SUCESOS

La catástrofe en la que murieron 583 personas y que sentó las bases de  la identificación de cadáveres

En Murcia se crearon dos equipos de trabajo para investigar por separado una lista 'ante mortem', la de los desaparecidos, y otra 'post mortem'.

Recorte de HERALDO sobre el accidente aéreo.
Recorte de HERALDO sobre el accidente aéreo.
Archivo Heraldo de Aragón

Marzo de 1977. Un atentado en el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, obliga a desviar el tráfico aéreo a Los Rodeos, Tenerife. Dos 'jumbos' (el clásico modelo Boeing 747) se estrellaron. Murieron 583 personas, entre tripulantes y pasajeros. Sigue siendo el accidente con mayor número de víctimas mortales de la aviación comercial.

El estado en el que quedaron los cuerpos obligó a una complejísima labor para dar nombre y apellidos a todos los cadáveres. En aquella catástrofe se puso en marcha un protocolo de grandes catástrofes en el que España fue pionera, que aún hoy se sigue aplicando y que se ha exportado a otros países del mundo por su eficacia.

En las cuatro horas que transcurrieron entre las seis y las diez de la mañana del 1 de octubre, el incendio de las discotecas de Murcia, también conocido como la tragedia de Las Atalayas, pasó de ser un suceso más -al principio se pensó que no había fallecidos- a convertirse en una gran catástrofe, lo que llevó a la Policía Nacional a aplicar el protocolo creado tras el accidente de Los Rodeos.

El sistema está pensado para sucesos con un número elevado de víctimas donde, por el estado de los cuerpos, resulta muy difícil identificarlas por la observación de sus rasgos físicos o mediante necrorreseña, que es la toma de la huella dactilar al cadáver.

El protocolo consiste en crear dos equipos que trabajan en paralelo, pero de forma completamente independiente. Uno de ellos se dedica a la investigación denominada ante mortem. En el caso de Los Rodeos, la lista del pasaje que embarcó o debió de embarcar en los aviones.

En el caso de Murcia, la lista 'ante mortem' fue la de los desaparecidos. El baile de cifras, propiciado por la confusión de las primeras horas y los balances apresurados, tuvo más reflejo en los medios de comunicación que en la investigación policial, donde desde el primer momento -el domingo- hubo 14 desaparecidos que ascendieron a 15 el lunes.

No obstante, dos de esas 15 personas fueron halladas en las primeras 48 horas. Una de ellas había regresado a Caravaca de la Cruz, donde reside, y pasó el domingo de resaca, por lo que sus allegados no lograban dar con ella. La segunda apareció antes, pero -según las fuentes consultadas- la familia tardó horas en notificar su localización.

Los agentes que trabajan en la lista ante mortem tienen que reconstruir las horas previas de los desaparecidos y recabar el mayor número de elementos característicos que les sea posible: rasgos físicos, indumentaria el día de autos, pendientes, pulseras, 'piercings' o cadenas, tatuajes.

Peines y cepillos de dientes

También se dedican a obtener muestras de ADN de cada uno de ellos. Para ello, se solicita a sus familiares que les entreguen -debidamente conservados, ya que, por ejemplo, no pueden estar en bolsas de plástico- peines, cepillos de dientes o cuchillas de afeitar que usaran de forma individual los desaparecidos. En el caso de alguno de ellos, que no vivía con familia, se llegó hasta algún conocido que pudiera facilitar el elemento de prueba.

El segundo equipo, que trabaja de forma autónoma respecto al primero, pero mano a mano con los forenses, es el que se centra en la lista post mortem. En lugar de identidades, ellos investigan cadáveres a los que se asigna un número. En definitiva, el primer grupo investiga a los vivos -hasta que se demuestre lo contrario- y el segundo, a los muertos.

La tarde del lunes 2 de octubre la Policía Nacional cuadró las dos listas, la de desaparecidos y la de cadáveres, que por primera vez coincidían en número: 13. Los agentes empezaron a cruzar información y lograron las primeras identificaciones provisionales: pudieron relacionar seis cadáveres con los nombres del listado 'ante mortem' gracias a necrorreseñas o a otros elementos característicos, como un pendiente -por el que se identificó a una chica y que la familia reconoció plenamente- o el brazalete de un joven.

Sin embargo, tal y como marca el protocolo de grandes catástrofes, el de Los Rodeos, la identificación no se considera completamente confirmada hasta que se practiquen las pruebas de ADN. Los agentes enviaron a los laboratorios de la Dirección General de la Policía los perfiles genéticos extraídos de los 13 cadáveres rescatados para cotejarlos con los hallados en los enseres personales de los desaparecidos.

Las muestras salieron el mismo lunes por la tarde hacia Madrid y la Policía, por una cuestión de humanidad, le dio trámite de urgencia al análisis de esas pruebas de ADN con el fin de poder entregar los cuerpos a sus familias.

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