Tercer Milenio

En colaboración con ITA

literatura y educación. ocio y cultura

La Universidad de Zaragoza rinde homenaje "al inmenso legado" de José Luis Rodríguez

Amigos, profesores y su viuda evocan en la sala Pilar Sinués a un esteta, a un profesor brillante y a un novelista, poeta y ensayista que perdurará

José Luis Rodríguez García, retratada para la última entrevista que mantuvo con Heraldo en 2022.
José Luis Rodríguez García, retratada para la última entrevista que mantuvo con Heraldo en 2022.
Guillermo Mestre.

Si existiese otro mundo donde pudiesen oírse las palabras de los vivos, José Luis Rodríguez García (León, 1949-Zaragoza, 2022) no habría sabido donde meterse. El hombre discreto y tímido, que huía de los elogios, se habrá sentido conmovido y agradecido: el profesor y catedrático de Historia de Filosofía, el político, el escritor, el editor y el dibujante y pintor, y enamorado de la música, ha dejado una huella indeleble a través de sus magisterio y de algo que siempre mimó y cuidó: “el valor primordial de la amistad”, como dijo su viuda Mar Alastrué.

Más de un centenar de personas quisieron recordarlo en la sala María Pilar Sinués del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. El profesor Luis Beltrán, que lo sentía “como un hermano”, fue el incitador de un homenaje al autor de ‘Hölderlin. El exiliado en la tierra’, ‘Manos negras’ y ‘La mirada de Saturno’, entre otros más de 60 títulos, que fallecía el pasado julio de 2022. Desde entonces ha sido recordado en varias ocasiones por el sello y la revista ‘Erial’, por la publicación ‘Rolde’ y por edición de la novela póstuma ‘Sombras en la bajamar’ (Comuniter).

Este hombre que se merecía mil homenajes, polígrafo enamorado de Spinoza, de Sartre y de Derrida, entre otros, fue recordado en dos tiempos. Primero, en un ambiente íntimo y preso de la emoción y del cariño, hablaron el vicerrector Francisco Beltrán Lloris; Concha Lomba, directora del Instituto de Investigación de Patrimonio y Humanidades, en el que se integró el grupo de ‘Riff Raff’ de Rodríguez; Elena Barlés, decana de la Facultad de Filosofía y Letras, y Maru Díaz, consejera en funciones de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento del Gobierno, que fue alumna de José Luis y donó hace poco los apuntes que tomó en sus clases en 2011. 

Y luego, en una segunda ronda, igual de emocionante, hablaron amigos y a la vez estudiosos de Rodríguez García: el escritor y filósofo Gabriel Albiac; el profesor de filosofía Juan Manuel Aragüés; el médico y activista político José Antonio Fatás Cabeza, que apenas pudo contener las lágrimas; el poeta y profesor David Mayor; y el ya citado profesor de Literatura Comparada Luis Beltrán, y cerró con belleza, contención, gratitud y elegancia Mar Alastrué, viuda de José Luis, con quien tuvo un hijo, Gabriel.

El poeta y profesor David Mayor explica los trece poemarios de José Luis Rodríguez. En la mesa, de izquierda a derecha, Elena Barlés, Francisco Beltrán, Marú y Concha Lomba.
El poeta y profesor David Mayor explica los trece poemarios de José Luis Rodríguez. En la mesa, de izquierda a derecha, Elena Barlés, Francisco Beltrán, Marú Díaz y Concha Lomba.
A. C. /Heraldo.

Durante las intervenciones se pasó un bucle con algunas de las fotos de José Luis: un álbum incompleto que mostró la imagen de un hombre bueno, humanista, con un peculiar sentido del humor, un tanto pesimista y nostálgico, que dejó un legado poderoso entre sus alumnos, en la ciudad y en la Universidad de Zaragoza, donde ofreció sus particulares y adictivas clases durante más de 40 años. En las fotos se le veía como lo que fue, casi siempre con el pelo más bien ensortijado, tocado de bigote y con sombrero, y dispuesto a comprometerse: maoísta en sus inicios, más prochino que inclinado hacia Rusia - “ya sabíamos que la URSS era lo peor diría su amigo Gabriel Albiac– e inclinado siempre hacia las actividades culturales, entre ellas, ni más ni menos, la dirección y consolidación de Prensas Universitarias de Zaragoza. Se le veía en varios viajes, con amigos, con su mujer Mar y su hijo Gabriel, ante su biblioteca. No en vano, se repitió en varias ocasiones, José Luis Rodríguez García fue un pedagogo renovador, que renunció a los exámenes, que no era magnánimo con los que no trabajaban y que invitaba a las mentes a reflexionar, como contó Concha Lomba.

Concha Lomba lo evocó en distintas épocas a partir de 1975 y recordó su mirada irónica, su sentido del humor y su constante amabilidad. Recordó que fue un maestro importante y sustancial, de los que no abundaban, y confesó: “Solo tengo imágenes luminosas de su persona”. José Luis Rodríguez García, ‘Pepo’ para los más íntimos, también le trajo al recuerdo a José Antonio Lasheras, director del Museo de Altamira, fallecido en un terrible accidente. 

Rodríguez, entre otras cosas, fue “un revolucionario vencido y un vencedor que no dejó de perder”.
​Juan Manuel Aragüés rescató una anécdota con su hijo Gabriel y una frase que es todo un deseo: “Acaso vivas en el mundo que yo imagino”

Otro tanto dijo Elena Barlés, aunque a ella no le cupo el honor de ser su alumna pero sí verificó su leyenda. Entre otras cosas, abordó el “el inmenso legado” de una persona excepcional, “era un sabio en el sentido renacentista de la palabra, fue un delicadísimo poeta”, entre otras cosas, y fue “un profesor brillante, un renovador, de los que emocionan y fomentan el pensamiento crítico con sus miradas originales sobre el mundo”. Y agregó, entre otros matices, su condición de dandy, de caballero y de “persona elegante y acogedora”.

Elena Barlés lo retrató como “un profesor brillante, un renovador, de los que emocionan y fomentan el pensamiento crítico con sus miradas originales sobre el mundo”. Y agregó, entre otros matices, su condición de dandy, de caballero y de “persona elegante y acogedora”.

Para Francisco Beltrán, que dijo que sabía mucho y de mil cosas, matizó que era una de esas buenas personas a las que es fácil y posible querer. La consejera Maru Díaz expresó que el merecido acto universitario era “un homenaje y un agradecimiento”, recordó al profesor en el aula, que podía ser irreverente pero que enseñaba a sus alumnos a pensar en libertad, y que a ella le había dejado una hermosa huella.

Gabriel Albiac recordó al joven José Luis Rodríguez, en sus años madrileños cuando parecía “un Rimbaud sumergido en la revolución”, en un tiempo en que hubo que inventarlo todo, un tiempo de errores descomunales, en un tiempo en que los libros eran armas y los jóvenes eran “bibliotecas andantes”. Entre ellos, José Luis Rodríguez era ya un esteta, “lo que fue siempre”. Y quizá ya entonces parecía tener clara una cuestión: “Lo único que une a los hombres libres es la amistad”. Y quizá otra más: “La vida fue una secuela de la literatura”.

Retrato de José Luis Rodríguez, en la Biblioteca de Aragón, en 1999.
Retrato de José Luis Rodríguez, en la Biblioteca de Aragón, en 1999.
Guillermo Mestre.

Juan Manuel Aragüés se acercó al profesor de filosofía, alguien que ardía en la paradoja, que se enfrentó “a la imposible tarea de aprehender el mundo, vacua tarea” y de pertenecer a una clase de “ventrílocuos del saber”. Rodríguez, entre otras cosas, fue “un revolucionario vencido y un vencedor que no dejó de perder”. 

Aragüés rescató una anécdota con su hijo Gabriel y una frase que es todo un deseo: “Acaso vivas en el mundo que yo imagino”. José Antonio Fatás, con lágrimas en los ojos, hizo un recorrido por el hombre comprometido y político, un ser humano muy especial que intentó volcarse con plenitud hacia el presente y que estuvo en muchos frentes: en revistas como ‘Andalán’, donde fue editorialista y colaborador, y en formaciones políticas como el Movimiento Comunista.

Rodríguez, entre otras cosas, fue “un revolucionario vencido y un vencedor que no dejó de perder”. Aragüés rescató una anécdota con su hijo Gabriel y una frase que es todo un deseo: “Acaso vivas en el mundo que yo imagino”.

David Mayor se centró en el análisis de su poesía y sus trece libros de versos: ve dos épocas, desde sus inicios más bien tardíos, hasta 1998, con ecos de los Novísimos, y desde ahí hasta su defunción, más centrado ya en los otros. Reconoció que había tres elementos claves en su lírica: los fantasmas, los otros desconocidos y la resistencia. Para Luis Beltrán fue más un artista que un investigador y aventuró que como “novelista va a perdurar”, y recomendó títulos como ‘Sombras en la bajamar’ y ‘La residencia y otros relatos’ para acercarse a su obra quien no lo haya hecho aún.

Mar Alastrué, la viuda, se congratuló de la memoria inagotable que se tiene de su marido, del recuerdo de tantos amigos. Lo definió como un hombre modesto, al que incomodaba hablar de sí mismo y lo que significa un acto como el de ayer, “aunque estaría muy agradecido”; dijo que era un profesor que tenía una relación muy especial con sus alumnos, a los que trataba de transmitirles valores como conocimiento, libertad y solidaridad.

Desde las fotos, al hombre melancólico, seguidor del Athletic de Bilbao, conversador de taberna y nada amigo de reñir (casi todos coincidieron en ello), a este José Luis Rodríguez García, que se ha ido a otros jardines del edén, se le veía o adivinaba cordialmente satisfecho y agradecido.

Una foto enternecedora: Mar Alastrué y José Luis Rodríguez han vivido juntos 40 años.
Una foto enternecedora: Mar Alastrué y José Luis Rodríguez han vivido juntos 40 años.
Archivo familiar Rodrgíuez/Alastrué.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión