REAL ZARAGOZA

9 años, 10 ligas desde el Real Zaragoza de Borja Bastón: los valores del zaragocismo

El delantero centro, uno de los escasos fichajes acertados de las direcciones deportivas zaragocistas en esta década (y pico) en Segunda, regresa de nuevo a La Romareda con el Oviedo. Su figura ejerce de reloj generacional cristalino.

Borja Bastón, en el partido Real Zaragoza-Real Mallorca de la liga 14-15. Con él, se ve a Jaime (izda.) y a Lolo (detrás).
Borja Bastón, en el partido Real Zaragoza-Real Mallorca de la liga 14-15. Con él, se ve a Jaime (izda.) y a Lolo (detrás).
Aránzazu Navarro/Heraldo

Borja González Tomás, en el mundillo del fútbol 'Borja Bastón' en honor a su padre, Miguel González Bastón, que fue portero profesional del filial del Atlético de Madrid, el Burgos y el Chaves portugués y que regía con el apelativo del apellido de su madre (abuela de Borja), ejerce este lunes 6 de noviembre de 2023 de hito referencial para calibrar el largo y tortuoso camino que el club aragonés lleva fuera de la élite. Interesante experimento.

Borja Bastón jugará de nuevo en La Romareda con el '9' del Real Oviedo, su actual club, a la espalda. Habrán pasado 9 años naturales, 10 temporadas, desde que lució ese mismo número con el Real Zaragoza y, sin saberlo entonces, estableció un nivel de rendimiento sobresaliente respecto de la inmensa mayoría de los delanteros centros que lo han sucedido en el puesto hasta hoy. Marcó 22 goles y dio cinco asistencias a sus colegas en los 36 partidos en los que vistió la camiseta blanquilla.

Bastón llegó en su día de la mano del director deportivo Ángel Martín González, recién aterrizado de urgencia a un Real Zaragoza que estuvo a punto de morir y desaparecer para siempre a finales de julio de 2014 por el veneno del agapitismo. Con solo 22 años, fue cedido por el Atlético de Madrid (este círculo ha vuelto a cerrarse en el presente por otras vías de conexión). Pero su precocidad hacía que aquella fuese su cuarta cesión, pues empezó su carrera en el profesionalismo en el Murcia, siguió en el Huesca y, antes de venir al Real Zaragoza, tuvo otro capítulo en el Deportivo de La Coruña. Era un emergente ariete al que el Atlético no quería soltar... por si explotaba del todo. Eso no terminó de suceder nunca.

De Zaragoza, tras su buen año, al que solo le faltó la guinda del ascenso (fue la campaña de la promoción fallida en Las Palmas por solo 7 minutos, iniciada en el banquillo por Víctor Muñoz y resuelta en un 90% del camino por Ranko Popovic), se marchó al Eibar y, así, pudo estrenarse en Primera División. El equipo zaragocista fue su trampolín para subir el nivel que le faltaba. Después de Ipurúa (18 goles hizo en su estreno en la cúspide nacional), el dinero de la Premier League inglesa lo llevó al Swansea de Gales. El año siguiente, tras no cuajar allí, volvió al Málaga. Un año más tarde lo fichó el Alavés. Todo en la burbuja de Primera. Y aún le buscaron otra segunda oportunidad en Inglaterra una temporada más tarde, en el Aston Villa de Birmingham. 

En plena pandemia, con la vida cambiada y el mundo alborotado, decidió volver a buscar su sitio en Segunda, en España. El Leganés fue su destino en 2020. Tras un año en casa, en Madrid, la normalización de las cosas le invitó a asentarse, por fin, en un lugar. Oviedo es su casa por tercer curso consecutivo, algo extrañísimo en el talante de un trotamundos, de culo inquieto, de un solo año de posado desde que empezó a ganarse la vida con el pelotón con 19 años. 

En este largo periplo, cada verano, incluso algún mercado de invierno donde Bastón no estaba a gusto en su destino volandero, siempre hubo hilos de agentes, representantes y adláteres que pusieron a Borja como opción para el Real Zaragoza. No se dio nunca ese regreso. Su caché era siempre elevadísimo para las economías de guerra del club aragonés.

Este lunes, volver a ver a Borja Bastón en La Romareda, de nuevo con los colores del Oviedo (con el que ya ha visitado dos veces el estadio, sin marcar en las redes locales), será una invitación a un viaje al pasado, reciente pero cada vez más lejano. Un resorte para recordar su excelente mezcla goleadora con Willian José, Jaime, Eldin Hadzic, Pedro... su sintonía en los pases y centros con Ruiz de Galarreta, Diego Rico...

Cuando futbolistas así retornan en la madurez de sus 31 años a Zaragoza como rivales, hay detalles vitales que describen de modo cristalino lo que significan 11 años lejos del fútbol de primer nivel en el entorno del Real Zaragoza. 

Una inmensidad. Una fractura irremediable con la historia que no podrá suturar con naturalidad ya, sea cuando sea el ascenso del equipo a Primera, el paso de generación a generación de los valores y sentimientos ancestrales del zaragocismo. Hay cientos y cientos de seguidores actuales, miles por lo tanto, que tienen en torno a los 18 o 20 años. Adultos, por lo tanto. Y apenas tienen recuerdos del Real Zaragoza de la máxima categoría. 

Por supuesto, para tener marca genética, vivida 'in situ' o contemporáneamente, de los últimos títulos, de las últimas presencias zaragocistas en Europa y de las grandes clasificaciones en la liga de Primera, el reloj biológico exige tener casi 30 años. De esta edad hacia abajo, el zaragocismo sufre una mutación irremediable en los cánones y valores tradicionales. Muchos de ellos están, si no perdidos, sí deteriorados, alterados, modificados.

Este lunes, habrá niños de 7, 8 o 9 años que mirarán a Borja Bastón y les parecerá un dinosaurio cuando sus padres les digan que jugó en el Real Zaragoza de la liga 14-15, hace nada. Ellos aún no había nacido. Ni siquiera estaban encargados.

Este lunes habrá en La Romareda o viendo el partido a través de la televisión jóvenes adolescentes de 14, 15 o 16 años que no tendrán ningún recuerdo de Borja Bastón como zaragocista pese a que solo hace 10 temporadas que jugó en el equipo aragonés, es decir, ya dentro de esta época de años consecutivos en Segunda tras el último descenso. 

Esta es la divisa, la moneda, la vara de medir que rige en los relojes y los tiempos del fútbol en su relación con las aficiones. Algo que muchos dirigentes, ejecutivos y personajes que pasan por las entidades -muchos sin ningún sostén histórico de arraigo- no manejan con la suficiente destreza como para entender el ADN de los clubes. No atender convenientemente a las cuestiones de sangre, no valorar como se debe a las cepas madres y milenarias, obviar a los 'pater familias' y volcar todo en la novedad y el modernismo tiende a producir monstruos. 

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