Cuatro de cada diez discapacitadas en España son maltratadas por sus parejas

Sufren más violencia y más intensa que el resto, con siete veces más víctimas de golpes y cuatro veces más agredidas sexualmente, según un estudio de la Fundación ONCE.

Una víctima de violencia de género oculta su rostro tras una cristalera.
Una víctima de violencia de género oculta su rostro tras una cristalera.
EFE

El maltrato a la pareja o expareja es una lacra silenciada y de la que solo trasciende una cantidad mínima de casos, pero de todas las víctimas las más numerosas e invisibles son las mujeres con algún tipo de discapacidad. Así lo confirma un estudio pionero de la Fundación ONCE, que ha puesto la lupa sobre el enorme volumen de violencia machista que soportan estas mujeres, que como otros muchos problemas que condicionan la vida de estas 2,5 millones de españolas es una realidad oculta.

Cuatro de cada diez mujeres con discapacidad son víctimas de violencia de género, lo que significa que la prevalencia de la lacra en el colectivo es un 26% superior a la media, que no llega al 30% de las españolas. Los expertos que han elaborado la investigación consideran que estos ocho puntos más de vejaciones, humillaciones y agresiones se deben a una mayor dependencia del cuidador, a una autoestima más baja, a una menor capacidad de defensa física, a que muchas viven aisladas de sus allegados y a sus propias dificultades de comunicación o de acceso físico a los puntos de información y ayuda.

El perfil de la maltratada con discapacidad es el una mujer de mediana edad, fundamentalmente con problemas psicológicos o limitaciones físicas moderadas, con estudios básicos u obligatorios, parada, que en la mitad de casos vive con sus hijos, que llega a final de mes con muchas o bastantes dificultades, con escaso contacto social y que con frecuencia procede de una familia en la que ya sufrió maltrato.

Esta violencia familiar, según la investigación, les suele llevar a buscar pareja desde edad temprana, que suele comenzar como un cuento de hadas, seguido del progresivo aislamiento del entorno, el control, la creciente dependencia emocional y pronto las primeras explosiones de violencia. Un cuidador intachable ante los demás y agresivo y controlador en la intimidad.

Pero el trabajo de la Fundación ONCE no solo establece que la prevalencia de la violencia de género es notablemente mayor entre las mujeres con discapacidad que entre el resto de las españolas, sino que también certifica que la intensidad, la variedad, la gravedad y la reiteración con la que sufren esta violencia también son muy superiores.

Prácticamente la totalidad de las maltratadas de este colectivo, el 92%, padecen violencia psicológica, insultos y humillaciones, siete de cada diez afectadas también saben lo que es vivir controladas, bajo los dictados y el espionaje de su pareja, y una proporción idéntica recibe empujones, golpes y todo tipo de ataques físicos. El cuadro, en el que muchas son víctimas de varios tipos de maltrato a un tiempo, se completa con un 43% de atrapadas por la violencia económica.

Violencia vicaria disparada

Estos altísimos porcentajes de víctimas de distintos tipos de violencia son también un hecho diferencial, negativo claro, entre las mujeres con discapacidad. Significan, entre otras cosas, que las españolas que tienen estas limitaciones sufren siete veces más ataques físicos que el resto de compatriotas, pero también cuatro veces más asfixia económica, tres veces más vejaciones psicológicas y, sobre todo, cuatro veces más agresiones sexuales de su pareja. La otra violencia que también alcanza niveles muy por encima de la media entre las madres con alguna discapacidad es la violencia vicaria, la que el maltratador ejerce sobre los hijos para dañar a la mujer. La sufre una de cada diez y más aún quienes tienen limitaciones físicas.

Una tercera aportación novedosa de este trabajo es que desvela que el 30% de las mujeres que sufren violencia de género termina padeciendo algún tipo de discapacidad. Solo el 58% de las maltratadas de este colectivo tenían ya alguna discapacidad cuando empezaron las vejaciones y los ataques, para el resto los daños llegaron como consecuencia de la violencia. Lo que también deja claro es que las lesiones de quienes ya las padecían empeoraron con las agresiones de sus parejas.      

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