URBANISMO

Espacios amables o arquitectura hostil, ¿de qué lado está Zaragoza?

En las redes proliferan ejemplos de grandes ciudades con mobiliario urbano incómodo que 'expulsa' a las personas sin hogar de plazas y parques.

Algunos ejemplos de bancos, verjas y protecciones de alféizares en Zaragoza.
Algunos ejemplos de bancos, verjas y protecciones de alféizares en Zaragoza.
Heraldo

Lo llaman ‘arquitectura hostil’ y hace referencia a las bolas de hormigón, los barrotes en los alféizares o los bancos incómodos con los que se trata de evitar que las personas -muchas de ellas sin hogar- ocupen el espacio público. En Madrid y Barcelona hay asociaciones que tienen radiografiados muchos ejemplos en casi todos los barrios de ambas ciudades pero, ¿se da tal fenómeno en Zaragoza?

Algún ejemplo aislado sí puede encontrarse y todavía resuena la polémica de la supresión (y luego rectificación) de los bancos de la plaza de la Magdalena, que se retiraron por “causar problemas de convivencia ya que eran utilizados por indigentes y trapicheos con drogas”, según se justificó en la junta de distrito del Casco Histórico. Sin embargo, en las últimas reformas de plazas y avenidas una de las directrices de urbanistas y arquitectos es apostar por espacios “inclusivos y convivenciales”, aún cuando parte del mobiliario urbano (véase el de la calle de San Miguel) pueda ser discutible. 

"El fenómeno de la arquitectura hostil se da en las grandes ciudades, donde hay mucho mayor choque de clases sociales y se busca la segregación", argumenta el arquitecto Carlos Marín La Moneda, que no cree que en Zaragoza puedan hallarse muchos ejemplos de rejas, alambres, o incluso cercas, que traten de evitar la ocupación de portales o alféizares donde se sientan los jóvenes. De hecho, Martín La Moneda apunta a los ejemplos de la ribera del Ebro, con "espacios verdes que invitan a estar", o de la fase renovada de la avenida de Navarra, donde "los criterios responden al urbanismo útil y social: todo son zonas de encuentro vecinal y tratan de recuperar la calle como espacio social".

En distintas calles de Zaragoza sí puede verse cómo se han sustituido bancos alargados por asientos individuales o cómo se han colocado reposabrazos en los bancos largos para impedir que la gente se tumbe. También muchos particulares tratan de que no se utilicen sus alféizares como poyetes donde sentarse y colocan macetas, filigranas metálicas o, simplemente, piezas de metacrilato para impedirlo. Es este también el motivo por el que cada vez hay más cajeros a pie de calle y menos en los que haya que cruzar una puerta (el consabido refugio de muchos indigentes) y también es la razón por la que en las zonas saturadas de bares muchas comunidades de vecinos han sacado las rejas hasta el límite del portal. En los entornos de Zumalacárregui, la plaza de San Felipe o Doctor Cerrada se ve cómo los residentes no quieren que se utilicen sus escaleras para hacer botellón y han colocado puertas enrejadas hasta la calle con la intención de que se respete su propiedad y su descanso.

Combo de fotos de Barcelona recopiladas por la Fundación Arrels.
Combo de fotos de Barcelona recopiladas por la Fundación Arrels.
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En este sentido, la arquitecta Izaskun Chinchilla explica en su libro ‘La ciudad de los cuidados’ cómo la arquitectura hostil está más presente "en los espacios públicos de propiedad privada", por lo que no sería todo achacable a una actitud municipal de limitar el uso del espacio urbano. Según la experta, muchos de los diseños de arquitectura hostil se han hecho pensando en evitar a los ‘sintecho’, pero acaban por dibujar el paisaje urbano para todos. Cita los bancos con varios reposabrazos o los bancos inclinados en los que solo se puede uno apoyar pero no sentar (los hay en la Estación Delicias) o aquellos otros con forma de tubo metálico de las paradas de autobús. Al margen de los ‘sintecho’, estas medidas también tratan de evitar "otros colectivos como los que practican ciertos deportes urbanos (existen barandillas con pinchos 'antiparkour' y 'antiskate'), comen o consumen alcohol y tienen mucho tiempo para permanecer sentados y ocupar el mismo espacio", escribe Chinchilla.  

Los bajos de un puente en la ciudad china de Guangzhou.
Los inhabitables bajos de un puente en la ciudad china de Guangzhou.
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Hace unos días se volvió viral la imagen de la calle de Jacinto Benavente de Madrid en la que se han vallado los jardines colocando la verja al límite del banco de piedra para inutilizarlo. Numerosas asociaciones vecinales y sociales pusieron el grito en el cielo y recordaron que, incluso, el papa Francisco en junio de 2019 ya criticó el "ensañamiento de este tipo de arquitectura contra los pobres". 

Recordó el pontífice que el 43% de las personas sin hogar obtienen sus ingresos pidiendo en la calle y, aunque la mayoría acude a los comedores sociales, muchos prefieren dormir a la intemperie como pueden. En algunos países como Brasil ya se ha legislado y se están tomando medidas contra el diseño de mobiliario urbano que “expulse” a las personas de las calles.

En ‘La ciudad de los cuidados’ también se cuestiona que frecuentemente muchas fuentes públicas estén sin agua para que nadie pueda asearse. "¿No estamos negando, con ello, un derecho fundamental, máxime en el reciente escenario de la pandemia?", se pregunta la arquitecta, que recuerda que insta a que las ciudades no se planteen únicamente para la gente productiva. En su opinión, las urbes deberían garantizar espacios seguros en caso de pérdida, lugares para echarse la siesta y baños públicos. "Tras la aparente y oficial idea de que la ciudad se regula para proteger al ciudadano universal, en realidad, se oculta el hecho de que la ciudad se ha regulado para proteger a quienes ejecutan actividades productivas: gente que no se pierde, que no necesita descansar a mitad de camino y que puede pagar una consumición en un restaurante si necesita hacer uso del baño". 

Los columpios que rompen el muro entre México y Estados Unidos.
Los columpios que rompen el muro entre México y Estados Unidos.
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El arquitecto zaragozano Alberto Sánchez apunta que, al otro lado del Atlántico, existen muchos estudios específicos de ‘anti-homeless practices architecture’ y sugiere una hipérbole de este mal como fue en su día el muro de Trump en la frontera mexicana. Eso sí, también en aquel despropósito hubo quienes se atrevieron a llamar la atención como el profesor Ronald Rael, que colocó tres balancines de color rosa en los huecos del muro fronterizo para alegría de los niños a uno y otro lado del gigante de hormigón. Esta simbólica idea, la del Teeter Totter Wall, le hizo ganar el premio de diseño Beazley en el año 2020.

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