celebra su primer Grammy cantando 'Flowers' y enfundada en un vestido de Bob Mackey de varias temporadas anteriores.
Miley Cyrus celebra su primer Grammy cantando 'Flowers' y enfundada en un vestido de Bob Mackey de varias temporadas anteriores.
Chris Pizzello/AP Photo

Las alfombras rojas han representado a lo largo de la historia esa parte inasequible de la moda, la de la alta costura, las marcas de lujo, el relumbrón. Pero de un tiempo a esta parte se dejan permear por tendencias que van más allá de la pura estética y que tienen que ver con nuevas formas de consumo, ligadas, sobre todo a la sostenibilidad. La llamada moda de archivo, es decir, la que se decanta por ropa que no es nueva, está, valga la redundancia, de moda. 

No se trata exactamente de 'vintage', en el que el mismo paso de los años o la pertenencia a determinadas etapas cuenta, sino más bien de liberarse de la asunción de que algo es mejor solo porque es nuevo, de dar una segunda oportunidad a diseños que merecen la pena, ya sean de hace diez años o de hace uno. Una tendencia que empezaría a desgastar una construcción mental muy arraigada en la sociedad en general, la de que para vestirse para una ocasión especial lo ideal es estrenar.

En plena temporada de premios, sobre todo en Estados Unidos, de los Globos de Oro a los Grammy, celebrados este mismo lunes, las elecciones de las más rutilantes estrellas de la televisión, la música y el cine parecen corroborar esta tendencia. Desde Miley Cyrus a Laverne Cox, desde Carey Mulligan a la mismísima y acaudalada Oprah Winfrey han lucido estos días vestidos de los 80, los 90 o los 2000. Incluso, sacados de su propio armario. Más en concreto, en el Baile del Gobernador, antesala social y festival de los Premios Óscar, Olivia Rodrigo se enfundó en un vestido que Saint Laurent lanzó al mercado en 1997. A Lizzy Caplan se la ha visto con un Yohji Yamamoto de 1999 o a Oprah con un Valentino de su propiedad para presentar un premios en los Grammy. La guinda en esa misma gala la puso Miley Cyrus, que eligió dos vestidos de archivo de Bob Mackie dentro de los nada menos que cinco estilismos diferentes con los que apareció en distintos momentos de la entrega de premios. Son solo algunos de las decenas de ejemplos que, a buen seguro, continuarán en las próximas citas sociales.

Pero el advenimiento de la moda de archivo no tiene que ver solo con la sostenibilidad. Sino también con la exclusividad y con la necesidad instrínseca de la propia industria de la moda y, en particular de la del lujo, de encontrar nuevas maneras de dar que hablar. En un plano más positivo, también, de poner en valor su propia tradición y legado. De honrar su historia alejándose de paso de los estresantes ritmos de la moda pronta, sacando rédito de lo que de atemporal tiene lo bien hecho.

Más allás de las alfombras rojas, también la realeza ha puesto el freno a la hora de engordar su armario. Amén de que los reyes y reinas ya no le hacen asco a los diseños de las grandes cadenas (hemos visto a Kate Middleton o la Reina de España vestidas de Zara o Mango), ya no es una sorpresa que repitan estilismos.

En un plano más general, fórmulas como las del alquiler o las tiendas o 'apps' de ropa de segunda mano han ayudado a disminuir tanto los quebraderos de cabeza como los presupuestos que la necesidad de vestirse para una ceremonia generan.

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