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Selfis inapropiados: poca empatía y mucho 'narcisismo digital'

En un campo de concentración, en un funeral, frente a las casas destrozadas de La Palma… Hay selfis que uno nunca debiera hacerse. Los expertos hablan del ego, vanidad e incluso ‘erostratismo’.

Una manifestante, el pasado domingo, en las calles de Barcelona.
Una manifestante, el pasado domingo, en las calles de Barcelona.
Lorena Sopena/E. Press

“En la actualidad percibimos la realidad a través de los móviles y eso hace que no tengamos contacto con ella. Por tanto, la tecnología convierte a otros sujetos en objetos. Con este alejamiento se destruye la empatía hacía el sufrimiento de los otros y nuestra capacidad de ponernos en su lugar”. El sociólogo de la Universidad de Zaragoza, David Pac, se hace eco de las teorías del filósofo Byung-Chul Han para explicar el comportamiento de muchos turistas que se autorretratan ante situaciones dramáticas. No es un fenómeno nuevo, pero sí ha vuelto a ponerse de actualidad tras la erupción del volcán de Cumbre Vieja. Los palmeros se han cansado de que su tragedia se vea como un espectáculo y, aunque creen que es lógico que los visitantes saquen fotos del volcán, censuran que lo hagan con selfis sonrientes y sus casas destruidas por detrás.

También esta misma semana, con las protestas por el aniversario de referéndum catalán del 1 de octubre, se han reeditado en Barcelona discutibles estampas que parecen banalizar la violencia: selfis frente a escaparates rotos o contenedores ardiendo en el centro de Barcelona. ¿Es postureo? ¿Una manera de documentar los hechos? ¿Vanidad y necesidad de presumir a toda costa?

“Los académicos que estudian políticas de la imagen llaman a esta serie de conductas selfi del desastre o, incluso, porno del desastre, porque muchos lo que buscan es azuzar el morbo”, comenta la psicóloga Sandra Sánchez. La profesora asociada en el campus de Teruel considera que con la revolución tecnológica y las prisas de la sociedad no se está reflexionando suficiente y psicológicamente sobre este tipo de conductas. “El prisma más sencillo y evidente indica que la población cada vez es más individualista y la única razón para hacerlo es buscar un ‘feedback’ positivo a través de ‘me gusta’”, explica. No obstante, habría que introducir en este cóctel otros conceptos como “el narcisismo digital o el hecho de que las redes han viciado disciplinas y, por ejemplo, ahora cualquier espectador se siente reportero”, añade Sánchez. La psicóloga cree que la desinhibición que facilitan las redes suele tener un factor lúdico y “expresiones egocéntricas” en mitad de una catástrofe hace que las víctimas lo sean doblemente: por su propia desgracia y por frivolizar su sufrimiento. “Existe incluso el concepto de ‘erostratismo’, que se refiere a quienes son tan hedonistas que, incluso, delinquen para conseguir fama y renombre”, narra la experta.

José Miguel Marco, presidente de la Asociación de Fotoperiodistas de Aragón, considera que lo más importante del selfi del desastre es “el yo”: “El 'yo he estado' allí pesa mucho más que el acontecimiento en sí”. Subraya que “la vanidad y el ego” forman parte consustancial del selfi y se imponen frente al hecho en sí, al que no se le suele prestar la atención precisa o sobre el que apenas se reflexiona. “La prueba está en que muchos de quienes se hacen estas fotos junto a personajes públicos o personalidades internacionales, por ejemplo el Papa, ni siquiera lo ven ni le miran sino que le dan la espalda directamente para tratar de hacerse la foto”.

Marco cree que esta tendencia, aupada por las redes y el espectáculo que fomentan algunos medios de comunicación (el entretenimiento sobre lo informativo) es ya inevitable y desvincula también los selfis de los autorretratos. “Lo del selfi es una cuestión social, es una actitud frente a los acontecimientos, que se extiende por las redes por la necesidad de presumir, compartir y obtener validación social”. Tampoco tiene nada que ver con la voluntad de documentar o registrar el momento, labor propia del fotoperiodismo, porque quienes tiran estas fotos “no son testigos” más que de sí mismos.

Algunos turistas, haciéndose fotos en La Palma con el volcán al fondo.
Algunos turistas, haciéndose fotos en La Palma con el volcán al fondo.
EFE

En La Palma, en las últimas semanas, los turistas han provocado, incluso, situaciones incómodas en las que sus muchos coches mal aparcados en el arcén han dificultado, por ejemplo, los movimientos de los vehículos de emergencias. “El volcán de mi isla no es una atracción turística. ¡Sea consciente de la situación!”, se lee en un cartel luminoso que ha instalado el Ayuntamiento de El Paso. “Quienes se paran a hacer selfis son ajenos a la desgracia de los palmeros. Lo ven desde fuera y, claro, no piensas en sus pérdidas e, incluso, creen que colaboran al ser turistas y dejar dinero en la isla”, explican los sociólogos.

Desde las áreas de Protocolo de las instituciones aragonesas explican que en más de una ocasión han tenido que instruir incluso a los políticos para que sean precavidos con las fotos que hacen públicas en sus redes. “Al igual que muchos cometen el error de responder a los hilos de Twitter y alimentar así el monstruo de una discusión inocua, también pueden poner fotos que arruinen su imagen sin darse cuenta de ello”, explican, al tiempo que citan dos normas de obligado cumplimiento: precaución y respeto. Citan de ejemplo el reciente caso del delfín de Merkel, a quien pillaron de risas y a mandíbula batiente durante la visita a un pueblo destrozado por las inundaciones del Rin el pasado verano. El presidente de la CDU Armin Laschet tuvo que disculparse de inmediato y hay quienes creen que tal estampa le ha pasado factura en las urnas.

Proyectos controvertidos

En Alemania son especialmente sensibles con este debate, pues llevan años de polémica con las fotos que los turistas se toman en el memorial berlinés del Holocausto o en los propios campos de concentración. En el primer caso, se han llegado a celebrar -y retirar posteriormente- sesiones de fotos con modelos para mostrar la ropa de la temporada. En el segundo caso, en Auschwitz, por ejemplo, los empleados de seguridad piden a los visitantes expresamente que eviten los ‘selfies’ durante la visita al campo. Los responsables del complejo denuncian la actitud de algunas personas que se hacen fotos frivolizando las atrocidades cometidas por los nazis. Existe, de hecho, un muy controvertido proyecto de un creativo publicitario, Shahak Shapira, que reunió los selfis que los turistas se hacían en el memorial del holocausto. ‘Yolocaust’ era el título de un experimento que sobrepuso y entremezcló las divertidas estampas de los turistas del siglo XXI con las de los cadáveres hallados en los campos el 1945.

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