Las ventajas que vuelan cuando el equipo se echa atrás

El Real Zaragoza, que es bueno con balón pero se resiente sin él, ha desaprovechado marcadores favorables ante Lugo, Nástic y Osasuna cuando optó por el repliegue.

Momento en el que empata el Osasuna, en el minuto 72, en el último partido en La Romareda.
Las ventajas que vuelan cuando el equipo se echa atrás
José Miguel Marco

El paso de las jornadas, el discurrir de los partidos, el marchamo de los marcadores en el primer cuarto de la temporada del Real Zaragoza ya ha definido varios gestos, diversas facciones del rostro del equipo que maneja Natxo González. En los grandes trazos tácticos, es evidente que se trata de un grupo que, con los planes tácticos que propone el entrenador vitoriano, se desenvuelve bien con el balón en su poder pero, por el contrario, sufre cuando ha de actuar sin él. 

Y, dentro de esta faceta relativa a la posesión de la pelota, lo ocurrido en el último partido frente al Osasuna es un martillazo más sobre el mismo clavo ya visto frente al Lugo y el Nástic de Tarragona. Cuando el Real Zaragoza ha optado por el repliegue para apostar por defender ventajas mínimas en la segunda mitad de los partidos, ha salido trasquilado. No ha sabido sujetar los 1-0 favorables de los que disponía. Perdió en el Anxo Carro de Lugo (2-1) en los últimos 25 minutos; le igualó 1-1 el Nástic en La Romareda cuando ya transcurría el 87; y volvió a equilibrar el marcador el Osasuna a falta de 18 minutos para el final.

Son, evidentemente, partidos con distintos matices en su desarrollo. Pero los tres tienen el nexo común de apreciar cómo, tras ponerse el Real Zaragoza por delante en el tanteador, las reacciones de los rivales, todas con daño para el equipo de Natxo en el resultado definitivo, han llegado cuando el equipo blanquillo se ha aculado ante su portería, dejando de ejercer el manejo ofensivo del balón que había manifestado en el primer tramo de los partidos, tiempo en el que precisamente logró ponerse en ventaja sobre sus respectivos adversarios: Lugo, Nástic y Osasuna.

El día del Nástic, el más singular de los tres casos, tuvo el importante inconveniente de la expulsión de Borja Iglesias justo al borde del intermedio. Contra los de Tarragona, la excusa de Natxo para ejecutar el repliegue (intensivo, aquel día) fue la inferioridad numérica. Pero pareció exagerado. Los 10 atrás, sin pasar de medio campo durante minutos y minutos, sobreviviendo al pelotazo y esperando constantemente los centros al área de los catalanes, fue una arriesgada apuesta que acabó saliendo mal en un error. Con un hombre menos se puede jugar de un modo más natural pese a ese hándicap, sin hacer tan ostensible el menoscabo que genera la falta de una pieza.

En Lugo, el caso más doloroso porque concluyó en derrota, ya en tiempo añadido, la denuncia del desarrollo del juego fue muy notoria. Cuando el Real Zaragoza jugó con sus armas, sin pensar más que en poner el partido a su favor, fue superior al Lugo de cabo a rabo. Llegó bien arriba, gestó ocasiones de gol, atacó con criterio. Pero cuando se metió al zafarrancho defensivo y cedió el balón a los gallegos, perdió por completo el timón que había manejado con poderío. Y concedió las suficientes opciones a un rival malherido, el Lugo, para que se llevase el triunfo por 2-1 in extremis. Sin el balón, sin su personalidad propia como primer mandamiento, este Real Zaragoza baja muchos enteros.

Lo visto este domingo frente al Osasuna en La Romareda es, en buena medida, gemelo a aquel episodio de Lugo. Frente a un rival superior a los lucenses, este Osasuna puntero que viene de Primera, el Real Zaragoza cometió el mismo mal paso: irse atrás en la segunda parte a guardar, como primera premisa ideológica, el 1-0 precioso que había obtenido antes del intermedio. Nada tuvo que ver el talante zaragocista de los primeros 45 minutos con el que se apreció en los segundos. Las líneas estuvieron más estáticas y bastante más retrasadas como punto de partida. El balón ya no se tuvo en propiedad como lema de cabecera, se regaló sin intentar jugarlo en demasiadas salidas a la contra desde atrás. Apenas se vio vocación de control en la medular mientras el 1-0 lució en el marcador. Se jugó con el reloj en la mano, no con el balón en los pies.

Y así, como se extrae de estos paradigmas que la liga va dejando por el camino zaragocista, los triunfos que se tienen en la mano se están escapando. Por ahora, quizá para siempre, este equipo no está preparado para sujetar los 1-0 durante largos minutos al final de los partidos. O mata los marcadores con el 2-0 (casos del duelo ante el Numancia o el del miércoles en Lorca), o el riesgo de patinazo es serio. Le cuesta echar el cerrojo (cerrojazo, en el argot). Quizá Natxo, el año pasado en Reus, tuviera una estructura de equipo más acomodable al repliegue exitoso. Por ahora, en Zaragoza, al técnico de Vitoria no le están respondiendo los resortes debidos sobre el césped cuando intenta ganar mediante ese mecanismo. Siempre hay algún agujero, alguna vía de agua, que chafa el día. Igual es que aquí no va a poder hacerlo...

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