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Panadería Sierra en Cella: 98 años pasando de generación en generación la receta del éxito

Mapi (nieta de los fundadores) y su marido Pedro llevan el negocio desde hace dos décadas. Es el único horno del pueblo y las almojábanas y tortas finas son sus productos estrella.

Mapi, Pedro, Esme y José (de izquierda a derecha) forman el equipo de la Panadería Sierra de Cella
Mapi, Pedro, Esme y José (de izquierda a derecha) forman el equipo de la Panadería Sierra de Cella
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Corría el año 1928 cuando los abuelos paternos de Mapi Sierra abrieron un horno con panadería en Cella. Con los años, el negocio pasó a manos de su padre Luis y del hermano de éste, Eloy. Desde hace dos décadas, es ella junto a su marido Pedro la que está al frente de este centenario obrador. Ya son 98 los años que lleva en marcha gracias al buen hacer de los abuelos, cuyas recetas para el éxito han ido pasando de generación en generación.

Los tiempos han cambiado y los hornos, también. Ya no son de leña, sino de gasoil, y los panes se hornean en bandejas. Pero Mapi se ha ido adaptando a estas modernizaciones sin perder la esencia de los orígenes. Prueba de ello es que las almojábanas y las tortas finas, ambas de anís, siguen siendo dos de sus productos estrella. Una variedad de pan llamada cañada y, por supuesto, las magdalenas y las pastas de café (conocidas como ‘españolas’) no se quedan atrás.

Son algunos de los productos que se venden desde el despacho de la Panadería Sierra, situado en la calle Ricos Hombres número 8 de Cella, justo al lado de la plaza. Es el único establecimiento del pueblo con horno propio lo que favorece todavía más que el ritmo no haya parado a pesar de la pandemia. "Sí notamos en un primer momento que se vendía mucho más pan, pero bajó la bollería porque la gente, al estar en casa, se dedicó a la repostería. La pastelería prácticamente desapareció, al no haber reuniones sociales, pero llegamos a vender unas cien barras de pan más al día", recuerda Mapi.

"La pastelería prácticamente desapareció, al no haber reuniones sociales, pero llegamos a vender unas cien barras de pan más al día"

No por falta de trabajo sino más bien como labor social, durante los primeros seis meses de la pandemia, Mapi y su equipo se dedicaron al servicio a domicilio. Los clientes les hacían el pedido la tarde de antes, ya fuera llamando por teléfono o enviando un Whatsapp, y al día siguiente, a primera hora, tenían el pan o la bollería recién hecha en su casa. De esta manera y de forma totalmente desinteresada, se trató de evitar que los vecinos, sobre todo los mayores, salieran de casa.

Incorporar este servicio a la rutina diaria en el horno fue una de las adaptaciones que se llevaron a cabo a causa de la pandemia, pero no la única. La plantilla de la Panadería Sierra la componen cuatro personas. Además de Mapi y su marido, están Esme, que lleva casi los mismos años que ellos trabajando, y José, un panadero de Teruel que se incorporó hace cinco. Por seguridad y para no arriesgarse a tener que cerrar las puertas de la panadería, cuando todo empezó, formaron dos grupos burbuja. De esta manera, era casi imposible que los cuatro se contagiaran a la vez.

Este sistema les ha funcionado hasta ahora y, por suerte, ninguno ha tenido que confinarse y, mucho menos, cerrar la panadería. Tal ha sido el éxito que, exceptuando el mes de agosto, cuando hay tanto volumen de trabajo que tienen que estar tres personas trabajando a la vez, lo más seguro es que en septiembre retomen esa dinámica. "Te cansas más porque trabajas cinco días seguidos muy intensos pero después tienes otros tantos de descanso", explica Mapi, quien ahora puede disfrutar de ese tiempo libre con su marido y sus hijos.

Pan recién hecho a las siete de la mañana

La Panadería Sierra abre todos los días del año, excepto Navidad, para las fiestas de verano y alguna otra fecha señalada. Los primeros clientes llegan a las siete de la mañana, cuando ya se han horneado las primeras barras. "Aprovechan y cogen el pan antes de irse a trabajar", explica Mapi. La panadería cierra a las 14.00 y así hasta el día siguiente, incluidos los domingos. "Esto lo incorporamos mi marido y yo, sobre todo para dar servicio a los bares y porque vimos que había demanda", explica.

Para poder mantener este ritmo, el trabajo diario lo sacan entre tres personas. "El primer panadero llega a las dos de la madrugada, el siguiente sobre las cinco y el tercero a las seis", explica. Unos horarios a los que pocas personas están acostumbradas pero que son el pan de cada día (nunca mejor dicho) en los hornos.

Solo de esta manera es posible que las mejores cañadas, hogazas, panes de pueblo, integrales y otras novedades que se han ido introduciendo en la oferta de productos de la panadería sigan haciendo las delicias de vecinos y visitantes.

Estos últimos llenan el pueblo en los meses de verano, donde tienen sus segundas residencias. Algo que en la Panadería Sierra lo notan y mucho. "El pasado ya fue bueno y este también lo está siendo. Y eso que se nota que no ha habido fiestas y la gente también aprovecha para irse", explica. Aun así, trabajo no les falta y no solo en agosto. En septiembre, cuando cada uno vuelva a su ciudad no se irá de Cella sin antes recoger esa cañada, ese pan de aceite, esas tortas finas y almojábanas que le recordarán al sabor del pueblo allí donde estén.

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