María Eugenia Boix: "Monzón es mi punto de partida, mi base, todo"

Acaba de cantar en Zaragoza y ya se encuentra en Italia. Es una de las
sopranos de más proyección internacional, que mantiene intactas
sus raíces y su esencia aragonesa

María Eugenia Boix
María Eugenia Boix: "Monzón es mi punto de partida, mi base, todo"
Guillermo Mestre

Acaba de cantar en Zaragoza y antes lo hizo en Holanda y Austria, y además una gira por la Comunidad de Madrid y ahora estará en Italia... La soprano María Eugenia Boix (Monzón, 1982) relata con sencillez su programa de trabajo plagado de fechas y lugares del mundo, y recuerda su larga preparación hasta llegar ser ya un nombre destacado en el difícil mundo del ‘bel canto’. Gracias a las becas de prestigiosos concursos como el de Montserrat Caballé o las dos que le entregó la Reina Doña Sofía; o a ser semifinalista en el Operalia, organizado por Plácido Domingo; y, ya antes, cuando descubrió su voz escondida tras una jota y buscó su empeño en estudiar en el conservatorio superior de Salamanca, hacer el máster de Lied en Bruselas, modelar su voz con Carlos Chausson o Pedro Lavirgen... y Teresa Berganza, "con la que guardo una buena relación y me escucha de vez en cuando los papeles que estoy preparando". Pero se detiene al preguntarle cuál es su sueño y es cuando sorprende al decir con una apabullante serenidad que siempre le preguntan por ello, "y yo no pienso en nada en concreto, nunca. Intento asumir lo que me va viniendo bueno y dejando una buena semilla por donde paso, porque de las semillas salen los frutos y de ellas surgen cada vez más oportunidades. Esto es una carrera larga y mi único suelo es mantenerme en ella durante muchos años". Una reflexión que define a esta mujer optimista y feliz, muy trabajadora y, por encima de todo, familiar, que sigue viviendo en su Monzón del alma.


A pesar de su vida nómada, siempre está en Monzón.

Es mi punto de partida, mi centro, mi base, el único sitio que tengo fijo. Monzón es todo. Aquí está mi gente y donde me siento realmente tranquila, donde puedo estudiar, renuevo pilas, muy necesarias para las vueltas que me toca dar por el mundo. Tengo a mi familia, mi marido, mi madre, mis hermanos, amigos, y llevo bien las distancias y ausencias, a pesar de tantos viajes.


¿Es complicado con su marido?

Somos amigos desde hace años y teníamos claro cómo era mi vida. En todo el tiempo que estamos juntos, por suerte, he tenido trabajo; además, estudié fuera, en Salamanca, Bélgica... Era algo asumido por ambas partes y él es mi principal apoyo, aunque no puede venir conmigo todo lo que quisiera. Le gusta mucho lo que hago, estudió guitarra y entiende y comparte este mundo.


Es un mundo diferente.

Sí, es también un estilo de vida, pero es como todas las profesiones aunque en mi caso un día me despierto en Monzón y otro en Holanda y al siguiente en Alemania. Me apoya mucho y entiende mi vida que, en definitiva, también es al suya.


Comenzó muy joven en la música y encontró pronto su vocación, una vocación poco común en un pueblo.

Estoy sobre un escenario desde los 3-4 años. Cantaba jotas y lo hice en Monzón hasta los 18 o 19. Ya no lo hago porque no tiene mucho que ver con la lírica, pero cuando escucho una bien cantada o la veo bailar se me ponen los pelos de punta. Compaginé la jota con la coral y empecé a cantar lírico en el conservatorio, mientras estudiaba oboe, que hice hasta segundo de grado medio.


Un instrumento poco conocido.

Cuando llegas al conservatorio de niño, normalmente se hacen pruebas de aptitud para ver cómo reaccionas con los instrumentos. A mi me dieron una caña de oboe y sonó, algo no muy normal. Todo lo que aprendí en aquella época me ha venido muy bien.


¿Siempre quiso cantar?

Sí, aunque en el canto empecé tarde. Mi padre lo hacía en la coral de Monzón y me llevaba y tardé en entenderlo porque me parecía muy rollo. Mis padres pensaron que lo mejor era educarme la voz. Vieron que me encantaba la música, y también los profesores de jota y la coral me animaron porque creían que había posibilidades para educarla de otra manera. Me llevaron al conservatorio y al principio no me apasionaba, pero descubrí todas las posibilidades que ofrece a la hora de cantar. En mi casa no había tradición musical, pero fui haciendo oído.


En qué genero se encuentra más a gusto.

He hecho ópera, mucho recital de cámara, antigua, zarzuela... No estoy encasillada porque disfruto con todo lo que hago y con todo lo que he tenido que hacer.


Dicen que la voz cuando mejor está es a partir de los 40, y usted aun es joven.

Es verdad que se nota, que vas madurando como persona y tu instrumento, que es la voz, y tu cuerpo en general, lo hacen a la vez y es bonito ver que todo va en consonancia, que es un camino que se está desarrollando. Me parece increíble poder verlo y notarlo.


Eso permite tener carreras largas.

Claro, claro, sobre todo por la técnica. Lo bueno y lo malo de la voz es que va contigo, es tu instrumento, y no puedes guardarlo en una funda y marcharte. Además, como cualquier experiencia en tu vida la reflejas cantando.


Incluso los momentos más delicados.

Los más amargos y los más dulces, y en eso también es muy poderoso lo de cantar, porque si sabes agarrarte a ello sacas fuerzas de donde no hay en otras ocasiones. Para mi siempre ha sido más fuerza que derrumbamiento.


¿Qué le da la ópera?

Subir a un escenario en general me da una conexión muy íntima entre lo que siento con la música y lo que quiero trasmitir al público. Intento ser siempre fiel a lo que es mi voz, a María Eugenia, y trasladar eso.


¿Le ha hecho llorar la música?

Mucho, tiene ese poder, y he acabado con lágrimas en alguna representación, pero he podido llegar al final. Hay que intentar no llegar hasta ese límite porque es muy peligroso, porque al llorar se te hace un nudo en la garganta que te la cierra y no puedes cantar. Hay que conocer tu límite para dejarte emocionar sin que peligre tu voz.


La ópera no vive un buen momento, con escasas representaciones, sobre todo en Aragón.

Intento verlo con optimismo y ser positiva porque por suerte tengo bastante trabajo, pero es verdad que no es el mejor momento para la música clásica ni para óperas. Hay que intentar acercar a este mundo todo tipo de públicos, con entradas más asequibles, porque la música clásica no es algo exclusivo de un público cultivado. Como todo en la vida, si no se conoce no se puede valorar. A mi no me gustaba el canto lírico y ahora vivo de él, es mi pasión.