Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El origen del viento, el cierzo y el germen de la locura

Hay algo extraño en esa entidad tan física que se oye y se siente y sin embargo es del todo invisible. Hoy seguimos los pasos del viento.

El cierzo, personificado para la cabalgata del pregón de las fiestas del Pilar
El cierzo, personificado para la cabalgata del pregón de las fiestas del Pilar
Raquel Labodía

-¿Hay mucho viento por Zaragoza ahora? - pregunté-. - Un cierzo tremendo y helador. Nada primaveral. Vamos vestidos como en invierno -, me contestaron desde allí.

Esta sección se llama 'Aquí hay ciencia'. Su propósito es buscarla y encontrarla en casi cualquier escena o noticia cotidiana, y cómo no va a haberla en el viento: una muy sólida, la de su origen y los distintos tipos, otra aún muy especulativa, la de su influencia en la salud, en la salud mental. Como ese “maldito viento solano que saca a la gente de quicio”, que diría la Raimunda de Almodóvar en 'Volver'.

Las causas del viento

La definición de viento es -rima interna incluida- la de “aire en movimiento”. Hay algo extraño en esa entidad tan física que se oye y se siente y sin embargo es del todo invisible. Hay algo extraño al pensar en todo lo que pesa. Y más aún al pensar que su origen está en el sol.

Porque la clave está en que los rayos del sol no calientan todas las superficies de la misma manera. La tierra y el agua lo absorben y liberan de forma desigual, e incluso los diferentes materiales del suelo generan temperaturas diferentes. Eso hace que el aire más frío, de mayor densidad, baje y sustituya al aire caliente, creándose corrientes entre las distintas zonas. En su movimiento participan además toda una serie de fuerzas, especialmente la de Coriolis, esa que explica por qué los huracanes y (mínimamente) el agua en los desagües giran hacia la izquierda en el hemisferio norte y hacia la derecha en el hemisferio sur.

Así es como aparecen vientos planetarios, regionales y locales, muchas veces sujetos estos a la orografía particular. El cierzo, en concreto, es un viento frío y seco del noroeste que se forma al coexistir una borrasca en el Mediterráneo con un anticiclón en el Cantábrico. Y se pasea por el valle del Ebro, que actúa como un canal natural apostado entre los Pirineos y el Sistema Ibérico. Sus rachas, que superan con frecuencia los 100 km/h, ya las describía sorprendido el romano Catón, un par de siglos antes de Cristo: “Era tan potente que podía derribar a un hombre armado y a una carreta cargada”, y su persistencia llevó a Eugenio d´Ors a llamar a Zaragoza “la novia del viento”.

Pero en España hay más vientos con nombre propio, además del cierzo. Están el ábrego, más templado y húmedo, que se forma en el Atlántico (y que en Asturias se llama “aire de las castañas”, porque provoca su caída cuando sopla con fuerza); están los de levante y poniente, la muchas veces violenta galerna en el norte o el terral, típico de Málaga. Luego está la tramontana, un viento del norte que azota con frecuencia a las islas Baleares y a algunas partes de Cataluña, y que era el título y el protagonista real de un cuento de Gabriel García Márquez:

“Sin embargo, en primavera y otoño, que eran las épocas en que Cadaqués resultaba más deseable, nadie dejaba de pensar con temor en la tramontana, un viento de tierra inclemente y tenaz, que según piensan los nativos y algunos escritores escarmentados, lleva consigo los gérmenes de la locura”.

El viento y la salud (mental)

Que el clima, y particularmente el viento, influye en la salud mental es un asunto antiguo que va desde lo popular a lo literario y, más recientemente, a lo científico. Lo decía Raimunda, lo decía García Márquez, lo planeaba también la escritora Leila Guerriero en su libro de no ficción 'Los suicidas del fin del mundo', sobre un pequeño pueblo argentino que sufrió una ola de suicidios inexplicados entre sus más jóvenes. Y donde estaba continuamente el viento presente:

“Era mi primer día en Las Heras. El viento levantaba olas de polvo, azotaba los frentes de las casas bajas y todas las ventanas estaban cerradas. Después, días después, entendí que detrás de esos postigos había bares y kioscos, tiendas y mercados, algún gimnasio, pero entonces, luchando para avanzar contra ese viento inverosímil, lo que vi fue una ciudad cegada que por obra y gracia de un corte de ruta empezaba a ser, además, un sitio fuera del mundo, un lugar perdido”.

Sin embargo, aunque ya hay una disciplina científica que se conoce como Biometeorología, no hay demasiados estudios sobre la influencia del viento. Un ejemplo es un trabajo publicado por el equipo de Antoni Bulbena, catedrático de Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Hospital del Mar. En él observaron cierta relación entre el viento de poniente y un aumento en las urgencias por crisis de pánico, pero ellos mismos reconocían que el estudio era débil y que se necesitarían mejores estudios para corroborarlo. Esos estudios no han llegado.

Una de las hipótesis que se baraja sobre la influencia del viento en la salud mental es el de la ionización del aire, el aumento de partículas cargadas que podrían afectar negativamente al estado emocional. Sin embargo, una revisión de estudios del año 2013 concluyó que no había “ninguna relación, ni positiva ni negativa, entre la ionización del aire y las medidas de ansiedad, humor, relajación, sueño o confort personal”. Y aunque algún estudio ha relacionado los dolores de cabeza con las altas temperaturas, otros no han encontrado relación con ningún aspecto del tiempo.

Uno de los vientos estrella en relación con la salud es el foehn, característico del norte de los Alpes y que da nombre al efecto foehn. Se produce cuando un viento 'choca' con una cadena montañosa, por lo que se ve obligado a subir y enfriarse. El contraste hace que descienda después por la ladera contraria de forma mucho más caliente y seca, especialmente al llegar a los valles. Es especialmente conocido en Suiza -aunque se da en muchas otras regiones y también en España- donde se le achacan males que van de las migrañas a los intentos de suicidio y asesinato. Así lo recogió hace años un pequeño estudio publicado en polaco. Desde el propio Instituto para la Ciencia del Clima y la Atmósfera de Zurich asumen que “la gente culpa al viento foehn de casi cualquier enfermedad, accidente, crimen y especialmente de los dolores de cabeza”. Sin embargo, “hasta ahora no se ha hecho ningún progreso significativo que relacione enfermedades con los vientos de tipo foehn o con el tiempo en general (…) Podría ser simplemente que la gente se sintiera subjetivamente mejor cuando hace buen tiempo”.

Quizás sea cierto que la falta de evidencia no es evidencia de ausencia. Mientras tanto, habrá que tomar los relatos como lo que son.

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