tecnología

Una década de selfis entre la autoestima y la marca personal

La popularización del autorretrato ha revolucionado la forma en la que nos vemos y nos presentamos, con posibilidad de retoques, ante los demás.

Los más románticos aprovechan San Valentín para crear momentos inolvidables
Una pareja se hace un selfi, en una imagen de archivo.
Pexels

En modo selfi hemos conocido el lado más desenfadado de la Familia Real, se han hecho oficiales historias de amor como la de Gerard Piqué y Clara Chía o se han desatado polémicas como la de Carlos Herrera frente a la sala de conciertos Bataclán, tras el atentado en la capital francesa.

La autofoto apareció hace diez años y desde entonces políticos, famosos, deportistas y agentes sociales de todo tipo han acudido a ella para ganar notoriedad o vendernos sus productos. La democratización del selfi sucedió rápido y a día de hoy ya sirve tanto para ligar como para encontrar trabajo. Por su culpa, algunas personas rehúyen de su imagen o se juegan la vida; otras, en cambio, gracias a él encuentran una forma de hacerse oír. El selfi, que sigue soportando la etiqueta de gesto narcisista y frívolo, es un fenómeno mucho más serio de lo que parece. Uno capaz de empoderarnos y de esclavizarnos al mismo tiempo.

Si queremos ponernos filosóficos, podríamos decir que el ser humano se ha autorretratado desde siempre, desde que estampó su mano sobre las cuevas paleolíticas. Y si se quiere ser literal, la primera persona en sacarse una foto de sí misma fue Robert Cornelius en 1839. Sin embargo, lo que ahora conocemos como selfi llegó mucho más tarde. Fue en noviembre de 2013 cuando el prestigioso diccionario Oxford nombró 'selfie' como palabra del año y, a partir de esa fecha, entró en nuestro vocabulario y también en nuestro carrete de fotos. La RAE aceptó e incluyó el término selfi (ya sin la e final) en diciembre de 2018.

Cuando la madrastra de 'Blancanieves' quería reforzar su autoestima acudía al espejo mágico y le preguntaba quién era la más guapa del reino. Pilar San Pablo, doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valladolid, echa mano de este cuento para definir un fenómeno que nació unido a la generación millennial.

"Un selfi es una expresión tecnológica que se nos brinda gracias a la posibilidad de tener un teléfono móvil con una cámara incorporada. Nos observamos en él siempre que queremos preguntarnos cuán adecuados o no estamo", explica la académica. A continuación matiza: "Pero si el autorretrato no se comparte en redes, es decir, si no se visibiliza, entonces no es selfi. Porque con el selfi lo que se persigue es una respuesta en el exterior".

Frente a la aparente inocencia y espontaneidad de los primeros selfis, con el paso del tiempo famosos y mortales nos hemos vuelto más hábiles a la hora de buscar esa reacción externa: existen ya auténticos repertorios de ángulos y poses que se repiten hasta el infinito, el palo selfi y los aros de luz son cada vez complementos más habituales y abundan los tutoriales sobre cuáles son los mejores horarios para publicar en redes y acumular 'likes'.

"Nos hemos convertido en 'community managers' de nuestra vida", afirma Eudald Espluga, autor del libro 'No seas tú mismo'. "Nuestras vivencias se han convertido en 'contenido' que refinamos estéticamente y lo ajustamos a las exigencias algorítmicas". Para este filósofo y periodista cultural, el selfi es algo más que el testimonio de un momento especial y el contexto en el que apareció tiene mucho que ver. "El año 2013 coincidió con un escenario poscrisis donde, ante la falta de oportunidades, se acabó imponiendo la figura del individuo como empresario de sí mismo. Todos debíamos invertir en nuestra marca personal, parecía fundamental para triunfar en el mercado laboral y en el sexual", explica.

Los selfis entonces inundaron todas las aplicaciones, desde las de tinte profesional, como Linkedin, hasta las de citas como Tinder. Siempre según el ritmo que iba marcando Silicon Valley. Al comienzo, las redes sociales fueron consideradas un remanso de paz y felicidad, refugios donde predominaban autorretratos con sonrisas y momentos de euforia. Ahora, sin embargo, los malestares también son premiados por el algoritmo, es lo que se denomina como 'sadfishing'.

Tras esa foto con los ojos llorosos o sin maquillar está el gesto de buscar compasión y apoyo, pero también algo más. "Lo que se intenta con esa transparencia emocional -argumenta Espluga- es conferir autenticidad a nuestra marca personal, que desde fuera se perciba genuina". Teniendo en cuenta la cascada de aplicaciones enfocadas en el lenguaje visual, el entramado tecnológico es imprescindible para explicar el boom del selfi. La configuración de los algoritmos ha resultado clave y a ello hay que sumarle, por ejemplo, la calidad de las cámaras. La guerra entre competidores por seguir ganando megapíxeles continúa: de los 1,2 MP de la cámara frontal del iPhone 4 en 2010 hemos pasado a los 12 MP del iPhone 15 en 2023.

Ética y estética

Esta transformación tecnológica (junto a filtros e interfaces) está teniendo grandes efectos en lo social. Pilar San Pablo ha estudiado las implicaciones éticas y estéticas de la autorrepresentación en el ámbito digital, especialmente entre jóvenes, y se muestra preocupada por lo que se ha acuñado como 'dismorfia de Snapchat', un trastorno por el que la persona afectada se obsesiona con los defectos físicos que percibe de sí misma. Los selfis retocados con filtros pueden actuar como un desencadenante.

La pasada primavera se abrió de nuevo este debate cuando el filtro Bold Glamour se hizo viral en TikTok y en pocos días tuvo más de 16 millones de descargas. Usuarios de todas las edades, también menores, lo han empleado para ver sus facciones mucho más esculpidas. A diferencia de otros filtros que pueden fallar si el sujeto se está moviendo o tocando la piel, el Bold Glamour, diseñado por Inteligencia Artificial, no muestra estas debilidades. La confusión entre realidad y ficción puede ser total y los expertos advierten que puede alterar la comprensión sobre cómo se supone que debe verse una cara, algo que podría exacerbar los problemas de salud mental relacionados con la propia imagen.

"Hace años los cirujanos plásticos en Estados Unidos empezaron a dar la voz de alarma por la cantidad de personas que acudían a sus consultas, no ya con la referencia de una foto ajena, sino con sus propios selfis habiendo aplicado el filtro correspondiente", explica San Pablo. En España, las intervenciones de cirugía estética han aumentado un 215% entre 2013 y 2021. Las más habituales son el aumento de pecho y el retoque de párpados y labios. Preguntados sobre la influencia de las redes sociales en el sector, el 78,8% de los responsables de centros de cirugía estética en España creen que ha sido positiva.

Otra derivada de los selfis que entraña peligro son los retratos en lugares poco accesibles que terminan en tragedia. Se les conocen como 'selfis de riesgo' y, según un estudio de la Fundación iO, desde 2008 han causado la muerte de 500 personas en todo el mundo. En 2021 la media de edad de los fallecidos no sobrepasaba los 24 años. A día de hoy, España ocupa el cuarto lugar en este ranking mundial detrás de países como India, Rusia o Estados Unidos y se han contabilizado accidentes mortales en lugares como el mirador de un castillo en Benidorm o en un acantilado de Girona.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión