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Nace una nueva liga, la 23-24, con el espíritu de la competición alterado por el mercado abierto

Agosto acogerá tres jornadas y una cuarta se jugará al cierre de las ventanillas del zoco de fichajes. Para todos los equipos profesionales, que admiten año tras año esta anómala situación, este hecho supone una evidente impureza en la fase inicial del torneo.

Bakis y Francho, en el último partido jugado por el Real Zaragoza en La Romareda, ante el Millonarios de Bogotá colombiano, la semana pasada.
Bakis y Francho, en el último partido jugado por el Real Zaragoza en La Romareda, ante el Millonarios de Bogotá colombiano, la semana pasada.
Francisco Jiménez

Aún es 10 de agosto, San Lorenzo, ni siquiera se ha alcanzado el emblemático día de la Virgen, el 15 del octavo mes del año, el vacacional, el del parón de la vida cotidiana en España desde siempre, y una temporada más aflora el inicio de una nueva liga de fútbol profesional, la 2023-24. 

La Liga (antes LFP) lleva alrededor de una quincena de anualidades cambiando las costumbres de todo el mundo, entre el silencio de la muchedumbre. Primero, para engañar un poco al cuerpo, decidió que la competición, en vez de arrancar el primer fin de semana de septiembre como era tradición por puro sentido común de las cosas en un país mediterráneo, de temperaturas extremas de 40 grados en infinidad de días y latitudes, adelantó el nacimiento liguero al último sábado y domingo de agosto (en torno al veintitantos, veintimuchos). Eso duró poco, porque el siguiente giro de tuerca, un lustro después, fue dar otro pasito más en el mismo sentido y meter dos jornadas en agosto. De soslayo, se empezó a tragar por parte de la mansa masa futbolera con la obligación de ver fútbol de verdad ya desde el diecitantos del mes agosteño. Esto ha sido así en torno a una década hasta que, tras la pandemia, las herramientas hidráulicas de la patronal decidieron que la liga empezara incluso antes de la Virgen de Agosto. Este año, el día 11 ya rodará el balón con puntos en juego. Y todo el mundo a rumiar mirando como pasa el tren, como si esto fuese normal y razonable. 

Da igual que tres cuartas partes del país esté de vacaciones, el 90 por ciento de ellos desplazados fuera de su domicilio habitual durante el año (playa, montaña, el pueblo, el extranjero...). Nada importa que los socios/accionistas de los clubes/SAD que se incluyen en este referido reparto de dispersos vacacionales vayan a tirar a la basura dos o tres partidos de sus abonos por inevitable incomparecencia (al Real Zaragoza, la caprichosa Liga le ha colocado tres de los primeros cuatro partidos del nuevo torneo en La Romareda, parece un milagro que el cuarto se juegue fuera, en Tenerife).

Y, sobre todo, llama la atención como el efecto anestésico, depresor, hipnótico y estupefaciente que surge desde el cuadro de mandos de la industria del fútbol profesional consigue jugar estas tres primeras jornadas (este año, casi cuatro) con el mercado de fichajes y traspasos abierto de par en par. Es decir, con las plantillas en situación de provisionalidad e inconclusas en su arquitectura definitiva. Con futbolistas sobrantes que aún no se han ido y con fichajes que todavía no han llegado. Con jugadores que, merced a la opaca normativa interna que permite o impide inscribir jugadores en el censo oficial en La Liga, han tenido la puerta abierta para fichar por determinados clubes pero luego se ven impedidos para obtener la licencia a tiempo hasta que no se cumplan determinados algoritmos, ecuaciones, raíces cuadradas, cúbicas, teoremas y derivadas. 

Vienen, por lo tanto, los 9 primeros puntos de la nueva liga, las tres primeras jornadas, ocupando dos tercios de agosto, que ha pasado de ser el mes de las pretemporadas, de los torneos de verano, de los dimes y diretes entre cafés, vermuts, cañas y chiringuitos en las tertulias de amigos, a ser el mes de los primeros sofocones, las primeras alegrías, las primeras polémicas arbitrales, las primeras crisis en los clubes que patinan malamente... porque el negocio del fútbol profesional decidió que agosto es un mes tan hábil como noviembre, enero, marzo o mayo en esto del neofútbol de cifras con muchos ceros. 

Eso sí, 9 puntos, tres jornadas, a dirimir en un escenario con un porcentaje evidente de impureza. Porque, si agosto se defiende como un mes tan útil, necesario e imprescindible para el negocio como los demás, sin embargo, no es incluido en las normas reglamentarias que sí rigen en el resto. Con el mercado abierto, una vez más, habrá futbolistas que en estos 22 días de agosto se alinearán y marcarán algún gol con su actual equipo y, a partir del 1 de septiembre, lo harán con otro porque cambiarán de aires. Y hay otro contingente que no podrá empezar el torneo por no estar inscrito según manda la santa madre iglesia liguera y, por ende, cuando vuelvan a estar en el reparto de los créditos en tiempo y forma, modificarán artificialmente el potencial de ese equipo respecto del resto de los rivales a los que se enfrente después de este tiempo de improvisado comienzo de la competición. En plena liga.

El Real Zaragoza, en este verano de ilusión máxima por optar por el ascenso a Primera División, no llega demasiado alborotado en este sentido a su primera cita ante el Villarreal B, el sábado 12. Ha habido agostos recientes mucho más abollados en este sentido. Juan Carlos Cordero, su director deportivo, está desarrollando la metamorfosis profunda de la plantilla con una agilidad y una determinación plausibles en el tiempo (la calidad del género la marcará a partir de ahora el propio fútbol). Pero, aun así, habrá diferencias ostensibles -y sensibles- en el potencial final del cuadro zaragocista cuando llegue el 1 de septiembre y se hayan jugado ya tres jornadas (9 puntos) respecto al actual elenco. No estará por entonces Molina. Y sí habrán asomado por la puerta del vestuario un extremo más, un defensa central más, un delantero 'diferente' más y, tal vez, alguna guinda que este mercado que mistifica el primer tramo de la competición pueda ofrecer en esa locura global que a los agentes, representantes, ejecutivos y mercaderes les entra en las últimas 48 horas del plazo legal establecido para mover el género humano en este negociado. 

Así que, entre el 'silenzio stampa' y la aquiescencia de todos los implicados ante una anomalía palmaria a la que nadie quiere poner coto sorprendentemente, es cuestión de, con aire torero, coger un puñado de arena entre los dedos de la mano (debería dar lo mismo la izquierda que la derecha), besarlos, lanzarlos al aire mirando al cielo y pedir suerte a las advocaciones para que el principio de esta liga sea todo lo positivo que se sueña y se desea. Apelar al azar. Porque lo que depende de la razón, del sentido común, de la lógica de las cosas, sigue un año más sin repararse. Curioso envoltorio, contra natura.

¿Alguien dará alguna razón algún día de por qué se sigue actuando de este modo en el cierre del mercado de verano? ¿De cuál es la razón de por qué no se clausura 48 horas antes del inicio de la liga? ¿De por qué es tan imprescindible e innegociable que la liga empiece el 11 de agosto en España? O,  'a sensu contrario', ¿por qué no se combate entre los implicados todo este escenario tan pernicioso y se admite con sumisión medieval algo tan evidente?

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