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Cristian Álvarez regresa a Lugo, el lugar que le coronó como leyenda zaragocista

El portero argentino vuelve al Anxo Carro, el estadio en el que anotó su brillante gol de cabeza en el minuto 97 y que le elevó a los altares del zaragocismo hace apenas cinco meses. 

Gol de cabeza de Cristian Álvarez, el portero del Real Zaragoza, en el último minuto en Lugo (97') para lograr el 2-2 final.
Gol de cabeza de Cristian Álvarez, el portero del Real Zaragoza, en el último minuto en Lugo (97') para lograr el 2-2 final.
Carlos Castro/LOF

Hay lugares, espacios, que transforman vidas. Para bien o para mal. En el caso de Lugo, del estadio Anxo Carro de Lugo, se trata de un rincón que convirtió a Cristian Álvarez en leyenda eterna del Real Zaragoza. El guardameta argentino, que ya era uno de los futbolistas más importantes de la historia reciente de la entidad, escribió en tierras gallegas su nombre con letras de oro en las memorias zaragocistas. 

Cristian Álvarez ya era uno de los futbolistas con más predicamento en la historia reciente del Real Zaragoza. La estabilidad que le aportó su fichaje a una posición, la portería, siempre controvertida en Zaragoza le convirtieron temporada a temporada en un jugador reconocido y querido por la afición. Su rendimiento bajo palos, con etapas en las que fue jornada a jornada el mejor guardameta de la categoría, era indiscutible. Acostumbró al zaragocismo a un amplio abanico de estiradas en forma de milagros bajo palos. El arquero argentino ha parado balones de todo tipo y condición en las ya cinco campañas que lleva defendiendo la puerta de La Romareda. Sobre la mesa, en ocasiones, se ha situado el debate si es, o no, el mejor arquero de la historia del club. 

Sin embargo, hay una acción concreta, un momento exacto, que le convirtió para siempre en leyenda de la entidad aragonesa. Su gol de cabeza al Lugo, el lugar al que regresa este próximo domingo, elevó a una posición todavía superior al guardameta argentino. Por las formas, por el momento y el contexto, el tanto de Cristian en el Anxo Carro es pura historia. 

El rosarino igualó un partido crucial ante un rival directo con una acción de corazón. Aunque lo anotó con la cabeza, la fuerza se la dio el corazón. El Real Zaragoza, de penalti por medio de Adrián González, había igualado en el minuto 64 un partido áspero, de pura supervivencia. Era la jornada 37ª y los dos equipos peleaban por escapar de la quema del descenso. Un fallo en la defensa de un córner propició el 2-1 de Venancio en el minuto 81, un duro mazazo para un equipo que venía alzando el vuelo de la mano de Juan Ignacio Martínez en busca de una remontada compleja por la permanencia. 

Eguaras rozó el empate minutos antes con un latigazo desde la frontal y Vuckic forzó una falta al borde del área, en el costado izquierdo. Era el minuto 97 y subieron todos a rematar. Hasta la Virgen del Pilar. Sergio Bermejo envió con clase el cuero al segundo palo y Cristian Álvarez, con la cara, remató a la escuadra un balón que tocó en la espalda de Xavi Torres antes de volar hacia la red. El argentino, en trance, elevó el brazo derecho al cielo para festejar el segundo gol en la historia del Zaragoza que anotaba un portero, después del penalti de Chilavert a la Real Sociedad en enero del 90. "El gol fue una sucesión de hechos fortuitos. No sé qué carambola sucedió ahí. Vi venir el balón, fui con todo a rematarlo y no sé si me dio primero a mí, si le toca al defensa, la cosa es que yo conecté con la pelota y vi cómo se iba dentro", describió horas después. 

"Es algo increíble aparecer junto a su nombre porque Chilavert fue un monstruo goleador en la historia del fútbol mundial. Pero se trata solo de un dato, de una efeméride. Con el tiempo, este gol tomará dimensión real de lo que significa. Hoy aún no", dijo hace poco más de cuatro meses. Hoy, en cambio, el gol de Cristian en Lugo, que fue una piedra más (una fundamental de hecho), en el camino hacia la permanencia, ya ha adquirido su dimensión real entre el zaragocismo. Sirvió para que el club permaneciera en el fútbol profesional. Las ventas de camisetas con su nombre y dorsal, el '1', se dispararon en la tienda zaragocista en los días posteriores. Se desató la 'Cristianmanía'. Bendito sea. 

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