fútbol

Polémicas, rojas y la historia de un derbi caliente

Varias de las situaciones que marcaron el duelo de El Alcoraz mostraron en el centro de la foto a Ávalos Barrera. El Real Zaragoza lo gestionó mejor.

Ávalos Barrera le muestra la cartulina roja a Óscar Sielva.
Ávalos Barrera le muestra la cartulina roja a Óscar Sielva.
Toni Galán

En la victoria del Real Zaragoza en El Alcoraz siete años después de la anterior. En la zozobra de una SD Huesca que encadena dos derrotas por segunda vez con Antonio Hidalgo a los mandos. En el alivio zaragocista y la fiesta del fútbol aragonés, la figura del colegiado Rubén Ávalos Barrera adquirió una relevancia de las que afean el balance de una noche de altas pulsaciones que supieron gestionar los de Víctor Fernández y no tanto los locales. Polémicas, un penalti de VAR, cuatro cartulinas rojas y un reguero de siete amarillas para situar a la misma altura el desarrollo del juego y las quejas en ambos bandos por el trabajo del catalán.

El partido, tachonado de decisiones de las que centran el debate por encima de los méritos y errores de unos y otros, empezó a situar a Ávalos en el foco pronto y en una primera acción determinante. El gol de Miguel Loureiro a los 19 minutos llegó precedido, según una de las tomas que recoge el videoarbitraje, de una situación adelantada de Joaquín Muñoz. Loureiro después anotaría un tanto de bella factura al hacerse con un rechace y lanzar un zurdazo imparable para Edgar Badía.

A partir del 1-0, la inercia del Real Zaragoza acercó el derbi a la portería de Álvaro Fernández y expuso a los oscenses al fallo. En el 43, en una acción que pareció inocente, Javi Martínez levantó el brazo y en el forcejeo golpeó a Maikel Mesa. Existió el contacto, y dentro del área azulgrana. Pese a ello, Ávalos Barrera sacó la falta fuera y debió corregirle el videoarbitraje. En otro escenario, quizá el VAR no habría reparado en que existía esa infracción, producto del juego y del movimiento natural del de Ólvega, pero sí acertó al situar la acción donde había ocurrido y el canario no falló desde los once metros. 1-2 justo antes del receso.

El caldo de cultivo en el segundo periodo pasaba para el Huesca por calmar las aguas de la propia impotencia y, en el Real Zaragoza, por evitar males mayores en zonas sensibles. Lo logró en parte. La tensión se llevó por delante a dos de los integrantes del banquillo del Huesca, expulsados: el doctor Fernando Sarasa, en el descanso y después de que, según reflejó el acta, se dirigiese a Ávalos Barrera para decirle "Estaréis contentos". En el 78, echó por protestar «de forma exagerada y a gritos» al preparador físico, Carlos Calvo.

Las dos cartulinas que vio Santiago Mouriño en el intervalo de poco más de un cuarto de hora y la expulsión del uruguayo en el minuto 85, muy protestada por el banquillo de Víctor Fernández, permitió aferrarse a la vida a los anfitriones y echó más carbón a una caldera que bullía. En un tramo de demasiado corazón y escasa sangre fría, se produjo una caída en el área zaragocista de Samuel Obeng que no mereció la interpretación de penalti para el colegiado ni la intervención del VAR. Francés y Valentín, una de las parejas de baile del derbi, también mostraron su mutua desafección.

La última roja del choque fue para un Óscar Sielva que en el tiempo de descuento trató de enmendar su desacierto en una acción individual de la única manera posible que le permitieron las fuerzas y la gestión emocional del derbi aragonés, que se enfocaba como el de la supervivencia y se convirtió en una guerra psicológica de la que el Real Zaragoza salió bien parado, con la permanencia a alcance de la mano, y tumbó al Huesca en el diván.

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