Llega la industrialización con la metalurgia y la azucarera

Las viejas harineras fueron desplazadas a finales del siglo XIX por nuevos y pujantes sectores que fortalecieron la red industrial.

Imagen de una metalurgia, clave en Aragón desde finales del siglo XIX.
Imagen de una metalurgia, clave en Aragón desde finales del siglo XIX.
Zaragoza artística e industrial

Todo un referente industrial que arrancó de la mecanización agrícola. A lo largo del siglo XIX, la economía aragonesa era básicamente rural, la propiedad de la tierra constituía el factor de riqueza determinante y el ciclo de las cosechas marcaba el desarrollo económico del territorio. En este contexto, la grave crisis finisecular que azotó el cultivo de cereales, especialmente el trigo, influyó muy negativamente en las viejas industrias harineras, acelerando el desplazamiento de capitales hacia dos nuevos sectores industriales en auge: el azucarero y el metalúrgico. Durante el último cuarto del siglo XIX hubo una fuerte depresión que afectó a la economía europea y también a la española, predominantemente agraria, donde la repercusión de la crisis influyó especialmente en el sector primario.


"El sistema había funcionado muy bien hasta entonces, pero comenzaron a llegar de ultramar cereales, harinas, carnes, aceites o pieles más baratos que los producidos en España. Se inició un mercado mundial de productos agrarios, y el sector entró en una grave crisis –explica el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Carlos Forcadell-. En Aragón, se acusó claramente la llegada de cereales, especialmente a partir de 1882. El precio del trigo llegó a descender en más de un 30%". En las décadas de los ochenta y noventa se produjo una reducción de un 22% de la superficie de cultivo cereal aragonés y un 15% de su producción. Fue entonces cuando se inició la sustitución de cultivos de trigo por remolacha y arrancó una industria azucarera competitiva.


El sector metalúrgico ya se había visto beneficiado por la llegada del ferrocarril a Zaragoza en el decenio de 1860, un acontecimiento trascendental que originó la fundación de industrias en la capital de Aragón como la fábrica de Carde y Escoriaza y la de Antonio Averly.


Esta última, fundada en 1869, gozó de una notable ampliación y de un cambio de localización en 1880 motivado por el progresivo incremento de su volumen de negocio tanto en el taller de carpintería mecánica como en el taller de fundición, destacando en la fabricación de turbinas, de maquinaría de molinería y de ruedas para tranvías, cuya red se inició precisamente en 1885. Por su parte, la empresa dirigida por el francés Gustave Carde y el madrileño Nicolás de Escoriaza destacaba por la fabricación de vagones y coches de tren y de tranvía, realizando una decidida apuesta a favor de la maquinización.


En cuanto al desarrollo de la incipiente industria azucarera en Zaragoza y en otras localidades cercanas como Alagón, la independencia de Cuba y la consiguiente disminución de la importación azucarera a España motivó un súbito y creciente interés en Aragón por el cultivo de la remolacha, lo que fue unido a la escasa rentabilidad del cereal y de la vid en nuestra ciudad. La Granja Experimental de Zaragoza llevó a cabo una magnífica labor en ese sentido, consiguiendo en un corto período de tiempo situar a la capital de Aragón en el centro de la industria azucarera española. Como señala Forcadell, "el comienzo de la gestación de una industria azucarera competitiva se llevó a cabo en detrimento de las harineras, que vieron cómo los capitales se transferían hacia la remolacha en contra del cereal".


Precisamente el auge de las azucareras motivó el desarrollo de otro tipo de industrias que con el tiempo fueron también ganando en protagonismo en nuestro territorio: las químicas, dedicadas especialmente al estudio y desarrollo de nuevos fertilizantes para garantizar los mejores resultados al cultivo de la remolacha. De 1899 data la creación de la Industrial Química. La confluencia de todos estos sectores fabriles facilitó un notable avance del tejido industrial zaragozano a finales del ochocientos, contribuyendo de forma decisiva al efectivo crecimiento de la ciudad. En este contexto, cabe destacar la formación de instituciones y empresas que desempeñarán un papel preponderante en la vida económica aragonesa, como la Cámara de Comercio (1886) o HERALDO DE ARAGÓN (1895).


Primer ejemplar de HERALDO

En una ciudad como Zaragoza con un brillante pasado periodístico, la creación de HERALDO DE ARAGÓN como periódico independiente el 20 de septiembre de 1895 fue recibida con una enorme y generalizada satisfacción. Fundado por el periodista oscense Luis Montestruc, en su primer editorial defendía los principales valores informativos que el nuevo diario se comprometía a asumir, subrayando su rigor y su independencia política e ideológica al servicio de una información veraz que se ofrecía a toda la sociedad aragonesa.


El ferrocarril, clave en el proceso

El trazado de las diversas vías de comunicación, carreteras, cursos de agua y especialmente ferrocarriles, modeló de forma muy significativa la red industrial de Zaragoza. Las estaciones de trenes focalizaron el establecimiento tanto de las nuevas fábricas metalúrgicas y azucareras como incluso de los nuevos asentamientos obreros. En Zaragoza la red ferroviaria se fue completando con la llegada de trenes desde Cariñena a partir de 1887, desde Barcelona en 1894, y desde Utrillas a partir de 1904 para transportar los lignitos turolenses a la incipiente industria de Zaragoza.


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