Garín cumple 81 años: generaciones de zaragozanos a bordo de sus carritos de bebé

La emblemática firma de equipamiento para recién nacidos estrena ubicación en el paseo de Pamplona, y ha visto pasar todo tipo de modas y tendencias desde su creación por Modesto Garín en 1942.

María del Carmen Garín y su hija Carmen, descendientes de Modesto Garín, fundador de la empresa de equipamiento para bebés.
María del Carmen Garín y su hija Carmen, descendientes de Modesto Garín, fundador de la empresa de equipamiento para bebés.
Francisco Jiménez

En una época de malos tiempos para el comercio tradicional, cuando muchas tiendas con solera en Zaragoza han bajado la persiana definitivamente, asfixiadas en deudas por los nuevos hábitos de consumo y apuntilladas por una imprevisible y devastadora pandemia, cabe resaltar más si cabe la existencia de otras firmas “de siempre” que sobreviven contra viento y marea y cumplen años al servicio de los ciudadanos.

Es el caso de Garín, una empresa familiar especializada en cochecitos y mobiliario para bebés que rebasa las ocho décadas de vida. Son ya 81 años al servicio de generaciones de zaragozanos, desde aquel lejano 1942 en que Modesto Garín comenzó a reparar carritos en su taller de la calle Cerezo.

Viajemos, entonces, en el tiempo.

Modesto regenta Talleres Garín, un amplio espacio dotado con fragua y herrería en el que, entre otros servicios, repara los carros de reparto de muchos establecimientos de la Zaragoza de la época. Y si un carro es un armatoste de buen tamaño que puede ser arreglado, ¿por qué no reparar también los carritos de los bebés, mucho menores y más sencillos de manipular?

Así que Modesto se pone manos a la obra y no tarda en establecer contacto con la empresa Jané, nacida en Barcelona diez años antes y de la que enseguida se convierte en su servicio técnico oficial en la zona. La semilla de Garín como empresa especializada en cochecitos infantiles había sido plantada.

De regarla se encargó Modesto durante muchos años. Más tarde, de la mera reparación se pasó en 1992 a la venta de productos, y con ella a la incorporación paulatina de su hija María del Carmen, su yerno Sergio Fontaner y posteriormente sus nietas Carmen y Sonia, en lo que ya se había convertido en el negocio familiar.

Gran acogida de los clientes

El fruto de esa semilla fue la gran acogida de los clientes y el consecuente cambio de ubicación de la empresa, que a principios de 1996 pasó a instalarse en un local más grande y mejor acondicionado en Conde de Aranda y que por el camino perdió la palabra ‘Talleres’ para quedarse solo con Garín. El negocio se había diversificado y pasado de la reparación y venta de cochecitos a ofrecer también mobiliario, complementos y servicios de puericultura. La grafía oficial de la empresa, sin embargo, se mantiene inalterable tras ocho décadas y corresponde a la que ideó el propio Modesto con la estética y la elegancia de la época.

La misma que luce en la entrada del nuevo punto de venta, en el número 23 del paseo de Pamplona, junto a la Puerta del Carmen, donde otra Carmen, nieta de Modesto, sigue atendiendo a los clientes desde que se acometió la última mudanza de la empresa, el pasado 21 de mayo. ¿Ha cambiado en algo la filosofía de la casa en estas ocho décadas a pesar de tanto trasiego? “En absoluto. Creemos en la cercanía con el cliente y lo importante es que esté cómodo y se sienta bien atendido. Somos una empresa tradicional, y como tal no tiene sentido si no es familiar”, afirma, tajante esta representante de la tercera generación de los Garín.

Aunque si hablamos de generaciones, son muchas más las que han pasado por el establecimiento para adquirir sus productos, y ya hay zaragozanos que peinan canas que en su día fueron paseados en carritos que pasaron por manos de la familia, y que ahora hacen lo mismo con sus propios nietos.

Anécdotas para todos los gustos

De todo este tiempo, anécdotas no les faltan; como esos bebés que nacieron prematuros, algunos con apenas 900 gramos de peso, y que se perdían dentro de los carritos; como esos quintillizos a los que había que dotar de toda la parafernalia que necesita un recién nacido, obviamente por quintuplicado; como todas las personas famosas que han pasado por sus establecimientos y que sus dueños, por discreción, omiten poner cara y nombre. “Al fin y al cabo, son padres y madres como cualquier otro”, razona Carmen.

Desde detrás del mostrador, la familia también ha visto llegar (y en algunos casos desaparecer sin dejar rastro) modas y tendencias, y surgir nuevas necesidades. “Por ejemplo -explica-, ahora está de moda el colecho, que no es meter al crío en tu cama y ya. Hay un montón de accesorios para que sea seguro: correas, separadores... Pero hace quince años esto no se veía. Y quién sabe si dentro de otros quince seguirá en boga”.

También notan en Garín que ahora se reutilizan más los productos. “No hay reparo en heredar, reciclar, comprar de segunda mano”, asegura Carmen. Aunque, como en todo, siempre hay quien no se fía y prefiere tenerlo todo nuevo, y más después de la época covid. A su juicio, la gente se volvió un poco más desconfiada respecto a las condiciones higiénicas de algunos artículos, sobre todo en los primeros tiempos, cuando todavía no se sabía demasiado sobre el nuevo coronavirus, y prefería comprar. Y eso que surtir a un bebé no es precisamente barato. “Un carrito puede costar entre 500 y 1.200 euros, y eso solo el primero. El equipamiento completo para sus primeros meses de vida puede superar ampliamente los 2.000”, explica Carmen.

Comercio de proximidad

Lo que nunca cambia pasen los años que pasen es la petición de que un carrito pese poco, sea cómodo y fácil de plegar. En la memoria de todos están aquellos carritos enormes, de grandes ruedas, profusión de puntillas y estilo decimonónico, en los que todavía hoy se pasea a los bebés de algunas casas reales (al menos cuando salen en las revistas). “Ahora prima lo compacto”, asegura Carmen. Y es que a ver qué carrito de los antiguos cabe en los ascensores de hoy en día...

El caso es que, ochenta (y un) años después, Garín también se ha adaptado a los nuevos tiempos, aunque en algunos casos solo a medias. “No vendemos ‘online’. Nuestra web es solo un escaparate de los productos que ofrecemos. Somos un comercio de proximidad al cien por cien, y creemos en la cercanía con los clientes. Estar con ellos, escuchar sus necesidades y personalizarlas, permitir que vean, toquen, prueben los productos. Todo eso es fundamental para una buena venta y un posterior servicio en condiciones. Lo importante es que estén cómodos, y gracias a ello el boca oreja pasa de padres a hijos. Nuestra esencia es mantener la tradición”, concluye Carmen.

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