De pueblo, paraje y finca

La marca estandarte de Bodegas Virgen de la Sierra se renueva por dentro y por fuera.

Imagen de una cosecha en el campo de Calatayud.
Imagen de una cosecha en el campo de Calatayud.
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Elaborar vinos que muestren las particularidades del terruño y reflejen, sorbo a sorbo, la tipicidad de un producto que nace en la viña. Esta es la reconversión y la pretensión del enólogo Manuel Castro y del resto del equipo de Bodegas Virgen de la Sierra para con los rejuvenecidos Albada, una de las marcas emblemáticas de la D. O. Calatayud que, a su veinte años, se reinventa partiendo del origen.

Lo que se pretende, según el propio enólogo, es "adaptar nuestras elaboraciones a la completa selección de viñedo que realizamos desde hace cuatro años en la bodega. Probar estos nuevos vinos es transportarse al terreno del que proceden encontrando diversos perfiles de vino dentro del mismo término municipal. Frescos, más maduros con más o menos estructura... es recorrer el viñedo de un pueblo y comprobar todas las características de cada subzona".

Albada cuenta a partir de ahora con una imagen totalmente renovada y con unos vinos que, sobre todo, marcan su procedencia y dejan bien claro cuál es su lugar de origen. Además de macabeo, también hay garnacha e incluso monastrel. Hay jóvenes sin barrica y con crianzas más prolongadas. Y lo que está claro, y el mercado ya ha dado el beneplácito, es que cuando la personalidad impera, la globalización es un término que deja de existir.

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