vinos de aragón

Vinos de Bespén, una de las cunas de Somontano

Bodegas Lasierra elabora varias referencias con variedades autóctonas y también foráneas, como chardonnay, syrah y cabernet.

Bespén Crianza 2017.
Bespén Crianza 2017.
B. B.

La familia Lasierra, de Bespén (Huesca), son agricultores que cultivan el cereal, olivos, almendros y viñas desde hace muchas generaciones. Hace unos años, realizando unas obras en la casa familiar, descubrieron varios toneles de finales del siglo XVIII, aunque sus antepasados se dedicaron a la viticultura desde muchos años antes. 

En la actualidad cultivan nueve hectáreas de viñedo y embotellan sus vinos en una nueva bodega que fue construida en el año 2008, con una producción total de unas 50.000 botellas. Hasta entonces, comercializaban sus vinos a granel.

Bespén está situado en la parte occidental de la D. O. Somontano, aunque pertenece a la comarca de la Hoya de Huesca. Sus vinos siempre han gozado de gran prestigio y ha sido tradicionalmente la bodega que suministraba a la capital de la provincia. Como dice Luis Oliván, que asesora a esta familia y que también elabora vinos propios en Bespén, "sus vinos siempre han tenido algo especial, unas características que gustaban a los oscenses, a los que no les importaba pagar más dinero". 

Desgraciadamente, en los años setenta se dejó notar mucho en esta zona la despoblación y el arranque de viñedos, que no fueron repuestos con nuevas plantaciones de variedades foráneas, como ocurrió con otras zonas de la Denominación de Origen Somontano, en el eje Barbastro-Salas Bajas-Salas Altas.

Oliván cree que el impacto de los suelos es vital para que los vinos de Bespén tengan tan notables cualidades. Son suelos formados por sustratos con buena proporción de arenas, "que se produjeron por la degradación y por la erosión de la piedra arenisca, muy presente en la comarca". "También están formados por piedras calizas y granitos, que dan más taninos y estructura a los vinos, mientras que las arenas los hacen más finos y gráciles, con más frescura real y percibida", añade este experto.

A las variedades tintas francesas les permite tener unos taninos amables, manteniendo la acidez natural más propia de su origen septentrional, algo que queda bien patente en el Bespén Crianza 2017, un monovarietal de cabernet sauvignon que tuvo una crianza de nueve meses en roble francés y americano. Tiene unos taninos muy pulidos y aterciopelados, además de mucha presencia frutal.

También es monovarietal, en este caso de syrah, el Bespén Vendimia Seleccionada 2018, en el que se aprecia de nuevo esa finura en el tanino y en la acidez, cualidades que adornan las referencias florales y frutales típicas de la syrah.

Bespén Blanco.
Bespén Blanco.
B. B.

De igual manera se nota la influencia de los suelos en el vino blanco joven que sale de esta bodega, elaborado mayoritariamente con uvas de chardonnay y con una pequeña participación de vino macabeo. Tiene mucha intensidad aromática, con notas de frutas blancas –manzana, melocotón y pera sobre todo– y referencias cítricas, lo que contrasta con los perfiles de aromas más tropicales que aportan las uvas de chardonnay en algunas zonas de la denominación. Además, hay un trabajo con las lías que aporta cremosidad en la boca, haciendo el vino más redondo. El precio de este blanco está por debajo de cinco euros, con una muy buena relación dada su calidad. 

Esta apreciación es extensible a los tintos citados. El Bespén Crianza cuesta 7,10 euros y el Bespén Syrah, 650.

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