Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Coronavirus-Aquí hay ciencia

La ciencia de la cuarentena

Es una estrategia de contención. Personas que han estado potencialmente expuestas a una enfermedad infecciosa son separadas del resto y se restringen sus movimientos durante días como medida preventiva para garantizar que, en caso de estar enfermos, no contagian a otras. ¿Por qué se adopta?

Una turista se asoma a un balcón de un hotel en cuarentena
Una turista se asoma a un balcón de un hotel en cuarentena
Cristóbal García / Efe

Si sospecha que puede padecer la Covid-19 porque ha estado en zonas de riesgo o en contacto con un contagiado, o simplemente presenta síntomas respiratorios, no lo dude y aíslese. A continuación, llame al 112 o al teléfono local para informar de su situación y pedir que le hagan un test a domicilio. Si da positivo y sus síntomas son graves, le ingresarán en el hospital. Con síntomas leves, solo le impondrán aislamiento.

Eso dicta el protocolo de actuación que ha difundido en España el Ministerio de Sanidad ante la expansión del coronavirus SARS-CoV-2. Aunque a estas alturas de la película, hay ocasiones en que ni siquiera se lleva a cabo el test por falta de recursos, y el aislamiento es inmediato ante la mínima sospecha.

Aislamiento y cuarentena 

Desde que en diciembre de 2019 hizo su aparición el coronavirus SARSCoV2, muchos países han pedido a sus ciudadanos que se aíslen o que guarden cuarentena. Pero ojo, porque son conceptos diferentes. A diferencia del aislamiento, que es individual y se lleva a cabo una vez que se diagnostica la infección (para que no entre en contacto con personas sanas), la cuarentena supone la separación y restricción de movimientos de varias personas que han estado potencialmente expuestas a una enfermedad infecciosa. Una medida preventiva para asegurarse de que, en caso de enfermar, no infectan a otras.

En China, origen del brote, se aplicaron medidas de cuarentena extraordinarias para ciudades enteras, que han afectado a millones de personas. Y en España, el estado de alarma declarado el sábado restringe el uso de las vías públicas para la compra de alimentos, productos de primera necesidad, cuidado de personas dependientes, desplazamientos al trabajo y actividades análogas

¿Tiene sentido? Sí, siempre y cuando hablemos de enfermedades que se pueden transmitir durante el periodo asintomático, es decir, antes de que en la persona se muestre síntomas de enfermedad. Otros virus similares, como el coronavirus causante del SARS, solo eran transmisibles después del inicio de la sintomatología. Y era absurdo hablar de cuarentenas.

En cuanto a eso de los cuarenta días religiosos, es cuestionable. Sobre todo por el origen de la medida. Cuando, en el siglo XIV, Venecia cerró por primera vez las puertas a los barcos que venían de zonas infectadas por la peste negra, les obligaron a solo a 30 días de observación (trentino lo llamaron). Poco después se prorrogó a 40 días (qarantino), porque supuestamente eso marcaba el límite entre una enfermedad infecciosa y una enfermedad crónica. Aunque, a decir verdad, no parece casualidad que se eligiese un número con tanta carga religiosa como el 40, que coincide con los días que duró el diluvio universal, los que pasó Moisés en el monte Sinaí y los que dura la Cuaresma.

Impacto psicológico 

Dure lo que dure (de momento 15 días en España, aunque es previsible que se prorrogue), está claro que no es una situación precisamente cómoda. Una revisión publicada en ‘The Lancet’ hace unos días sobre el impacto psicológico de la cuarentena menciona que la reclusión provoca confusión, enfado, frustración, aburrimiento, pérdidas financieras, síntomas parecidos a los del estrés postraumático, insomnio, agotamiento mental, ansiedad, estigma y, en un porcentaje bastante alto, depresión severa. Al fin y al cabo, es una forma de privación de la libertad. Que además te separa de tus seres queridos. Y crea incertidumbre, sobre todo si no se informa suficientemente a los pacientes.

"Habría que sopesar los beneficios de la cuarentena masiva teniendo en cuenta sus costes psicológicos", escriben Samantha K. Brooks y sus colegas del King’s College de Londres en la prestigiosa revista médica. "Apelar al altruismo quizás ayude, porque así recordamos al público el gran bien que le hacen las personas que guardan cuarentena al resto de la sociedad", sugieren. Un comportamiento ese que, por cierto, es más habitual cuando la oxitocina corre a raudales por nuestras venas.

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