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¿Fue María Vizcarreta, ahorcada en Épila en 1651, la última bruja juzgada en España?

Carlos Garcés le dedica un extenso capítulo a esta mujer, desterrada en Calatorao, y juzgada y condenada a muerte

Detalle de la obra 'Examinación de una bruja' de T. H. Matteson.
Detalle de la obra 'Examinación de una bruja' de T. H. Matteson.
T. H. Matteson/Prames.

Una de las historias más fascinantes y tremendas del libro de ‘Las brujas y la condesa’ es la de María Vizcarreta, que fue ahorcada en Épila en abril de 1651. Carlos Garcés explica que su proceso y su juicio tienen características muy notables. “Y es también, seguramente, el último caso en España de una mujer ajusticiada tras ser juzgada como bruja”.

Esta mujer, de la que no se sabía su edad, había vivido en Fuendejalón, Lumpiaque y Calatorao, donde llegó tras ser desterrada de Épila por bruja. Se la acusaba de que “para más disimular el oficio de bruja usa el de comadre”. Se decía que había matado a muchas personas con sus hechizos. En su primer juicio de 1645 se le atribuyeron dos infanticidios: el de un niño de dos años, epilense, y un recién nacido de Lumpiaque. Más tarde se le acusó de la muerte de una criada, y luego de los males de una vecina de Épila y de un paisano de Fuendejalón. Por todo ello, fue desterrada a Calatorao. Dice Carlos Garcés que a la citada criada se le hizo un exorcismo. “Fue además un exorcismo impresionante, durante el que la joven expulsó por la boca trece objetos”. El vómito de objetos era frecuente en los endemoniados o hechizados.

Garcés cuenta minuciosamente historias de hechizos, y de “sospechas retrospectivas” de algunos vecinos. La trasladaron al castillo de Almonacid y fue torturada, algo que era muy habitual. El historiador refiere el proceso: “Al igual que en los juicios anteriores, se lavó su espalda con agua bendita, se localizó en ella la supuesta marca del diablo, se la punzó con una gran aguja para constatar que era insensible y se comprobó que la mujer era incapaz de llorar”. El humor y la desmesura no faltaron tampoco: unas “almendricas verdes” que vomitó una embrujada (en teoría) fueron claves en su detención.

"Es posible, y ello haría aún más terrible la suerte corrida por esta mujer, que su muerte en la horca fuera una ejecución pública, ante los vecinos de Épila", dice uno de los archivos que ha manejado Carlos Garcés

El Justicia de Épila consultó con el abogado zaragozano José Leiza y Eraso, y este le respondió con un texto de 22 páginas, que se imprimió y que fue determinante. Más adelante, el experto oscense escribe: “… la ejecución tuvo lugar en Épila. Nunca podremos saberlo, seguramente, pero es posible, y ello haría aún más terrible la suerte corrida por esta mujer, que su muerte en la horca fuera una ejecución pública, ante los vecinos de Épila (y quizá en presencia también del conde Antonio Ximénez de Urrea)”.

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