Heraldo del Campo

«Fenómenos extremos como las supersequías hacen más impredecible la agricultura»

María José Sanz es directora científica del centro vasco para la investigación del cambio climático.

Mª José Sanz, en una imagen reciente.
Mª José Sanz, en una imagen reciente.
Almozara

¿La agricultura ya está siendo testigo del cambio climático. ¿Es el sector más afectado?

No es el único, pero es uno de los sectores que se ven más afectados y, por las consecuencias que tiene en la sociedad porque provee de alimentos y de servicios ecosistémicos, es importante tenerlo en cuenta.


¿Qué producciones van a tener mayores problemas?

Hay evidencias de que algunas especies de cereal, como el maíz y el trigo, se han visto más afectadas que el arroz y la soja, aunque estamos hablando de producciones globales mundiales. Los efectos no son graduales sino que vienen asociados a eventos extremos, sobre todo, un tipo de evento extremo que se ha adelantado bastante respecto a lo que se preveía han sido las olas de calor, combinadas con periodos de sequía más largos, lo que se llaman supersequías. Eso sí que puede tener un impacto en la agricultura, sobre todo un impacto que la hace todavía menos predecible, en términos de cuándo se va a producir más o menos. Hay una oscilación mayor en la agricultura y, por lo tanto, una impredecibilidad mayor también en los precios. No quiere decir que no se vayan a recuperar las producciones pero hay una oscilación muy grande, los periodos de sequía son ahora mucho más largos, los hay de cuatro, cinco, seis e incluso siete años, y eso tiene unas consecuencias en la agricultura muy evidentes.


El sector es uno de los paganos del cambio climático. ¿Ha sido también, como se le acusa, uno de sus mayores contribuyentes?

La agricultura es un sector que tiene una emisión de gases de efecto invernadero que la convierte en el segundo sector que más contribuye al cambio climático, muy de lejos, eso sí, del sector energético basado en combustibles fósiles. Y es el segundo sector porque asociado a la agricultura se emiten gases que tienen mucho potencial de calentamiento, mucho más que el CO2, como el metano o el nitrógeno. Pero en agricultura la perspectiva con la que se piensa más es la eficiencia en términos de reducción de emisiones, es decir tratar de reducir las emisiones por unidad de producto, en lugar de pensar en términos absolutos porque sabemos que si tenemos que producir más alimentos tenemos que ser más eficientes, no tanto en producir menos alimentos porque son necesarios.


¿Los acuerdos adoptados hasta ahora han servido para algo?

Todos sabemos que la agricultura es un sector que está muy asociado a la gestión del territorio y   siempre es un área difícil para cualquier Gobierno. Con los acuerdos multilaterales lo primero que se hizo es que hubiera una conciencia global del problema. Después se hicieron ejercicios más o menos modestos para reducir o limitar las emisiones, aunque en el protocolo de Kioto las reducciones cuantitativas se aplicaban a los países desarrollados. Es decir no controlaba las emisiones de las economías emergentes como China, Sudáfrica o la India y, por eso, las emisiones en Asia se han incrementado notablemente. Ahora se ha dado un salto cuantitativo porque China ha puesto encima de la mesa una voluntad de reducir emisiones. Se va avanzando en tomar conciencia de que el problema es un problema grave que tiene ya consecuencias sociales y económicas, se va logrando una voluntad de atajar el problema desde el punto de vista de la mitigación y se va consiguiendo que exista conciencia de que la adaptación es inevitable. Es decir, tienes que contar con que eso te va a pasar y tienes que tenerlo en cuenta a la hora de diseñar políticas y tomar medida, porque si no actúas en la reducción de emisiones, en las causas, los efectos se van a agravar y vas poder predecir menos lo que va a pasar y qué medidas hay que tomar. En agricultura siempre ha sido obvio que no se puede desligar la adaptación de la mitigación. La agricultura mediterránea se adapta a un ciclo de sequía porque es inevitable, pero a la par está buscando un aumento de la producción y hay que conseguir que eso se produzca con las menores emisiones posibles y con la tecnología y las herramientas disponibles.


¿Cómo le suena Donald Trump negando el cambio climático?

El presidente electo de Estados Unidos posiblemente no está suficientemente bien informado, pero la sociedad norteamericana, o por lo menos, los estados del Pacífico y del Atlántico, donde se concentra la población que tiene mayor influencia, es consciente del problema y está tomando medidas. Creo que es una pena, porque Estados Unidos había tomado el liderazgo y había ayudado muchísimo a que China tomara una postura activa y ahora ese liderazgo se ha desvanecido. Yo pienso, sin embargo, que EE. UU. va a mantener esa actitud porque ha habido muchas empresas que han visto la oportunidad de negocio y mucha gente está concienciada.


¿El consumidor es consciente de que el cambio climático puede hacerle incluso variar su dieta?

El consumidor se ve arrastrado un poco por la economía y el marqueting, pero cada vez hay más consumidores responsables que miran las etiquetas de los productos y eligen teniendo en cuenta que la producción ha sido responsable, aunque tengan que pagar un poco más. Es cierto que muchas veces hay medidas que se toman por otras razones, por ejemplo todo el tema de los embalajes, que se podría racionalizar mejor. Yo me admiro cada día cuando miro el cubo de la basura y me doy cuenta de la mayoría de los desechos son embalajes plásticos originados por combustibles fósiles mucho más difíciles de reciclar. El consumidor está empezando a concienciarse con el cambio climático, pero obviamente tenemos el problema de que en las economías menos desarrolladas la prioridad del consumidor es comer y no tiene esa percepción. Uno de los temas que se quiere avanzar en el contexto de los acuerdos de París es en la educación ambiental en todos los ámbitos, por supuesto respetando las prioridades de cada contexto.

PERFIL


Natural de Valencia (1963), María José Sanz es directora científica del centro vasco para la investigación del cambio climático. Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, está especializada en los efectos de la contaminación atmosférica en los organismos vegetales. Con una larga trayectoria profesional, que incluye más de 300 publicaciones en su mayoría relacionadas con la contaminación atmosférica y el cambio climático, ha ejercido responsabilidades en centros nacionales e internacionales como la FAO. En Zaragoza, participó en el estreno de la cátedra Agrobank, que abordó los retos futuros del sector agrario.


Más información en el Suplemento HERALDO DEL CAMPO

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