Déficit de orientadores educativos en Aragón: "Estoy atendiendo al alumnado en fragmentos de media hora y cada 15 días"

Dos profesionales hablan de cómo desarrollan su trabajo en centros que superan la ratio de 250 alumnos por especialista recomendada por la Unesco.

Montse Palacín, orientadora del instituto Hermanos Argensola de Barbastro
Montse Palacín, orientadora del instituto Hermanos Argensola de Barbastro, en su despacho
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"Tengo la sensación de que mi labor es muy de apagafuegos, las mañanas son un sobresalto tras sobresalto. Y si a esto le sumamos la burocracia, al final del día tengo la sensación de que no llego donde debería. Me gustaría dedicar más tiempo a los alumnos", cuenta Montse Palacín, orientadora del instituto Hermanos Argensola de Barbastro. Una opinión que comparte Eduardo Felipe, su homólogo en el centro público integrado (que engloba de infantil a Secundaria) Galo Ponte de San Mateo de Gállego: "Cada vez hay más necesidades y más papeleo y menos tiempo para dedicar a los niños y las familias, cuando es lo que más necesitan".

La Unesco recomienda un orientador escolar por cada 250 alumnos, pero según el informe presentado el pasado lunes por UGT, esta ratio se supera con creces en muchos centros, sobre todo en Zaragoza, llegando incluso a un especialista por cada 1.000 estudiantes. 

Palacín tiene que atender a 600 adolescentes y jóvenes de ESO a Formación Profesional (FP), aunque reconoce que la demanda baja en los grados medios y superiores. Al colegio Galo Ponte asisten 450 alumnos desde Infantil a 4º de la ESO, y Felipe se siente "un privilegiado" si se compara con "compañeros que están en institutos con 1.200 y 1.300 chicos y chicas".

El problema, opina Palacín desde sus 32 años de experiencia, es que tienen asignadas más tareas de las que pueden asumir. A las evaluaciones psicopedagógicas les dedican muchas horas. "Son la única manera de lograr de forma estable los apoyos que necesita un alumno y que tiene que conceder Educación al centro. Es un proceso que requiere mucha dedicación", explica.

Además, considera que están "saliendo a la luz" en los chavales problemas de salud mental de la pospandemia que hasta ahora permanecían enmascarados. "No hablamos necesariamente de ideación suicida, sino de situaciones de ansiedad, depresión, apatía, falta de motivación, falta de apoyo en el hogar...", describe. 

Esto provoca que en el día a día se afronten "las situaciones que surgen y los casos urgentes" y no se aborden con "la profundidad" que les gustaría otras cuestiones. Ocurre con la orientación académico profesional: "Todavía no he podido empezar a reunirme individualmente con los alumnos de 4º de la ESO y 2º Bachillerato y estamos al final del segundo trimestre. De momento lo estoy resolviendo con reuniones a nivel grupal".

"En el día a día afrontamos las situaciones que surgen y los casos urgentes y no se abordan con la profundidad que nos gustaría otras cuestiones" (Montse Palacín)

Esta orientadora reconoce que tiene la "gran suerte" de contar en el equipo con el perfil de profesorado de servicios a la comunidad. Se trata de un trabajador social que atiende al alumnado con absentismo y el trabajo preventivo con las familias y los chicos. UGT denuncia que hay equipos de orientación en Zaragoza donde este especialista lleva a su cargo 3.500 estudiantes y hay centros en los que solo pueden pasar una vez por semana. 

Para esta especialista, en los institutos debería haber un orientador por cada jefatura de estudios, en el suyo hay tres: para 1 y 2 de la ESO, para 3 y 4 también de Secundaria y para Bachillerato y FP. Algo que valora positivamente son las oportunidades que tienen para formarse a través de los centros de profesores y recursos. Personalmente, este "no dar abasto" le supone un coste psicológico. "Te vas del instituto pensando en lo que te ha quedado por hacer y sientes pura impotencia", concluye. 

"Asesorar al profesorado queda en un segundo plano"

Para Eduardo Felipe este es su tercer curso como orientador en el colegio Galo Ponte de San Mateo de Gállego y antes estuvo en el instituto Pedro de Luna de Zaragoza. "Tengo la sensación de que cada vez hay más protocolos, contra la ideación suicida, contra el acoso, ante la violencia de género y la violencia sexual, pero que nosotros seguimos siendo los mismos en número", resume sobre cómo percibe la carencia de este perfil de profesionales.

"Estoy atendiendo al alumnado en fragmentos de media hora y cada 15 días. Me gustaría disponer de más tiempo para cada unos de ellos y su familia, pero la atención personalizada que sería ideal es casi imposible de llevar a la práctica", reconoce.

"Tengo la sensación de que cada vez hay más protocolos, pero que nosotros seguimos siendo los mismos en número" (Eduardo Felipe)

Le gustaría trabajar más el ámbito de la prevención y el desarrollo de programas inclusivos junto a los docentes, aunque lamenta que "asesorar al profesorado se queda en un segundo plano" cuando hay que priorizar las necesidades.

Una ventaja que sí está viviendo al llevar ya tres años en su plaza es la generación de un "vínculo" con los chavales que ve cómo evolucionan. "Algunos de los que acuden a ti se abren en canal, lloran y verbalizan lo que sienten. Si cada curso tienen como referencia a alguien diferente no llega a establecerse esta relación de confianza", mantiene. 

También ve como una fortaleza en el medio rural que la coordinación con los profesionales sanitarios de la zona es "mucho más rápida y directa" que en una ciudad como Zaragoza, aunque estén más limitados los servicios y las opciones a los que derivar a los alumnos. Felipe pone el acento en la salud mental. Cuando afronta el caso de algún escolar siente que hacen una labor de "contención" hasta que llegan a las consultas de los especialistas, lo que en el caso de los recursos públicos suele tardar tiempo y "no todas las familias pueden recurrir a la iniciativa privada". 

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