aragón es extraordinario

En Torremocha te dan alas si quieres volar

Elisa Fernández y Arturo Polo Ena acumulan dos décadas de docencia en la localidad turolense y están especializados en pilotaje ‘bushflying’

Elisa Fernández y Arturo Polo Ena fundaron A Mil Pies (amilpies.com) hace casi 20 años en Torremocha, donde asentaron el Aeródromo que les alberga desde entonces. Ambos vuelan, por supuesto; Arturo es fotógrafo además de piloto, y viene de Calatayud, aunque vive en Teruel desde los 14 años. Elisa es abogada de formación y turolense de pura cepa. “Vinimos a Torremocha porque justo encima de Teruel y de Caudé, donde está el aeropuerto, hay una zona militar, un delta, que es una especie de triángulo donde había restricción de la actividad de vuelo de lunes a viernes. Miramos varios sitios cercanos, pero acabamos aquí porque era el punto más cercano a Teruel para volar libremente; además, encontramos el apoyo entusiasta del Ayuntamiento. Aquí no había nada de lo que veis”.

Arturo y Elisa explican que la zona es perfecta para volar. “Estamos en un altiplano sin obstáculos, las cabeceras de las pistas están despejadas en muchos kilómetros a la redonda, no molestamos, dato perfecto para una escuela de vuelo. En verano las condiciones son duras, pero la humedad relativa es baja; en invierno hay muchos días de temperatura agradable y buena visibilidad, no padecemos el cierzo o la niebla como os pasa en Zaragoza”.

La pareja pasa varios meses al año en Alaska, normalmente de abril a octubre. “Practicamos el bushflying –vuelo de montaña, sobre bosques– y Alaska es idónea para ello. Esta modalidad no requiere de pistas para aterrizar; se vuela con aviones pequeños y en zonas inhóspitas, tienes que buscarte la vida para encontrar claros, en 50 metros o 200, según la carga que lleves y el viento que haya. Ya llevamos 10 años yendo”.

Elisa explica que el mundo se empequeñece entre los seres ‘aéreos’. “En el ‘bushflying’ nos conocemos casi todos Un amigo alemán trabajaba en Alaska, nos invitó un verano, surgió la oportunidad de trabajar allá y no hemos fallado ningún año, excepto este, por razones obvias. El lugar es un Parque Nacional llamado Wrangell St. Elias, en el sureste de Alaska; hace frontera con Canadá. Es el parque más grande de toda Norteamérica, y tiene continuación en Canadá, donde cambia de nombre y pasa a llamarse Kiuane”. “Es brutal –apostilla Arturo– como siete veces el tamaño de Yellowstone, ahí cabe toda Suiza y casi todo Aragón… y no hay nadie, la carretera más cercana a donde estamos está a 160 kilómetros, todo entra y sale en avioncitos pequeños”.

La experiencia docente es gratificante para el dúo. “Los que vienen es porque están entusiasmados con el reto. Al principio siempre impone, pero con horas de vuelo y práctica, la gente se relaja. Con clima apropiado no es una descarga de adrenalina, sino de paz. Con 12 horas, y hasta 20 si me apuras, la gente ya suele estar lista para llevar el avión sola; el instructor se baja cuando lleva varias clases con los brazos cruzados, sin necesidad de intervenir personalmente; el alumno efectúa tomas, despegues y tráficos solo, y luego suele dar alguna clase más para seguir aprendiendo. Aviación Civil fija un mínimo de 15 horas para hacer efectiva esa experiencia. Los chavales lo pillan muy rápido por aquello de los reflejos intactos, los mayores tardan un poco más, pero se acaba consiguiendo. Y es una maravilla”.

A Mil Pies y los karts hacen del pueblo un templo de la velocidad.

Cuando el asunto es tomar un kart y divertirse hasta decir basta

Hay que salir de la autovía. A la altura del pueblo, pero en el otro lado. Un caminito sencillo (el GPS no traiciona) y, de pronto aparece el circuito de Karting Torremocha (circuitodetorremocha.es), con el Aeródromo al fondo, muy cerca. Son vecinos bien avenidos, ambos se dejaron inocular el virus de la velocidad y lo de volar (en este caso, con cuatro ruedas aliadas) es un denominador común.

Miguel Ángel Pérez lleva al pie del cañón en la pista desde su inauguración, en julio de 2006; las primeras actividades fueron carreras de ‘supermotard’ y ‘minimotard. “Estuvimos dos meses parados por la pandemia; reabrimos y la cosa ha ido marchando, pero aún se nota el impacto de la preocupación que, lógicamente, tenemos todos. El regreso a la actividad fue paulatino, y lógicamente no sabemos lo que pasará mañana o pasado mañana. En primavera es cuando tenemos los mayores picos de actividad, y el mantenimiento general se hace haya o no haya movimiento. Seguimos en la brecha, tratando de que la gente se divierta y, al mismo tiempo, los clientes se sientan seguros”.

El circuito cuenta con una flota de 22 karts de 400 centímetros cúbicos, todos con tecnología antivuelco y asientos ajustables. También hay dos para niños. “La pista tiene una cuerda de 1.300 metros; cuando se hizo era la pista más grande de España, y sigue estando entre las primeras; tiene 14 curvas, tramos muy técnicos y otros de gran velocidad. Sigue siendo la pista homologada para competición más alta de España, porque estamos a 1.075 metros. Hacemos que la experiencia sea lo más cercano a la competición para el cliente; entrenamientos, calificación con parrilla de salida, carrera cronometrada y podio”.

En el día a día, Karting Torremocha se especializa en grupos, desde actividades de empresa y gremio a despedidas de soltera y soltero o grupos familiares; se puede combinar con paintball y almuerzo. “Vienen mucho desde Teruel, estamos a dos pasos, y también de Calamocha; otros habituales son los trabajadores del aeropuerto de Caudé, y desde Zaragoza también se llega en nada por la autovía”.

En el circuito han entrenado grandes de las motos, como el ex mundialista Álex Debón. “La prueba más importante celebrada en Torremocha fueron las Rotax Series de Karting en 2009 –recuerda Miguel Ángel– con más de un centenar de pilotos de todo el país, que estuvieron cuatro días aquí, con un impacto económico en la zona superior a los 100.000 euros”.

Desinfección de cascos

Además de la mascarilla y el repaso completo al kart después de cada uso, amén de la redecilla entre cabeza y casco por pura higiene, el circuito ha incorporado una herramienta rompedora. “Este armario -Miguel Ángel señala a un mueble en el box– desinfecta los cascos gracias a bombillas ultravioleta homologadas y un pequeño baño de ozono; caben 16 cascos, y lo he armado yo mismo. No encontraba lo que quería en la red, así que lo armé y me lo han certificado. En 5 minutos ya están disponibles para reusarse”.

Vestigios de asentamientos remotos y una parroquia con contrafuertes

El patrimonio arqueológico de Torremocha es somero, pero interesante. Se centra en las estribaciones de la Sierra de Palomera, en un punto muy cercano al pueblo; se trata de un asentamiento datado en la Edad del Bronce. En la plaza de la iglesia, empotrada en una vivienda particular, se halla una inscripción romana de carácter funerario procedente de la ermita de la Virgen del Castillo, en la cercana localidad de Aguatón, en un enclave próximo al asentamiento musulmán del Puntal de la Silla. Dentro del pueblo, lo más llamativo es la iglesia parroquial de San Cristóbal, realizada en mampostería y cantería, con una sola nave de tres tramos y capillas laterales comunicadas entre sí, cubiertas con bóvedas de crucería estrellada de nervios combados curvos y rectos de gran calidad. En su exterior, el templo presenta contrafuertes y ábside poligonal.

TORREMOCHA DE JILOCA

Comarca. Comunidad de Teruel.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 37 kilómetros por la Autovía Mudéjar.

El río viejo. Se llama así en Torremocha era el antiguo cauce del Jiloca, antes de que fuera desviado. Su historia está muy vinculada a la dehesa del pueblo.

Fuente de Cañonda. Este manantial se seca durante buena parte del año, pero sí mana agua en los meses lluviosos, que desemboca en la acequia Madre.

Comer y dormir. No hay casas rurales en el pueblo, pero sí en un radio de siete kilómetros con Santa Eulalia del Campo, Alba y Singra. El bar municipal, junto al Ayuntamiento, constituye la opción local para el aperitivo y la partida de guiñote.

Abono ecológico. Los hermanos López Millán, del pueblo, consagran los campos familiares a la meta fundacional de Agroindustrial Sierra Palomera; crear hummus de lombriz roja californiana para abono ecológico y como gestión de residuos orgánicos.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario

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