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Sara Martí: "Educar es entender cómo percibe el mundo un niño"

El pasado mes de septiembre, Sara Martí comenzó su andadura como maestra de infantil en la escuela rural de Valdeltormo del CRA Matarraña (Teruel). Una andadura que la joven docente afronta con algo de vértigo pero con verdadera ilusión.

Sara Martí con sus alumnos, en el aula de Valdeltormo (Teruel) del CRA Matarraña
Sara Martí con sus alumnos, en el aula de Valdeltormo (Teruel) del CRA Matarraña
Jorge Escudero

Aunque su formación le permitiría dedicarse a muchas cosas, Sara Martí (Fabara, 1992) ha decidido ser maestra y ha iniciado esta aventura con la voluntad de aprender permanentemente y con una sensibilidad especial hacia las personas que lo tienen más difícil.

¿Por qué quisiste ser maestra?

Me gusta ver a los niños crecer, participar en su juego, aprender de su forma de entender el mundo. Pensaba que el magisterio es una profesión en la que está todo por hacer y por aprender, y en la que yo nunca dejaría de ser alumna.

¿Qué era para ti la escuela cuando empezaste a estudiar?

Para mí, la escuela de Fabara era un lugar de encuentro que compartía con quienes convivía cada día (mis amigos, mis vecinos, mis primos...) en un ambiente conocido, familiar, que no provocaba miedos. La escuela era una casa que abría las puertas a todos y de la que, a menudo, salíamos para completar lo aprendido con experiencias en nuestras calles.

"En el periodo de 0 a 6 años se crean raíces que perdurarán para siempre"

¿Ha cambiado aquella visión?

Cambió mi idea de la escuela cuando realicé mis prácticas en un colegio de Huesca de tres vías en el que solo los alumnos de Educación Infantil triplicaban el número de niños que éramos en Fabara. Recuerdo aquella escuela como un espacio fragmentado y frío. Me llamaba la atención que los niños de 3 años aprendieran cómo eran las casas del mundo y, sin embargo, que de la escuela no conocieran nada más allá de su aula.

¿Por qué estudiaste Educación Infantil?

Porque confío firmemente en la educación y porque en el periodo 0-6 años se crean raíces que perdurarán para siempre. Es una etapa sin prejuicios, donde los alumnos demuestran deseo de aprender y de dar significado a todo lo que conocen. Me gusta escucharles. Tienen mucho que decir.

Y has completado tu formación…

Continué con el máster interuniversitario en estudios avanzados sobre el lenguaje, la comunicación y sus patologías. Para el desarrollo del trabajo de fin de máster mis directoras, Rosa Tabernero y Virginia Calvo, me facilitaron el acercamiento a una de las líneas de investigación del Grupo ELLIJ (Educación para la Lectura. Literatura Infantil y Juvenil y Construcción de identidades). Dediqué un curso a un estudio de caso exploratorio con un grupo de alumnos con Trastorno de Espectro Autista (TEA). Fue una tarea exigente que finalicé con muy buenos resultados, y que me motivó para profundizar en este ámbito. No descarto reanudarlo en forma de tesis en cuanto tenga estabilidad en el cuerpo de maestros. Después obtuve la titulación en lengua extranjera que me habilita para ejercer como maestra de inglés. Luego, a distancia, estudié el Grado en Educación Primaria. Y, por último, el mes pasado finalicé la mención en Audición y Lenguaje.

Estudiaste en Huesca… ¿qué esperabas encontrar en la facultad cuando iniciaste magisterio?

Me resulta complicado recordar cuáles eran mis expectativas antes de empezar. He aprendido tanto en estos años de formación… Supongo que como cualquier estudiante que elige una carrera como vía hacía una salida profesional, esperaba salir de la universidad con recursos suficientes para gestionar un aula.

¿Se cumplieron tus expectativas?

Obviamente, no. Éramos la primera promoción de Grado, reinaba una incertidumbre que se tradujo en continuos cambios a lo largo de los cuatro años. Sin embargo, en medio de ese desconcierto, adquirí conocimientos muy claros sobre el paradigma educativo a lo largo de la historia; sobre qué es un niño de 0 a 6 años y qué respuesta pedagógica merece; así como sobre la necesidad de seguir aprendiendo para dar respuesta a una sociedad en continuo cambio.

¿Qué es Huesca para ti?

Magia. Huesca ha sido mi casa durante siete años de los que guardo recuerdos imborrables. Huesca me ha visto crecer, me ha formado para ejercer la profesión más bonita que existe. Me ha regalado amistades imperecederas. Soy adicta a Huesca. Siento mucha paz cada vez que vuelvo. Sería maravilloso que mi destino definitivo estuviese cerca de allí.

"Al principio sentí vértigo, miedo e inseguridad, pero también mucha ilusión"

Trabajas en el aula con niños de varias edades…

Al principio sentí vértigo, miedo e inseguridad y también mucha ilusión y ganas de trabajar en mi clase. En mi clase hay 12 niños de Educación Infantil y de primero y segundo de primaria. Cualquier aula hubiese sido un reto para esta maestra que empieza, pero gestionar cinco niveles ha supuesto un gran desafío. Los niños han hecho mi adaptación muy grata.

En su clase hay 12 niños de Educación Infantil y de primero y segundo de primaria.
En su clase hay 12 niños de Educación Infantil y de primero y segundo de primaria.
Jorge Escudero

¿Cómo has organizado los espacios?

Los siete alumnos de infantil comparten una misma mesa de trabajo. Cuentan con mobiliario adaptado a su edad, rincones de juego, biblioteca y un espacio de asamblea como en cualquier otra escuela. Los cinco alumnos de primero y segundo de primaria también cuentan con un espacio de trabajo y hemos acondicionado un rincón de ‘mayores’ con juegos ajustados sus capacidades.

¿Y los tiempos?

El tiempo no es algo fragmentado por edades o por niveles. Tenemos una clase de todos, para todos. Cada mañana compartimos el momento de la asamblea. Me parece muy positivo que los alumnos de primaria sigan teniendo este espacio social de comunicación donde se les da voz.

¿Y además de la asamblea?

Procuro crear situaciones globalizadas en las que todos tengan cabida. El objetivo es que todos participemos en una tarea inicial, que luego se fragmenta y propone retos distintos para cada nivel. Al tratarse de un aula multinivel, los niños han aprendido a ser pacientes, entienden que cada etapa merece un tiempo distinto, se respetan, les gusta trabajar juntos y crean un clima de trabajo en el que no prima el desorden, sino la tranquilidad.

"Cualquier aula hubiese sido un reto, pero gestionar cinco niveles ha sido un gran desafío"

¿Te han ayudado en estos primeros meses tus compañeros más experimentados?

Sí. En primer lugar, Noelia Oliván, mi compañera en Valdeltormo. Además, tenemos reuniones periódicas de coordinación en el CRA por especialidades. Así se garantiza una coherencia entre niveles y una misma identidad de centro. Luego cada una adaptamos el planteamiento inicial a las características de cada aula.

¿Cuántos maestros trabajáis en el CRA y cuántos niños hay?

El CRA Matarraña está compuesto por nueve unidades repartidas entre los tres pueblos que lo conforman (Mazaleón, Calaceite y Valdeltormo). Somos quince maestros –nueve tutores y, el resto, especialistas itinerantes– que impartimos docencia a ciento doce escolares.

¿Cómo te llaman los niños?

La mayoría de las veces, Sara y alguno de ellos, profe. Lo que no he oído nunca es señorita o ‘seño’; y me alegro de que así sea porque, en definitiva, señoritas somos todas (además de las maestras), pero Sara solo soy yo.

¿Crees que es importante la teoría o que se aprende de la práctica?

La teoría es absolutamente necesaria. Educar es mucho más que compartir el camino. Es entender cómo percibe el mundo el niño al que le estás ayudando a entenderlo, es tener recursos para encauzar sus conflictos, sus miedos… Se necesita mucha formación previa para afrontar la infinidad de necesidades que puedes encontrar en la práctica.

Sara Martí sentada con sus alumnos, en el aula de Valdeltormo del CRA Matarraña (Teruel), a punto de comenzar la maravillosa aventura de leer
Sara Martí, sentada con sus alumnos, en el aula de Valdeltormo del CRA Matarraña (Teruel), a punto de comenzar la maravillosa aventura de leer
Jorge Escudero

MAESTRAS QUE EMPLIEZAN

Qué sentimiento prevalece en una maestra que empieza su ejercicio profesional, ¿la ilusión o el vértigo ante lo imprevisible? Es difícil saber la proporción exacta de estos dos componentes. Lo que es seguro es que las maestras que empiezan no piensan en las cuatro décadas de apasionante y agotador trabajo que tienen por delante. Y hacen bien. Cuarenta cursos en la escuela equivalen a coronar varios ochomiles o a disputar las principales maratones del planeta o a cruzar el Arco de Triunfo en los Campos Elíseos de París tras completar siete tours de Francia. Una maestra que empieza siente la inquietud de la incertidumbre –¿dónde me destinarán, qué cursos atenderé, cómo serán mis compañeros, me respaldarán las familias?– pero por encima de cualquier otra cosa tiene ganas de querer ser y deseos de hacer su trabajo cada día mejor.

Normalmente son jóvenes que no han salido nunca de la escuela. Ingresaron cuando tenían 3 o 4 años, no han dejado de frecuentar las aulas y un día, casi sin darse cuenta, se sorprenden al otro lado de los pupitres, ejerciendo este oficio humilde en el que todo es nuevo cada día y en el que hay que saber hacerse preguntas. Un oficio que exige tener los ojos muy abiertos y en el que tan importante es la teoría como la práctica. Un oficio en el que uno proyecta todo lo que es: el ciudadano, el amigo, el compañero, el padre, el vecino... Un oficio que se ejerce con el bagaje de lecturas, viajes, reflexiones, preocupaciones, experiencias, con los momentos de felicidad y de tristeza.

Las maestras se la juegan en las distancias cortas. Viven perpetuamente en la cuerda floja y cada día hacen varios triples saltos mortales que a cualquiera le cortarían la respiración. Frecuentemente me pregunto qué clase de profesionales se necesitan hoy en las escuelas y siempre concluyo que necesitamos maestras que quieran a sus alumnos, que crean en ellos, que les devuelvan la certeza de que son capaces y valiosos. Necesitamos maestras que den sentido a todo lo que ocurre en la vida de los escolares.

Víctor Juan. Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad de Zaragoza y director del Museo Pedagógico de Aragón.

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