Sociedad

La muerte de Isabel II deja una monarquía a la que los jóvenes no ven bien

Los británicos han admirado más a la mujer que ocupaba el trono que a la Corona en sí y, ahora, Enrique y Meghan son los mejor valorados de la familia.

Meghan Markle.
Dominic Lipinski/AFP

"Hasta los republicanos como yo pueden ser, y en mi caso lo son, muy isabelinos". El término ya existía antes de que Malcolm Turnbull, entonces primer ministro de Australia, lo popularizara tras un encuentro con la reina Isabel II en 2017, pero es posible que hoy, más que nunca, sirva para definir a muchos británicos.

La monarquía es uno de los grandes escaparates del Reino Unido, y sigue gozando de un robusto apoyo popular. Pero los sondeos de los últimos años muestran sus dos grandes flaquezas: los británicos han admirado más a la cabeza que portaba la corona que a la Corona en sí, a la que, además, los más jóvenes han empezado a dar la espalda.

Una gran brecha generacional se ha abierto entre los británicos y su tradicional apoyo a la familia real. Las encuestas de opinión han ido reflejando con el paso de los años ese progresivo distanciamiento de las nuevas generaciones con la monarquía. Mientras que los mayores, sobre todo los que superan la edad de jubilación, se mantienen fieles a la realeza, cuatro de cada diez jóvenes de 18 a 24 años creía a finales de 2021 que los propios británicos deberían poder elegir a su jefe del Estado.

Escándalos como los que han salpicado al príncipe Andrés -que mantuvo vínculos con el pederasta Jeffrey Epstein y que ha sido acusado de abusar de una menor-, o las acusaciones de racismo que el príncipe Enrique y su esposa Meghan arrojaron sobre la familia real en su famosa entrevista con Oprah Winfrey, no han hecho sino acentuar esta tendencia.

En sus siete décadas de reinado, Isabel II ha visto desfilar a quince primeros ministros. Ha estado presente en todos los grandes eventos que la mayor parte de los británicos pueden recordar: guerras, crisis, pandemias. El país se transformaba, pero ella permanecía; inmutable, como la encarnación de un mito. ¿Y quién puede estar a la altura de un mito? El legado es ciertamente difícil de superar para sus herederos, en especial para el hasta ahora príncipe Carlos, que nunca ha gozado de un gran favor público.

El hermano pequeño

Expuesto durante toda su vida al escrutinio público, sin un papel claro que representar salvo el de apoyar a la reina y esperar su turno, y protagonista de uno de los mayores escándalos reales de las últimas décadas -su infidelidad matrimonial y consecuente divorcio-, Carlos no lo ha tenido fácil. Los británicos de todas las edades, pero especialmente los jóvenes, tienen una mejor opinión de su hijo Guillermo, al que hubieran querido ver sucediendo a Isabel II, y creen que la pareja que forman el ahora heredero y su esposa Catalina será quien más influya en la familia real en la próxima década.

Pero, mientras Guillermo genera consenso, su hermano Enrique encarna a la perfección la gran zanja que se ha abierto entre las distintas generaciones: los mayores no lo tragan pero, para los jóvenes, los duques de Sussex siguen formando parte del grupo de miembros de la familia real mejor valorados. Muchos veinteañeros consideran que, con el alejamiento de la pareja, que ahora reside en Estados Unidos y ha renunciado a sus títulos y obligaciones reales, la monarquía ha perdido una oportunidad para modernizarse y revitalizarse.

Aunque en los últimos meses han perdido algo de influencia, las causas que ellos han defendido públicamente, como la de la salud mental o la lucha contra la discriminación racial, además de sus deseos de ser financieramente independientes, resuenan entre los británicos más jóvenes, mientras que la sonriente, almidonada y protocolaria familia real resulta, cada vez más, algo ajeno.