Es como un mal sueño. Estás en la cama, tan a gusto, y de repente un calambrazo en la pierna te hace incoporarte. El gemelo está tenso, agarrotado, y cualquier movimiento provoca un dolor tremendo.

Para solucionarlo, nada como intentar estirar el músculo con cuidado. Si lo hacemos, el dolor desaparecerá enseguida. Hay quien también agradece un baño de agua tibia o una bolsa de hielo en la zona dolorida.

El calambre se produce cuando hay una contracción involuntaria de un músculo, que además no vuelve de forma inmediata a su posición original. No son exclusivos de las piernas, pueden producirse en cualquier parte del cuerpo, pero son comunes en los gemelos porque estos son unos de los músculos a los que más hacemos trabajar al cabo del día.

Y este, el esfuerzo excesivo, es una de las razones de esta desagradable molestia, que es muy frecuente entre quienes hacen mucho ejercicio físico.

Pero no solo los deportistas pueden ser víctimas de un calambre. Podemos sufrirlo tras pasar mucho tiempo de pie o sentados, con las piernas en la misma posición.

También pueden ser síntoma de que nuestro organismo anda escaso de calcio, potasio, magnesio y otros minerales.

Cuando estamos deshidratados hay más posbilidades de sufrirlos, lo mismo que cuando consumimos algunos medicamentos.

Solo en unos pocos casos los calambres pueden ser síntomas de una enfermedad.

En cualquier caso, si se repiten con mucha frecuencia, conviene consultar al médico para descartar cualquier problema. Por lo demás, una dieta rica y variada y una correcta hidratación ayudarán a evitarlos.

Y para los más deportistas: estiramientos antes y después del ejercicio. Nuestros músculos lo agradecerán y no nos darán sustos de madrugada.