Sociedad

¿Por qué evitamos la frustración de nuestros hijos?

Muchos padres tienden a la sobreprotección y a la permisividad para evitar el dolor y la frustración a sus hijos, pensando que así serán más felices. Pero se equivocan.

Si cedemos ante una rabieta, aprenderán que esa es la forma más efectiva de resolver los problemas y conseguir lo que quieren.
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Clara Aladrén Bueno, psicóloga educativa y secretaria de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, define la frustración como “ese el sentimiento que surge cuando no logramos lo que queremos; esa reacción de rabia, enfado, ansiedad, depresión, angustia…”. Por eso, añade la psicóloga, aprender a tolerar la frustración es una herramienta clave para enfrentemos con éxito a la vida; y es muy importante, a la hora de educar a los hijos, tener muy claro que, cuanto antes lo aprendan, será mucho mejor para ellos. “Muchos padres -continúa- tienden a la sobreprotección y a la permisividad para evitar el dolor y la frustración a sus hijos. Ceden ante cualquier exigencia del niño, de modo que este siempre consigue lo que quiere y nunca se enfrenta a situaciones problemáticas, pensando que así sus hijos serán más felices, pero se equivocan”. Evidentemente, los padres que actúan así, no se dan cuenta de que, en lugar de ayudarles, frenan un aprendizaje básico para el desarrollo del adulto sano”. Aladrén explica que si siempre damos a los niños todo lo que piden, “no aprenderán a tolerar la frustración y a hacer frente a las situaciones desfavorables, que surgen en el día a día”. Así, pues, debemos ser conscientes de que los fracasos y las frustraciones son algo normal y necesario en la vida de las personas y por lo tanto también en la de nuestros hijos. ¿Qué podemos hacer? Clara Aladrén responde:

Enseñarles a esperar y a tener paciencia. Los niños tienen que aprender que no son el centro del universo. Debemos intentar no darles rápidamente lo que desean ni acudir al instante a resolverles un problema, siempre que no sea grave o urgente, claro. Lo adecuado es explicarles que les hemos escuchado pero que estamos ocupados y que iremos dentro de un momento. El tiempo de espera irá aumentando progresivamente. Utilizaremos ejemplos concretos para marcar plazos. Si el niño quiere jugar y le mandamos esperar no tendrá referencias, mientras que si le decimos: “Cuando terminemos de recoger... jugaremos”. “Después de hacer una llamada de teléfono... jugaré contigo”, se las estaremos dando. No ceder ante las rabietas. Las situaciones frustrantes generan rabietas en los niños. Si cedemos ante ellas, aprenderán que esa es la forma más efectiva de resolver los problemas y conseguir lo que quieren. Estaremos reforzando su rabia y la utilizaran en posteriores ocasiones. Actitud positiva. Los padres tenemos que ser ejemplo a la hora de enfrentarnos a las situaciones problemáticas que nos surgen. Dejar que ellos hagan las cosas. Para aprender a enfrentarse al fracaso tenemos que dejarle que alcance sus metas por sí mismo. De esta manera, le estamos dando opción a que se equivoque y aprenda de sus errores, además de enseñarle que el esfuerzo es la mejor vía para resolver algunos de sus fracasos. Y si se siente frustrado al realizar alguna tarea podemos decirle: "¿Qué podrías hacer en lugar de enfadarte o dejar lo que estás haciendo?". Transformar la frustración en aprendizaje. Todo fracaso conlleva algo positivo que aprender. Las situaciones problemáticas son oportunidades para que el niño aprenda cosas nuevas y las interiorice. Así, si el problema se repite, lo podrá afrontar por sí mismo. Dialogar y razonar sobre sus errores. Debemos explicarle que las cosas no han salido bien, para que entienda lo que ha pasado. Enseñarle a identificar el sentimiento de frustración cuando aparezca. De esa manera, se sentirá tranquilo y ganará en confianza. Reforzar sus respuestas adecuadas. Es importantísimo elogiarlo cuando retarde su respuesta habitual de enfado o ira ante la frustración y cuando utilice una estrategia adecuada. Enseñarle técnicas de relajación. Así podrá enfrentarse a las emociones desadaptativas que provocan la frustración.