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Semana Santa en un pueblo sin covid: "La gente mayor sale mucho menos estos días porque tiene miedo"

El Frago es uno de los municipios limpios del virus que en este puente puede llegar a triplicar sus 50 habitantes con la visita de quienes conservan la casa familiar y turistas.

En el pueblo zaragozano de El Frago viven unos 57 habitantes todo el año, pero en puentes festivos como este de Semana Santa pueden llegar a los 200, según calcula el Ayuntamiento. No es muy conocido todavía como destino turístico, pero al encanto de sus casas de piedra, la judería, sus calles empinadas y la iglesia románica, se une que muchas viviendas sirven de segunda residencia a familias originarias del pueblo, pero que viven en Zaragoza y otras ciudades.

Durante la pandemia de covid-19, este enclave de las Cinco Villas, a 80 kilómetros de la capital aragonesa,  ha conseguido mantenerse entre la lista de los que no han tenido casos de coronavirus y estos días llama a que los visitantes sean prudentes, como han hecho otras localidades. Aragón ha registrado un nuevo repunte de casos al inicio del puente festivo, con 226 nuevos contagios.

"Hemos venido a pasar el puente, pero nos juntamos poco. Muchos días no salimos de casa ni nos vemos con los del pueblo por la pandemia", cuenta Óscar Marín, que vive en Zaragoza, mientras juega con sus hijos Aritz y Elia, de cuatro y dos años, en el jardín de la casa familiar. Los días pasan con otros quehaceres como ir al huerto, dar paseos por la naturaleza o bajar a la arboleda. Ya han venido otros fines de semana cuando se levantó el confinamiento de la capital aragonesa. "Hay un parque y ni los llevamos", afirma. "La gente no se junta tanto como antes", reconoce. 

A comprar el pan 

En el pueblo, de la llamada España vaciada, los jubilados son mayoría entre los censados, como en todos los que luchan contra la despoblación. José Ramón Reyes, el alcalde, y Fernando Ardevines, operario y "el último nacido en El Frago", en 1967, según cuenta, limpian las calles este miércoles, a conciencia, en previsión de la llegada de visitantes. "La gente mayor sale mucho menos estos días porque tiene miedo. A coger el pan y nada más", asegura Reyes. En el pequeño municipio ya no quedan tiendas. La panadería de Biel acude a la plaza Mayor dos días a la semana y el frutero, uno, precisamente los miércoles. Los cuatro vecinos que bajan hacen fila guardando las distancias y piden la vez junto a la furgoneta. 

El regidor municipal pide que estos días se extremen las precauciones, sobre todo, por parte de los visitantes ya que lamenta que "no todos vienen concienciados". La naturaleza y la tranquilidad que se respira invitan a relajarse y algunos "salen de Zaragoza y les parece que el covid ha desaparecido".

El pueblo tiene dos casas rurales, Casa Torralba y La Posada del Arba, por el nombre del río que rodea el municipio, con bosques de pinos, carrascas y enebros entre los que hay pistas para senderismo o ir en bicicleta. En la posada han notado que el confinamiento de la provincia de Zaragoza llevó más visitantes los pasados  fines de semana. "Se quedan asombrados de tener esto tan cerca de Zaragoza y con un cambio de paisaje tan verde. Lo están descubriendo, igual que el resto de pueblos", asegura Pilar Palacio, trabajadora de la posada, con raíces en el pueblo, que esperaba este miércoles a los primeros turistas. Algunos son conscientes de que el municipio sigue siendo poco conocido e incluso confundido por el nombre con El Frasno, en la Comarca de Calatayud, o el oscense Fago, tristemente famoso por el asesinato de su alcalde. 

"Hemos visto más gente que cogía coche y carretera y paraban en el primer pueblo que les gustaba"

"Hemos visto más gente que cogía coche y carretera y paraba en el primer pueblo que les gustaba", añade Chesús Asín, dueño del bar L'Orache, uno de los dos del pueblo, que acaba de cumplir 27 años al frente del negocio. "Fui el último que acabó EGB aquí", recuerda. El colegio cerró en los años noventa. Luego estudió en Ejea de los Caballeros (a 38 kilómetros) y en Zaragoza, pero tenía claro que quería vivir en el pueblo. Abrir el bar fue su salida al autoempleo, en una zona con pocas oportunidades que han hecho que "el 95% de los jóvenes 'emigrara' a Zaragoza". Espera que haya más gente estos días, para él la pandemia ha sido dura, como para el resto de la hostelería, por los meses del cierre del interior de los bares y las limitaciones de horarios. 

Entre el laberinto de calles, cuestas y escaleras algún vecino anda con paso tranquilo y mascarilla. Otros se asoman a la ventana. El otro bar del pueblo, Los 4 Reyes, está regentado por una pareja uruguaya que llegó hace seis meses dentro de un programa de acogida para 'repoblar' el municipio, que lucha por ganar población. "Vinimos a conocer el lugar y a los 15 días nos quedamos a vivir", explica Santiago Campiglia, que valora la tranquilidad que se respira. En el pueblo se han sentido muy bien acogidos, tanto él como su mujer, Verónica Giacoboni, que trabaja también en el bar. "Te hacen sentir como en familia", asegura.

"A nuestro pueblo no ha venido el virus desde el principio y extremamos las medidas porque los que tenemos que tener miedo somos nosotros, de los que vienen"

El nombre del bar se debe al apellido de los anteriores propietarios y los cuatro monarcas de los palos de la baraja, que por la pandemia han desaparecido de las mesas. Santiago ha prohibido las partidas de guiñote, algo que no llevan bien todos los parroquianos, pero prefiere prevenir.  "A nuestro pueblo no ha venido el virus desde el principio y extremamos las medidas porque los que tenemos que tener miedo somos nosotros, de los que vienen", asegura. 

El cierre perimetral de las comunidades autónomas puede restar visitantes este año, creen algunos. "Siempre vienen muchos vascos, catalanes o algún francés porque son descendientes del pueblo o tienen amigos y no vendrán este año", cree María Ángeles Asín. Algún que otro vecino augura que alguno "se escapará". Puede que lo compensen quienes vienen de Zaragoza. "Como no se pueden ir a la playa, vendrán a la casa del pueblo", dice María Ángeles. Hay quien teme que se incumpla también en las casas la prohibición de convivir en domicilios personas de núcleos familiares distintos. 

El alcalde termina de recorrer las calles y aprovecha para recordar reivindicaciones como que llegue la fibra óptica, la necesidad de mejoras como actuar sobre la portada románica de la iglesia de San Nicolás de Bari, cuyos relieves se van difuminando por la erosión de la piedra arenisca, y urge el arreglo de la carretera "tercermundista", previsto para mitad de 2021 con las obras de mejora de los 26 kilómetros entre Luna, El Frago y Biel. Ahora es una sucesión interminable de baches. Los que recorrerán estos días vecinos y visitantes. El pueblo tratará de encontrar la fórmula entre el aumento de población y mantenerse a salvo de contagios para evitar que el puente traiga 'resaca' en las próximas semanas. 

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