aragón es extraordinario

La intrahistoria en la batalla de Villar de los Navarros

Las tropas carlistas vencieron a las isabelinas el 24 de agosto de 1837 en la localidad zaragozana, aunque luego perderían la guerra

José Tomás Utrilla es el alcalde de Villar de los Navarros desde 2019; no es natural del pueblo, y lamenta no tener uno propio, pero le cogió tanto cariño al de su esposa que acabó asumiendo la candidatura a la alcaldía y, finalmente, el puesto. “Quien tiene pueblo tiene un tesoro; el de mi mujer me acogió muy bien y aquí me he afincado, después de toda una vida viviendo y trabajando en Zaragoza, como jefe de producción y gerente de una multinacional americana. Emprendí un par de negocios que ahora llevan mis hijos”.

La recreación de la batalla entre carlistas e isabelinos del año 1837 es uno de los acontecimientos anuales en el pueblo desde hace algo más de un lustro, con la lógica interrupción del pasado año derivada de la pandemia. Este año, con las celebraciones populares veraniegas aún prohibidas, tampoco se hará. Alrededor del 24 de agosto, fecha de la efeméride, se convoca en sábado y domingo a vecinos, visitantes veraniegos y gente de los pueblos cercanos (Herrera comparte las celebraciones con otros actos) para que se acerquen a Villar y recuerden ese pasaje de su historia. “Las fiestas de verano son hacia el día 15 –explica José Tomás– y mucha gente se queda a esperar la recreación una semana más tarde. Si te digo un número parecería lo de las manifestaciones, cada cual tiene su cifra, pero está siempre muy concurrido”.

Vídeo de la Batalla de Villar de los Navarros en 'Aragón es extraordinario'

En Herrera se hace una obra de teatro que recuerda la batalla; en Villar, la celebración comienza con la llegada de las tropas perfectamente caracterizadas. “Montan sus campamentos –apunta el alcalde– junto a la ermita de Santa Bárbara… aquí los dos bandos son amigos, no hay guerra. Se ponen en formación, muestran las armas, cada cual da su versión de las razones que condujeron a la batalla, se disparan los cañones y las armas al aire… por la tarde, en una era cercana, se escenifica la batalla con un simulacro de lucha muy entretenido. Es una alegría ver tanta gente en el pueblo; en invierno es otro cantar, aunque los fines de semana sí suelen venir muchos de los que viven fuera habitualmente”.

No poca gente del pueblo se viste de época. Ahí emerge una figura fundamental: María Jesús Martínez, Susi para sus vecinos. “Se vuelca ese día; no solo participa directamente, sino que también hace trajes”. La aludida no esconde su entusiasmo. “Para mí es un día importante, parece que te trasladas a aquella época. Todas las personas que colaboramos de algún modo lo vivimos al 100%, es algo muy real gracias a los profesionales de la recreación; vienen normalmente de Valencia y Zaragoza y traen un montaje increíble, que hasta incluye caballerías. El año pasado lo eché mucho en falta y este año me va a pasar lo mismo. Me dedico a confeccionar indumentaria tradicional aragonesa como afición personal, a nivel de familia, pero con todos los detalles posibles. Tengo diferentes trajes, y para esta ocasión escojo siempre un atuendo de diario”.

Susi trabaja en su casa, donde se ha habilitado un rincón especial para la faena. Lo hace a la antigua usanza, empleando incluso una plataforma ligera que se ajusta a la cintura y le permite trabajar en un bordado sentada en cualquier tipo de silla. “Disfruto mucho con la tarea, y es un placer que mis familiares y amigos puedan lucir algunas de estas prendas”.

La visión de Luis Negro

Este historiador y periodista tiene conexión directa con Villar, y es una autoridad en la batalla de 1837. En el relato pone primero en situación, y pasa luego al detalle de aquél día. “Las tropas de don Carlos de Borbón, hermano del rey Fernando VII, derrotaron aquel 24 de agosto de 1837 a las de su sobrina, la reina Isabel II. La importancia de aquella victoria consistió en que, gracias a ella, los carlistas tuvieron el camino expedito hasta Madrid, aunque de manera sorpresiva abandonaron el sitio apenas tres semanas más tarde, y se retiraron en dirección a Mondéjar. Casi dos años después de aquellos hechos, los generales Espartero y Maroto se fundían en el famoso abrazo de Vergara, y el derrotado don Carlos tomó el camino sin retorno a Francia”.

El 23 de agosto de aquel año, el brigadier isabelino Buerens llegó con sus tropas a Herrera de los Navarros, que dista ocho kilómetros de Villar, y envió a tres mensajeros a Daroca para que informaran al general Oraa de su llegada. “Los carlistas –recalca Negro– interceptaron a los mensajeros y los fusilaron en el acto, cortando la comunicación entre los dos ejércitos de la reina. Pasadas las horas, y ante la falta de noticias del general Oraa, los carlistas simularon la retirada de sus tropas; una compañía de caballería carlista se adelantó hasta Herrera de los Navarros, ante la vista de la división de Buerens (que traía 8.000 hombres, por 6.000 de la comitiva carlista), y al galope retrocedió a lo largo de las faldas del santuario de la Virgen de Herrera hacia Nogueras y Villar de los Navarros, fingiendo que se batía en retirada”.

Era una emboscada. Los primeros perseguidores de los carlistas, la compañía de cazadores de la Guardia Real, fueron los primeros en caer; luego lo hizo el regimiento provincial de Ávila que acudió en su ayuda. Negro recuerda que los carlistas contaban con cuatro piezas de artillería. “La de Villar de los Navarros fue la primera batalla en que los legitimistas dispusieron de cañones desde que la Expedición Real hubiera salido de Estella en el mes de mayo. En un segundo intento, las tropas de la reina consiguieron avanzar (aunque continuamente hostigadas por el fuego de fusilería de la infantería navarra carlista) a lo largo de Val de Navarra, en dirección a Cañada de la Cruz; sin embargo, allí les aguardaba la caballería carlista en perfecta formación y situación favorable, instalada en lo alto de un collado”.

Las últimas refriegas tuvieron lugar al filo de las nueve de la noche, tras ocho horas de combate;ahí se rindió el ejército isabelino. “En cuanto al numero de bajas, pudieron haber estado en torno a las 1.500 entre muertos y heridos por ambos bandos, siendo muy superior el número de víctimas en el ejército vencido”.

Charles Gruneisen, el primer corresponsal de guerra

La batalla de Villar de los Navarros no fue una más, por muchas razones. Una de ellas tiene que ver con el reporterismo; el británico Charles Lewis Gruneisen, nacido en Londres en 1806, recibió en mayo de 1837 el encargo de unirse a las tropas del pretendiente DonCarlos para contar la guerra de primera mano a los lectores del rotativo londinense ‘The Morning Post’, dirigido por Charles Michele. Gruneisen aceptó el reto y se incorporó a la Expedición Real en Rubielos de Mora (Teruel) el 20 de julio de 1837. Un mes después, el 22 de agosto y ya ‘empotrado’ en el ejercito carlista como periodista, llegó a Villar de los Navarros; allí estuvo toda una semana, redactando sus crónicas sobre la batalla, que serían publicadas en ‘The Morning Post’ el 20 de septiembre de aquel año. En su regreso a Londres, Gruneisen fue apresado por las tropas isabelinas y estuvo a punto de ser ejecutado, pero la diplomacia británica le salvó de la quema. Su carrera posterior tomaría una deriva artística, como crítico musical, pero queda en la historia su carácter pionero en la crónica de guerra; hasta 1854 no se podría leer a William Russell en ‘The Times’ con la guerra de Crimea como telón de fondo. El trabajo de Charles Gruneisen en Villar fue glosado hace cuatro años en un documental del Instituto CEU de Estudios Históricos, con las intervenciones de Charles Powell, Rosa María Calaf o Jesús González Green, entre otros.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es Extraordinario'.

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