Acusado un hombre de 76 años de violar a su nieta menor de edad y con discapacidad mental en Zaragoza

El procesado, que negó los hechos, fue acogido por la familia 2 meses antes de la pandemia hasta después del confinamiento

El acusado, ayer, en la Audiencia Provincial de Zaragoza durante el juicio.
El acusado, ayer, en la Audiencia Provincial de Zaragoza durante el juicio.
Guillermo Mestre

José Antonio G. M., de 76 años, negó ayer haber agredido sexualmente a su nieta menor de edad durante los seis meses que estuvo alojado en casa de su hija adoptiva en tiempo de pandemia. La familia, compuesta por el matrimonio y dos hijos–un chico y su hermana pequeña, entonces de 15 años y con una discapacidad mental del 38%– lo acogió en su domicilio entre diciembre de 2019 y mayo de 2020.

Según el acusado, en ese periodo no pasó nada, no tocó a la chica, no se metió en su habitación, no le hizo daño ni tampoco la amenazó con matar a su gata si contaba algo a su madre. "Me gustan los animales", dijo el hombre. En su descargo, explicó que hace tiempo que es impotente y tuvo que cortar su relación de pareja por esa razón. "Todo lo que cuenta es incierto", declaró.

Apenas dio más explicaciones, pues no contestó a las preguntas de la acusación particular, ejercida por la abogada Elena Gabarre de Sus, que solicita para él 20 años de cárcel por un delito de agresión sexual –agravado por ser la víctima menor de 16 años, especialmente vulnerable y actuar con prevalimiento por ser su abuelo– y por un delito de amenazas. José Antonio G. M. sí respondió a la fiscal –que pide 15 años de prisión–, aunque sus respuestas no fueron más allá de negar la acusación. Su abogado de oficio, Pedro Jiménez, pide la absolución.

Sin embargo, su nieta, ahora de 19 años, dio muchas más explicaciones. La joven declaró tras un biombo acompañada de dos facilitadoras debido a su discapacidad, lo que no le impidió prestar un testimonio válido, como dejaron constancia las psicólogas.

Inteligencia límite

La chica tiene una inteligencia límite que le hace ser sumamente infantil. Llegó agarrada al peluche que le tocó en las ferias de las pasadas fiestas del Pilar, como le contó al presidente del tribunal, José Ruiz Ramo, y juró decir la verdad añadiendo que "siempre", como dando por sentado que no se miente nunca y menos en unos hechos tan graves.

A preguntas del magistrado y de las acusaciones, contó que su abuelo llegó a la casa y le regalaba "muchas cosas". Con su propio lenguaje y expresiones, relató que un día comenzó a tocarle los pechos y los genitales; que entraba al cuarto de aseo cuando se estaba bañando para verla desnuda y hacerle cosquillas, lo que aprovechaba para manosearla. Recordó que un día la llevó de compras a Gran casa, entró al probador cuando se estaba poniendo una prenda y le pidió que le enseñara los pechos. Como no quiso, le subió la camiseta, se los tocó y lamió. Ese día, cuando volvían a casa, le advirtió de que si le contaba algo a su madre mataría a su gata. "Era lo que más quería", recordó casi llorando. "Me dijo que le diría que yo lo provocaba, cuando eso era mentira", añadió. En días posteriores, al menos en cinco ocasiones, entró en su habitación y la penetró vaginalmente. "Me ponía un calcetín en la boca para que no gritara", manifestó. Indicó que otra vez se presentó en el instituto y, a través de la verja, la amenazó para que no dijera nada.

Pero un día, cuando el hombre se dio cuenta de que la chica, llorando, le estaba diciendo algo a su madre, "salió por la puerta y ya no volvió", declaró la progenitora. Ni ella ni el resto de la familia se enteró de lo que ocurría porque, tal y como explicaron, aprovechaba momentos en que iban a comprar o de noche. El hermano lamentó que en esa época se aislaba en su habitación. "Si lo hubiera visto no lo habría permitido", dijo en varias ocasiones dolido por no haber podido hacer nada.

Los síntomas que empezó a tener la menor tras lo ocurrido –ansiedad, pesadillas, no querer ir al instituto...– hicieron que su madre la llevara al médico, tras muchas pruebas, la derivaran a psiquiatría, donde contó lo ocurrido. La doctora en psicología Cristina Andreu ratificó que su relato es creíble, coherente y congruente y padece una sintomatología compatible con lo vivido. Antes de los hechos la chica no estaba medicada y ahora toma siete medicaciones y sigue en tratamiento.

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