Una semana después del derrumbe en Teruel: "No recuperaremos todo lo que perdimos"

Las diez familias realojadas intentan normalizar su vida tras el suceso.

Pilar e Isidro, en un piso cedido por la Diputación de Teruel, tratan de rehacer su vida.
Pilar e Isidro, en un piso cedido por la Diputación de Teruel, tratan de rehacer su vida.
Antonio García/Bykofoto

Cuando se cumple una semana del derrumbe de un edificio de cinco plantas en la calle San Francisco de Teruel, diez de las 23 familias que se quedaron sin hogar ya han sido realojadas en pisos gracias al apoyo del Ayuntamiento y la Diputación de Teruel. Todas intentan organizar de nuevo su vida lidiando aún con el duelo por haber perdido su casa, sus recuerdos y, en algunos casos, sus mascotas.

Así se encuentran Isidro Navarro y Pilar Catalán. El matrimonio ha ido a vivir a un piso cedido por la DPT. La casa es amplia y luminosa, está bien amueblada y se encuentra en una de las principales avenidas de la ciudad. Sin embargo, ambos echan en falta el que fue su hogar durante 20 años.

«Es un gran alivio que nos hayan facilitado esta vivienda. Es prestada, pero podemos empezar desde aquí una nueva vida», explica Pilar mientras organiza la ropa y algunos obsequios que les llegan de ciudadanos que se solidarizan con ellos. Relata que tanto los compañeros de trabajo de su marido como los del suyo han organizado colectas para ayudarles y que en muchos de los comercios a los que entran para comprar lo necesario les hacen descuento o les regalan el producto.

El matrimonio ha contactado con la compañía con la que aseguraron su vivienda. Confían en recuperar al menos una tercera parte de lo perdido, si bien temen que todo llegue «a largo plazo». Su deseo es poder permanecer en el piso de la Diputación hasta reunir la cuantía para comprar siquiera un pequeño apartamento en el que continuar sus vidas. Mientras, tratan de asimilar que solo hace dos años que terminaron de pagar la hipoteca del piso de San Francisco y que todo ha quedado en ruinas. «No logramos conciliar el sueño; la angustia y la ansiedad pueden con nosotros», dice Isidro. «Esta noche he recorrido mentalmente la casa de San Francisco habitación por habitación, una y otra vez», relata ella.

Otro de los evacuados, Julián Asensio, ha ocupado un piso de alquiler que le ha proporcionado el Ayuntamiento. Agradece la atención, pero no oculta que añora su casa. «Este piso no tiene mi alma y los muebles son deprimentes», lamenta. Empleado en una empresa de transformación de vidrio, confesó haber pasado «toda la noche llorando», preocupado por hallar la fórmula que le permita comprarse una casa.

A la espera de una vivienda se encuentra todavía Maribel Carretero, que permanece en casa de su hija obligándola todas las noches a desplegar el sofá-cama para dar acomodo a toda la familia. Cuando se desplomó la finca, no hacía ni un mes que acababa de pagar la hipoteca. También aguardan una solución José María Luz y su esposa, instalados con una de sus hijas y recibiendo el cariño de sus nietos en esta crítica situación.

Javier Carbó, que al igual que el resto de quienes no han encontrado casa permanece en el albergue de Cáritas, considera que hay «muy buena disposición por parte del Ayuntamiento», si bien teme que la Vaquilla, la cita electoral del 23-J y el verano ralenticen el realojamiento. «Quiero volver a ordenar mi vida ya», subraya.

Seis meses

El Ayuntamiento paga a los propietarios que se quedaron sin casa el alquiler de una nueva vivienda y a aquellos que residían en un piso arrendado les abona la diferencia. También asume los gastos asociados, como la fianza. Lo hace por un plazo de 6 meses, tras el cual revisará cada caso. «Se atiende a todo el mundo y lo estamos haciendo lo más rápido posible», afirman fuentes municipales.

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