Edificio Amantes: Historias que yacen bajo los escombros

Los vecinos del número 21 de la calle San Francisco de Teruel siguen conmocionados por la tragedia vivida el martes, cuando su edificio se desplomó en unos segundos. Sus pertenencias y sus recuerdos de toda la vida se redujeron a escombros. "Lo hemos perdido todo", lamentan

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Dolor. Desconsuelo. Lágrimas. Los vecinos del número 21 de la calle San Francisco de Teruel siguen conmocionados tras la tragedia vivida el pasado martes, cuando el edificio entero se redujo a escombros en apenas segundos. Quedaron sepultadas sus pertenencias, sus recuerdos, sus objetos de valor; y, en algunos casos, incluso sus mascotas. Una herida imposible de cicatrizar. "Si llega suceder de madrugada, podríamos haber muerto todos", denuncian los afectados, devastados tras haber perdido sus casas, e indignados por los repetidos avisos que, según ellos, fueron ignorados por el Ayuntamiento. 

Edificio Amantes: una construcción residencial de 1974

Planta por planta: las historias de una vida

gráfico pisos edificio amantes
5ª planta
"Los pilares del garaje se movían cuando bajé a por el coche"

José Luis Fernández y Ramona Aguirre (5ºC)
​La presidenta de la comunidad alertó a todos los vecinos. José Luis Fernández y Ramona Aguirre, de 79 y 85 años, estaban y escucharon su aviso. "Intenté abrir la puerta, pero ya había cedido y no se podía quitar el cerrojo. Tuve que deshacerme de él con un martillo", cuenta José Luis. Después, decidió bajar al garaje a por su coche: "Los pilares ya se movían y junto con otro vecino que también estaba sacando el coche fuimos los últimos en lograrlo". Después, aparcó su vehículo cerca y volvió al bloque. "Intenté subir a mi casa para coger a mi canario, pero los bomberos ya no me dejaron", cuenta. Triste, José Luis, asume poco a poco lo sucedido: "Ahora, con casi 80 años, toca volver a empezar de nuevo". 

José Luis Fernández y Ramona Aguirre (5ºC), en el albergue de San Nicolás.
José Luis Fernández y Ramona Aguirre (5ºC), en el albergue de San Nicolás.
Javier Escriche

Las hermanas Toribio: Matilde y Ramona (5ºB)
​A pesar de haberse quedado sin casa, las hermanas Toribio, Matilde y Ramona, de 80 y 87, se alegran de que no haya que lastimar muertes. "Gracias a dios no ha fallecido nadie. Si se llega a quedar alguien, eso hubiera sido horrible", aseguran. Las ancianas no estaban en el bloque de pisos cuando alertaron de su derrumbe. "Nosotras fuimos de compras y a misa. Nos dijeron que lo pasaron fatal cuando nos llamaban a la puerta y no respondíamos porque pensaban que sí que estábamos dentro", relata Ramona, que especifica que el coche está debajo de los escombros. Ahora se han trasladado a la sierra de Albarracín, donde tienen una segunda vivienda para el verano. "Estamos buscando un apartamento en Teruel porque no queremos renunciar a vivir allí. Tenemos nuestra vida en la capital", sostiene Matilde. 

Feliciana Espinosa y sus tres hijos (5ºA)
Vivían de alquiler en el edificio que se derrumbó desde hace tiempo y tenían "muchas cosas de valor" que habían adquirido. Feliciana Espinosa vivía allí con sus tres hijos, de 24, 22 y 17 años. "Yo estaba trabajando y cuando me enteré de los sucedido, me quedé en 'shock'. Esto no se supera. Allí estaba todo lo que teníamos", asegura. Ahora están en el albergue de San Nicolás, al igual que otras familias afectadas.


Planta 4ª
​"Necesito encontrar a mi perro, esté vivo o muerto"

Esther Martín (4ºC)
Tal y como marca la rutina de Esther Martín, el martes estaba en el colegio donde imparte clases cuando vio aparecer a su hermana. "Nunca viene y eso me asustó. Algo había pasado. Me dijo que el edificio se había derrumbado", declara. Su perro, Choco, estaba en su piso. "Creía que alguien igual lo había rescatado, pero no. En todo caso, la presidenta me dijo que no ladró cuando tocó a mi puerta. Tengo la esperanza de que consiguiese escapar", especifica. Ahora, asegura, "necesito encontrar a mi perro, esté vivo o muerto". "Yo estoy entre la catástrofe y el duelo. No ha fallecido nadie, pero para mí mi perro es como si fuese una persona", apostilla Esther, de 42 años, que al mismo tiempo se siente "agradecida" porque siente que es "una nueva vida". "Todo lo que venga a partir de ahora será bueno, porque ahora no hay nada", sentencia.

Esther Martín (4ºC), necesita encontrar a su perro.
Esther Martín (4ºC), necesita encontrar a su perro.
Antonio García /Bykofoto

Manuel Sebastián (4ºB)
El martes, Manuel Sebastián, sacerdote de varias parroquias de Teruel, salió su casa, propiedad de la Diócesis, a las 8.30 de la mañana. "Yo no noté nada raro en el garaje. Debió de ser todo de repente. Yo me enteré porque me llamó mi hermana para decirme que no llevase el coche a casa porque habían acordonado la zona", explica el cura de 76 años. Cuando terminó de celebrar misa, pasó por la Policía Local para preguntar cuándo podría llevar el coche a su casa y qué estaba sucediendo. "Me habló del derrumbe, aunque en ese momento creo que no había caído aún el edificio", especifica. Cuando llegó a la calle San Francisco, se encontró con una situación "muy triste": "Fue una lástima tremenda ver a todo el mundo llorar". "Si llega a pasar a media noche, podríamos haber muerto todos", sentencia. 

Don Manuel Sebastián (4ºB), sacerdote de la capital turolense.
Manuel Sebastián (4ºB), sacerdote de la capital turolense.
Antonio García /Bykofoto

Carmen Torán (4ºA)
Carmen Torán y su marido, Juan Velasco, ambos de 74 años, vivían en Barcelona y compraron el piso hace cinco años. El martes, explica, "fue todo muy rápido". "La presidenta llamó y nos dijo que bajásemos inmediatamente. A nosotros no nos dio tiempo a sacar el coche. Bajamos todo lo antes posible y salí con lo puesto. Aún no me he hecho a la idea de que no tengo casa", se sincera.

Planta 3ª
​"Hemos cancelado nuestro viaje de novios"

Francisco Quesada (3ºB)
La propietaria es la tía de Francisco Quesada, Natividad Quesada, pero él residió allí hasta los 14 años. "Han vivido mis abuelos y mi familia durante décadas. Ahora estoy independizado. Vivo enfrente y la verdad es que no puedo mirar por la ventana. Me desmorono, no puedo recordarlo", asume el joven, que asegura que "todo lo que había en el interior de ese piso tiene un valor sentimental muy importante".

Francisco Quesada (3ºB)
Francisco Quesada (3ºB)
Javier Escriche

Guillermo Narro y Gracia Losada (3ºC)
Tres días antes del derrumbe, Guillermo Narro y Gracia Losada estaban celebrando su boda en Albarracín. "Nos quedamos allí y cuando recibimos la llamada y nos dijeron lo que había pasado, no nos lo podíamos creer. La idea era volver ese mismo día a Teruel, pero ahora no estamos preparados para vivir allí. Estamos fatal", dice Guillermo, que vivía allí con la que ahora es su mujer desde hace unos años. "El piso es de mi hermana y estábamos de beneficiarios. Hace no mucho hicimos una reforma", lamenta. El próximo 22 de junio iban a poner rumbo a Costa Rica para disfrutar de su luna de miel. "Hemos cancelado todo porque si extienden los escombros nos gustaría recuperar todo lo que se pueda", asegura el joven de 30 años que no entiende cómo ha podido llegar a derrumbarse su casa. "Llevábamos informando de filtraciones desde hace tiempo pero no nos hacían caso. Nosotros no somos expertos, no nos imaginábamos que algo así podía pasar", denuncia.

Guillermo Narro y Gracia Losada (3ºC)
Guillermo Narro y Gracia Losada (3ºC)
HA
Planta 2ª
​"Estamos todos y podíamos no estar nadie"

Humildad Martínez (2ºC)
​Fue una de las heroínas del derrumbe del edificio. Humildad estaba trabajando, pero su hijo bajó al garaje porque también tenía que empezar su jornada. "Me llamó para decirme que cuando pudiese fuese a sacar el coche porque caían arenilla y trozos de pared. Pensaba ir en el descanso, pero como llevábamos días con problemas pensé mejor ir en ese momento", relata. Cuando llegó al garaje, la situación había empeorado: "Ya no era lo que me había contado mi hijo". En ese momento pensó que lo mejor era avisar a los vecinos para que saliesen de casa. "Ascendí hasta el quinto piso y fui puerta por puerta. Me costó porque subí andando ya que el ascensor no funcionaba. Y menos mal porque si no posiblemente me hubiese quedado ahí. Me encontré a una vecina en el primero y le pedí que alertase a los de su planta", narra. Tras avisar a sus vecinos, llamó al 112. "Llegaron muy rápido y la mayoría estábamos fuera. Ayudaron a salir a los últimos que quedaban", indica. Afectada por haber perdido el piso, le reconforta saber que al menos todos los vecinos están bien. "Si mi hijo no llega a bajar al garaje y alertar, no lo estamos contando nadie. Estamos todos y podíamos no estar ninguno", dice entre lágrimas.

Humildad Martínez (2ºC) fue una de las heroínas de esta tragedia.
Humildad Martínez (2ºC) fue una de las heroínas de esta tragedia.
Antonio García /Bykofoto

Oliver Jarque (2ºD)
Cuando se empezó a edificar en esa zona de la calle San Francisco, explica Oliver Jarque, "el edificio fue la obra maestra del momento". "Era un bloque de viviendas muy turolense", incide. Ahora no residía ahí, pero tenía el piso alquilado. "Nos llamó la inquilina y fui. Vi cómo se cayó delante de mis ojos. Los bomberos y la policía se jugaron el tipo y fueron los primeros en consolar a la gente. Lo cierto es que si pasa de madrugada, ahora estaríamos sacando cadáveres", resume. 

Oliver Jarque (2ºD) insiste en que hubiese sido una tragedia si sucede de noche.
Oliver Jarque (2ºD) insiste en que hubiese sido una tragedia si sucede de noche.
Antonio García /Bykofoto
Planta 1ª
​"Y de repente, todo lo que tienes se cae delante de tus ojos"

Teresa Pellón (1ºA)
El edificio lanzó dos avisos, lo que hizo alertar a los vecinos. Uno de ellos fue a Teresa Pellón –de 69 años–, que vivía con su hijo y sus dos nietos ."Estaba hablando con el seguro porque había tenido filtraciones en casa de aguas fecales. Fue colgar y el sillón cedió", explica. Inmediatamente después, cuenta, cogió el bolso y salió de su casa.
"Me encontré con la presidenta, que había empezado a llamar a las puertas de los vecinos para que saliesen del edificio. Me dijo que tocase yo a los pisos de mi planta", relata. Justo después, salió corriendo del número 21 de la calle San Francisco. "Yo sabía que mi casa se iba a caer. No imaginaba que todo el edificio, pero sí mi planta porque las filtraciones que teníamos no eran normales", lamenta. Ahora está asentada en el albergue de San Nicolás, al igual que otros afectados. "Me preocupa la situación de mi hijo. Yo, a mi edad, puedo ir a una residencia, pero él tiene dos niños y necesita una casa", defiende.

Teresa Pellón, afectada por el derrumbe, se instaló en el albergue de San Nicolás.
Teresa Pellón, afectada por el derrumbe, se instaló en el albergue de San Nicolás.
Javier Escriche

Isabel Félez (1ºB)
Como si fuese "una pesadilla". Así lo están viviendo Isabel Félez y su familia. Allí pasó su infancia, donde ahora residía su madre, Maribel Carretero, de 57 años. "Cuando se cayó el edificio, para nosotros, se cayó el mundo. Ahora estamos mal, pero con el tiempo estaremos todavía peor. Mi madre se encontraba en el médico cuando sucedió todo. Afortunadamente, los bomberos pudieron rescatar a nuestro perro, pero no al gato porque se debió de esconder", lamenta Félez, que también echa en falta no tener "las cenizas de su padre y de otro perrito que murió". Los vecinos, denuncia, "llevaban tiempo preocupados". "A mi madre le salían aguas fecales por el retrete y la ducha". Ahora, Maribel vive con su hija. "Necesitamos estar juntas y apoyarnos", subraya.

Isabel Félez es la hija de Maribel Carretero, una de las afectadas por el derrumbe.
Isabel Félez es la hija de Maribel Carretero, una de las afectadas por el derrumbe.
Javier Escriche

Isidro Navarro y Pilar Catalán (1º C)
No estaban en casa cuando todo sucedió. Pilar Catalán estaba trabajando e Isidro Navarro haciendo unas gestiones. "Nos enteramos por teléfono. Estamos fui afectados. Acabábamos de terminar de pagar la hipoteca del piso", lamenta Isidro. "Además –añade– nuestro gato, que llevaba 13 años con nosotros, se quedó dentro". Emocionado y entre lágrimas, lamenta la situación: "Hemos perdido todo lo que teníamos, menos a nuestras dos hijas. Ellas están independizadas". Por el momento, Isidro y Pilar permanecen junto a otros afectados en San Nicolás y agradecen el trato recibido por Cáritas y Cruz Roja. "La gente está volcada con nosotros. El otro día fuimos al mercado a comprar productos de primera necesidad y en cuanto se enteraron de que éramos afectados por el derrumbe, una mujer, Carmen, nos dijo que cogiéramos gratis todo lo que quisiéramos", cuenta Pilar.

Isidro Navarro y Pilar Catalán (1º C), a las puertas del albergue de San Nicolás.
Isidro Navarro y Pilar Catalán (1º C), a las puertas del albergue de San Nicolás.
Javier Escriche

Félix y Amparo Gargallo y Sagrario Bayo (1º D)
Llevaban casi cinco décadas en su piso. Félix Gargallo –de 79 años– y Sagrario Bayo –de 74– fueron de los primeros en comprar su vivienda en el bloque 21 de la calle San Francisco. Vivían con su hija, Amparo Gargallo, de 46 años. En el momento del derrumbe, solo Sagrario estaba en casa. "Mi madre estaba en la cama y la primera vez no abrió la puerta. Luego la sacaron en volandas los bomberos. Me vino a buscar al trabajo con zapatillas de estar por casa, pijama y bata. Pensé que algo grave estaba sucediendo, pero nunca me imaginé una tragedia así", explica Amparo. Cuando llegó a las puertas del edificio, todos los vecinos estaban fuera. "Y de repente, todo lo que tienes se cae delante de tus ojos. Nunca voy a volver a abrir la puerta de mi casa", llora. Tampoco tendrá, añade, recuerdos de sus abuelos, de su tía y de su madrina. "Lo hemos perdido todo. Habíamos reformado hace poco la cocina y el baño. También habíamos cambiado las puertas", declara Amparo, que exige soluciones. "El solar es nuestro, así que deberían de construir ahí mismo un edificio y que cada vecino tuviese su casa. Si no se puede ahí, que lo hagan en otro sitio. Necesitamos la colaboración y apoyo de todas las administraciones. Tenemos que recuperar nuestras vidas", defiende.

Félix y Amparo Gargallo y Sagrario Bayo (1º D), junto a la estación de tren. Ahora, viven con su otra hija.
Félix y Amparo Gargallo y Sagrario Bayo (1º D), junto a la estación de tren. Ahora, viven con su otra hija.
Antonio García /Bykofoto
Planta calle
​"Fuimos los últimos en salir del edificio"

María Dolores Herrero (bajo)
Aunque parezca extraño, los vecinos del bajo fueron los últimos en salir del edificio. "Nosotros no escuchamos que nos avisasen. Mi marido salió porque escuchó bullicio y cuando se enteró y volvió a por nosotros, ya estaban los bomberos. Fuimos los últimos en salir. De hecho, a mi nieto lo sacaron los bomberos", explica María Dolores Herrero, de 69 años, que vivía allí desde hace tres décadas con su marido, José María Luz Luz, y el martes su nieto estaba con ellos porque "se había puesto malo". Ahora están en casa de su hija y lamenta no haber podido coger nada. "Salí con lo puesto. A mi me gustan mucho las jotas y tenía bastantes. Ahora me he quedado sin ninguna", asume. 

María Dolores Herrero (bajo)
María Dolores Herrero (bajo)
HA