Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Con los ojos de la ciencia

La basílica del Pilar, vista desde la ingeniería

Cuatro torres, tres naves, once cúpulas y unos maestros constructores que sabían muy bien lo que hacían.

Vistas de Zaragoza con la basílica del Pilar.
Vistas de Zaragoza con la basílica del Pilar.
Raquel Labodía

La basílica del Pilar es una de las imágenes más representativas de Zaragoza. Sus cuatro torres, las tres naves que la forman, lo imponente de su arquitectura barroca, dejan impronta en el visitante. Pero ¿puede mirarse la basílica del Pilar con los ojos de la ciencia? ¡Todo puede mirarse desde la perspectiva que nos da la ciencia!

Lo primero que habría que destacar es que, como la práctica totalidad de los edificios históricos singulares, este templo está construido con muros de fábrica (ya sean de piedra o de ladrillo). Esta era la forma más frecuente de hacer edificios que perduraran hasta tiempos muy recientes. ¡Y ya veis que funciona!

Sin embargo, esta forma de construir tiene una limitación importantísima: no soporta esfuerzos de tracción, al contrario que los materiales modernos, como el acero. Así que los maestros constructores debían saber muy bien lo que hacían, especialmente con las torres (y hay cuatro) y las cúpulas (hay nada menos que ¡once!).

Los maestros de obras conocían perfectamente el comportamiento de las bóvedas y el de las torres, así que aprendían a dimensionarlas con un gran conocimiento acumulado con el paso de los siglos.

Hoy en día los ingenieros utilizan métodos mucho más sofisticados y precisos para el análisis y la conservación de este tipo de estructuras, aunque uno de los documentos más antiguos que se conservan sobre el diseño de una estructura de sillares es el 'Manuscrito del puente de piedras de Zaragoza', de 1401, donde se explica con todo detalle cómo se diseñó el puente que acompaña inseparable a nuestra basílica.

Elías Cueto Prendes Catedrático de Mecánica de Medios Continuos y Teoría de Estructuras del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza

Con la colaboración de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Zaragoza

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