Un robot trepa por la fachada
La Comisión Europea urge a intensificar la rehabilitación de edificios, entre otros motivos, para alcanzar en 2050 los objetivos europeos sobre emisiones de gases de efecto invernadero. El proyecto Robim diseña un robot de inspección de fachadas y cubiertas de edificios que mejorará los procesos de identificación, evaluación y diagnóstico precoz de problemas.
¿Es un hombre, una araña, un superhéroe de cómic? No, es un robot de inspección que se mueve ágilmente por la fachada de los edificios comprobando que materiales y estructuras están en orden o precisan rehabilitación.
Este futuro robot saldrá del proyecto Robim, en el que participa Itainnova con un papel protagonista entre los socios, ya que asume la coordinación y dirección técnica del diseño y desarrollo del robot.
El proyecto persigue, explica David Díez desde el Instituto Tecnológico de Aragón, «a través del desarrollo de sistemas robotizados, la obtención de información fiel y suficientemente detallada del estado de conservación y composición de los cerramientos de los edificios de la forma menos molesta posible para viandantes y residentes».
«La envolvente de los edificios, sus fachadas y cubiertas detalla, son elementos vulnerables, castigados y difíciles de conservar en buen estado, por su exposición continua a la intemperie y su difícil accesibilidad en muchos casos». En particular, la fachada, por su extensión, y en algunos casos por la complejidad de su diseño, «tiene una gran repercusión en el comportamiento energético del edificio».
Antes de operar
Antes de tomar la decisión de rehabilitar es preciso hacer un diagnóstico de las lesiones que padece el edificio. Pero inspeccionar fachadas no es sencillo: hay que lidiar con la poca accesibilidad, las grandes alturas, la falta de espacio para colocar un andamio o manipular una plataforma elevadora, el riesgo para el operario y viandantes...
Salvar estos obstáculos ha llevado a la decisión de desarrollar «un robot autónomo móvil capaz de acceder a cualquier superficie de la envolvente de un edificio, desplazarse por ella e inspeccionar su estado de conservación, todo ello venciendo la fuerza de la gravedad», destaca Díez. Todo un reto tecnológico, pues el robot deberá fijarse con total estabilidad a la fachada llueva o nieve y desplazarse salvando protuberancias o elementos corridos como cornisas, voladizos, ventanas corridas, etc., verdaderas barreras para cualquier robot.
La integración BIM permite «una relación recíproca, bidireccional y en tiempo real del robot con la información y el modelo 3D del edificio». De este modo, el sistema robótico «puede beber del BIM para geoposicionarse y trasladarse en la envolvente del edificio y, al mismo tiempo, el propio robot va alimentando la base de datos de las lesiones que detecta en BIM a medida que realiza la inspección». Por esta razón, dos grandes procesos derivados de este proyecto podrán ser la automatización del levantamiento del modelo 3D del edificio en BIM y la relación bidireccional entre las bases de datos con modelos BIM y el robot.
Tras los pasos previos de conocer la configuración formal y geométrica de la fachada para referenciar gráfica y espacialmente los datos obtenidos, así como caracterizar el material del edificio con el objeto de seleccionar adecuadamente las técnicas o ensayos a realizar, «la inspección se centra en recoger la información más valiosa: las lesiones y sus causas». De ellas dependerá el enfoque de las tareas de rehabilitación o mantenimiento a desarrollar.
Pero, en términos generales, ¿qué lesiones puede presentar un edificio en sus constantes vitales? Puede tratarse de lesiones físicas, mecánicas o químicas. Las labores de mantenimiento deben ocuparse con frecuencia de humedades (lesiones físicas), grietas (mecánicas) y daños por oxidación y corrosión (químicas)
Las principales lesiones que sufren los edificios antiguos afectan al nivel de aislamiento e impermeabilización del inmueble. Atributos «directamente relacionados con el estado de los cerramientos y que pueden poner en riesgo la estabilidad de la fachada o su efectividad, afectando directamente a su conservación y a la eficiencia energética del edificio», advierte Díez.