Cuando la naturaleza mata

Hasta 32 aragoneses han perdido la vida en lo que va de siglo por sucesos naturales.

Labores de extinción del incendio este viernes por la tarde
Los incendios forestales se han cobrado 9 vidas desde 2001
Rafael Gobantes

Lo habitual es ver como algo lejano las muertes directamente relacionadas con sucesos naturales. Lo primero que viene a la mente son los terremotos en Chile o Japón, los tsunamis en el sudeste asiático o los huracanes que, de vez en cuando, azotan algún país centroamericano y dejan en la calle a miles de personas. Casi 100 millones de personas se ven afectadas por los desastres naturales anualmente, según la Cruz Roja.


La mayor parte de los damnificados viven en Asia, pero lo cierto es que no hay territorio en el mundo que se libre de tener cada año un puñado de defunciones en los que la fuerza de la naturaleza es la mano ejecutora. En Aragón se contabilizan hasta 32 fallecidos desde 2001, según los datos del Instituto Aragonés de Estadística (a excepción de 2015, cuyos datos aún no están registrados).


Resulta interesante -y alparcero- adentrarse en los motivos de las muertes. En los catorce años que analiza el IAEST, la mitad de los fatales desenlaces (16) tuvieron lugar en zonas montañosas y cubiertas de nieve, pues estuvieron motivados por aludes. Estos trances ocurren tanto dentro como fuera de las pistas de esquí, como bien se demostró hace poco más de un mes, el pasado 16 de enero.


Aquel sábado no hubo que lamentar, por fortuna, ninguna pérdida humana, pero los equipos de rescate de la Guardia Civil sí tuvieron que emplearse a fondo para poner a salvo a cuatro personas que se vieron sorprendidas por la nieve. Tres de los afectados fueron alcanzados por un alud en Candanchú y Astún, mientras que el cuarto era un excursionista que caminaba junto a un grupo de amigos por la sierra de Chía, en el valle de Benasque.


Decir aquello de '¡que me parta un rayo aquí mismo!' para intentar zanjar una discusión no es extraño, sobre todo si la disputa está elevando su tono. Pero hay que tener cuidado con lo que se pide al cielo, porque podría cumplirse. Dos personas han perdido la vida en Aragón tras ser fulminadas por un rayo y tampoco es una rareza absoluta que un excursionista tenga que ser atendido por este motivo: un niño fue atravesado por uno en 2013 en el el pico Petrechema, en el Valle de Ansó.


Aunque el pequeño, natural de Tolosa, sufrió quemaduras eléctricas, se acabó recuperando y, como dijo un médico al reconocerle, volvió a nacer. El suceso se resolvió de forma positiva para el chaval, que ahora tiene anécdota con la que fardar para toda la vida... como el susto de sus padres.


Incendios, golpes de calor...


El fuego es la segunda eventualidad natural que más víctimas se ha cobrado en la Comunidad. Son nueve los muertos aragoneses en incendios forestales en los últimos catorce años. En el otro lado de la balanza se encuentran los deslizamientos de tierra, el motivo con menos cadáveres a sus espaldas: solo uno, en 2007.


Llama la atención que, en pleno siglo XXI, siga habiendo personas que no conozcan el modus operandi para enfrentarse a las altas temperaturas. Cuatro aragoneses han fallecido como consecuencia de olas de calor, ante las que las autoridades y la lógica más elemental aconsejan beber agua en grandes cantidades y resguardarse del sol.


Lo que muchos no creerán es que el cierzo, el soplo más temperamental del valle del Ebro, no tiene cadáveres anotados. Según las estadísticas, nadie, desde el Moncayo hasta Mequinenza, ha fallecido tras ser abatido por una ráfaga virulenta, aunque sí se recuerda a la fallecida hace unos años en plena cincomarzada tras ser golpeada por una rama que cayó por culpa del viento.


Resulta más fácil de asimilar -y, además, lo refutan los datos- que no se hayan producido decesos por temporales marítimos. Algo bueno tenía que haber en vivir lejos del mar...

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