un año de guerra

"En Maella no tengo a la familia de sangre, pero tengo a la de corazón. No quiero volver a Ucrania"

Maryna y Yaroslav llegaron hace un año al albergue del municipio zaragozano de Maella con sus tres niños. Ya son unos vecinos más.

Ucranianos en Maella, Yaroslav, Maella con sus tres hijos.
Yaroslav y Maryna Demianenko con sus tres hijos: Cristina y los gemelos Misha y Zajar.
HA

Maryna Demianenko, enfermera ucraniana y Yaroslav, empleado del sector logístico, se marcharon en marzo de 2022 de una población cerca de Kiev, dejando atrás su casa y al resto de sus familiares para buscar un lugar seguro donde crecieran sus tres hijos, la pequeña Cristina de dos años y los gemelos Misha y Zajar, que entonces solo tenían cuatro meses. Fueron acogidos en el albergue recién estrenado del municipio zaragozano de Maella. Un año después viven independientes y ambos han encontrado un empleo en la localidad, aunque reciclándose. Él trabaja en el campo y ella es camarera en un bar. Echan de menos su país, pero han echado raíces buscando un futuro mejor para sus hijos. 

"Tenemos una casa muy bonita y muy grande", cuenta Maryna, que cuando llegó no se quitaba de la cabeza los bombardeos que oía desde su casa. Recordaba cómo le atemorizaba pensar que algún día no llegaría a tiempo al refugio con sus hijos, cuando oía la sirena que avisaba a la población de que se acercaba un ataque ruso.

Refugiados Ucranianos en Maella / 17-03-2022 / Foto: JAVIER BELVER[[[FOTOGRAFOS]]]
La familia a su llegada al albergue de Maella en 2022.
Javier Belver

En Maella ha encontrado un lugar seguro y amigos. "Yo aquí en Maella no tengo a la familia de sangre, pero tengo a la de corazón", cuenta, recordando una frase que le han dicho sus amigos en el pueblo. "Aquí yo me siento como en casa", dice, en un casi perfecto español que ha aprendido en este último año ya que cuando llegó no conocía el idioma. Agradece todo el apoyo. En su caso, llegó junto a un convoy de voluntarios que hizo un viaje con cinco furgonetas a Cracovia desde Zaragoza, organizado por un empresario zaragozano, Egoitz Aguirre.

Maryna y Yarislav, refugiados ucranianos en el viaje en furgoneta a Zaragoza.Maryna y Yarislav, refugiados ucranianos en el viaje en furgoneta a Zaragoza.
Maryna y Yarislav, con sus hijos, en el viaje en furgoneta a Zaragoza en 2022.
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Sus hijos pequeños van a la guardería y la mayor, de 3 años y medio, ha empezado el colegio. Cristina está tan integrada que va a todo tipo de actividades, desde gimnasia rítmica a jota "y ahora va a tocar el tambor a la cofradía", añade. En Pilares le dejaron un traje de baturra y en Navidad hizo de pastorcilla en el belén viviente. Este sábado se celebra el carnaval y no le faltará su disfraz. "Lo celebramos todo", cuenta su madre. 

"Tenemos muy buenos vecinos", añade durante una videollamada, mirando a Noelia Peiró, la concejal del Ayuntamiento que organizó el traslado y que ha sido su apoyo, además de otra vecina ucraniana que hacía de traductora al principio. "Noelia más que una amiga es una hermana", afirma, agradeciendo todo el apoyo. 

"En un pueblo de la España vacía, donde cada vez hay menos niños, de repente tenemos tres terremotos que dan vida al pueblo" (Noelia Peiró, Ayuntamiento de Maella)

Experiencia positiva

Noelia está pendiente de lo que necesitan, pero asegura que la familia ya no pide ayuda, se mantiene por sí misma. "Ella me dice que ya no quiere ninguna ayuda, que ellos tienen manos, salud y trabajo", explica. "Ha sido una experiencia muy positiva", cuenta Noelia sobre la llegada de la familia ucraniana. "En un pueblo de la España vacía, donde cada vez hay menos niños, de repente tenemos tres terremotos que dan vida al pueblo", cuenta. Reconoce que sufre muchas veces por ellos "cuando ves las noticias de que siguen bombardeando", dice.  

Noelia Peiró con Marina y su hija Cristina, refugiados ucranianos.
Noelia Peiró con Maryna y su hija Cristina.
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Maryna sigue en contacto con su familia, con varias hermanas que quedaron allí porque tienen hijos mayores que no pueden salir del país. En su caso, salió su marido porque son familia numerosa. Por eso, se plantea ir de vacaciones cuando sea posible, para ver a su familia, pero nada más. "Ahora no quiero volver a Ucrania porque sé que siempre tendré miedo por mis hijos", dice. Una de sus hermanas vino este verano a comprar un generador de luz. 

Siguen teniendo su casa, pero ahora viven sus hermanas, que la están arreglando porque tenía el techo un poco hundido y los cristales todos rotos. Reconoce que quienes se han quedado en el país porque no han podido o no han querido marcharse se han acostumbrado a vivir en guerra. "Mi hermana me dijo que un día sonó dos veces la sirena y en la ciudad a solo 5 kilómetros cayó un dron. Me dice que viven, pero siempre con miedo", lamenta.

"Yo no pensaba que la guerra continuaría tanto tiempo", reconoce la nueva vecina de Maella. Este pensamiento lo tenían la mayoría de personas e incluso analistas cuando se produjo la invasión rusa. En los primeros meses no sabía si quedarse en España o volver a su casa, pero ahora lo tiene claro, por sus hijos. "Mis niños aquí son felices, ellos tienen todo para vivir y disfrutar", afirma. Este verano fueron por primera vez a ver la playa. Para ellos, este año ha sido el inicio de una nueva vida lejos de la guerra.

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