Aguilar del Alfambra: las vistas y los chopos, con queso en la alforja

Este pueblo integrado en el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra tiene mirador adaptado para visitar la ermita de la Virgen de la Peña

Mirador adaptado junto a la ermita de la Virgen de la Peña en Aguilar del Alfambra.
Mirador adaptado junto a la ermita de la Virgen de la Peña en Aguilar del Alfambra.
Laura Uranga

El Parque Cultural del Chopo Cabecero en el Alto Alfambra incluye a 10 municipios; como pasa en otros espacios del mismo jaez cromático y espiritual, en este paraguas se conjugan diversas ‘íes’ en forma de intereses, ilusiones e iniciativas por un bien común, resumido en cuidar el patrimonio natural y sociocultural de Ababuj, Aguilar del Alfambra, Allepuz, Camarillas, Cedrillas, Galve, Gúdar, Jorcas, Monteagudo del Castillo y El Pobo.

En Aguilar del Alfambra hay dos factores que merecen una parada minuciosa, por su carácter diferencial: el mimo al paladar de los Quesos El Hontanar y el mirador de la ermita de la Virgen de la Peña, que atiende a las necesidades de un segmento de la población castigado tradicionalmente con perderse vistas de las buenas, por inalcanzables a sus circunstancias: aquellos que se mueven en silla de ruedas.

No por omnipresente es menos importante el citado chopo cabecero. Crece en suelos con agua subterránea, así que era frecuente plantarlos cerca de ríos, acequias, fuentes o balsas. Escamondar chopos es una actividad de poda integral que tiene aquí fiesta ‘ad hoc’ en otoño; es una tarea clave, ya que cada árbol nuevo parte de una ramilla procedente del desmoche de otro chopo.

De lo bueno, lo mejor

Quesos buenos no faltan en Aragón, pero los que están y son merecen resopón en el banquete de los sentidos. Hontanar tiene más de 20 variedades, y dos de las más reclamadas por la clientela que llega ‘in situ’ (o los busca en las estanterías de los supermercados y tiendas gourmet;tienen presencia abundante) son el fresco de cabra y el curado de leche cruda;también brilla el queso con azafrán del Jiloca, el patamulo, el queso Teruel (en forma de corazón) o el de trufa negra de Sarrión y el propio término de Aguilar.

Lo de la ermita de la Virgen de la Peña es una excursión sencilla; situada en los terrenos del antiguo castillo, a escasa distancia de las últimas casas, se llega a ella por pista asfaltada desde el pueblo, y en el propio espacio de aparcamiento existe una rampa transitable por silla de ruedas; llega hasta el pequeño templo del siglo XV y lo rodea, para que las personas en la silla puedan apreciar las vistas desde el mismo mirador.

Describir en palabras el paisaje que se aprecia desde ese punto no le hace justicia. Aquello es un derroche de texturas, como dirían los participantes de ‘Masterchef’: tierras de cultivo, choperas en la ribera del Alfambra, pinares, estepa, cañones y desfiladero... antes de la subida, mucha gente aprovecha además para aprovisionarse del agua de manantial que mana de la fuente situada en el acceso principal a Aguilar.

El lugar es bonito todo el año, pero como suele pasar con muchos parajes de Teruel, se hace espléndido con la caída de la hoja, en otoño. Queda poco.

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