Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Breve historia del creacionismo (para sobrellevar la era Trump)

El vicepresidente de Donald Trump, Mike Pence, se ha pronunciado en contra de la teoría de la Evolución de Darwin. Repasamos brevemente la historia del creacionismo y su influencia en la política americana.

El presidente estadounidense, Donald Trump (izquierda), habla junto a su vicepresidente, Mike Pence (centro), y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly
El presidente estadounidense, Donald Trump (izquierda), habla junto a su vicepresidente, Mike Pence (centro), y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly
Efe

Donald Trump ha entrado en la Casa Blanca como un torbellino, acarreando un equipaje repleto de polémicas procedentes de su pasado como empresario mediático, de declaraciones reprobables realizadas en los meses de campaña electoral y de propuestas políticas desalentadoras, orientadas a desmantelar los tímidos avances sociales de la era Obama.


En su andadura política como comandante en jefe, Trump estará acompañado por el vicepresidente Mike Pence. Antiguo congresista y exgobernador de Indiana, Pence es un conservador recalcitrante, del ala más dura del partido republicano identificada con el movimiento del Tea Party. Su ideología retrógrada está detrás de polémicas leyes aprobadas en Indiana sobre el aborto o que discriminan a las personas LGBT y en su negación del cambio climático. En 2002, cuando hacía poco que era congresista, pronunció un encendido discurso en la Cámara de Representantes en contra de la teoría de la Evolución, formulada a mediados del siglo XIX por Charles Darwin. En él, Pence utilizó la figura retórica común de los negacionistas de la evolución: confundir la definición científica de la palabra 'teoría' con su uso común, para considerar que esta es 'solo una teoría' y que debe presentarse como tal en las escuelas, al mismo nivel que explicaciones sobre un supuesto “diseño inteligente” (una burda pseudociencia que no es más que la versión actualizada, por no decir tuneada, de las ideas creacionistas de toda la vida).


Desafortunadamente para los americanos, Pence no es la primera figura pública que sostiene abiertamente este tipo de ideas. Ahora que empieza la era Trump-Pence, y para sobrellevarla mejor informados, hemos pensado que sería apropiado repasar brevemente la historia del creacionismo y su influencia en la política americana.


El creacionismo, la creencia religiosa en que el Universo y la vida se originaron por obra y gracia de un creador divino, tiene su origen en las corrientes religiosas que en los siglos XVIII y XIX, en Inglaterra y en América, abogaban por una interpretación literal de la Biblia. En Estados Unidos, especialmente después de la Guerra Civil, la interpretación literal de la Biblia arraigó en las sectas evangélicas del Sur y se convirtió en una parte consustancial y definitoria de la cultura de estos estados, en oposición a las ideas de los líderes políticos del Norte.


En los años veinte del siglo pasado, los fundamentalistas religiosos impusieron el mito bíblico de la creación y consiguieron que en los estados de Tennessee, Misisipi y Arkansas, la enseñanza de la evolución fuese considerada un delito. Oklahoma prohibió los libros de texto donde se mencionaba el darwinismo y en Florida se consideró subversiva su enseñanza.


En 1925, John Scopes, profesor de biología, fue arrestado en Dayton, Tennessee por enseñar la evolución. El famoso juicio de Scopes, que inspiró la obra de teatro 'Inherit the Wind' y la película del mismo nombre de Stanley Kramer (en España, 'La herencia del viento'), llevó a la primera plana de los principales periódicos americanos la controversia entre evolucionistas y creacionistas. Scopes fue condenado a pagar una multa de 100 dólares, pero finalmente el veredicto fue anulado por un tecnicismo. En Tennessee la ley antievolución perduró cuarenta años. Después del juicio, el movimiento creacionista creció e intentó que se aprobasen leyes similares en distintos estados, tanto del Sur como del Norte. Solo lo consiguieron en los estados de Misisipi y de Arkansas. Aún así, a lo largo de las siguientes décadas, los fundamentalistas religiosos intentaron reiteradamente prohibir la evolución como materia de estudio en las escuelas públicas o, en su defecto, relegarla a la categoría de “hipótesis no probada” para que se enseñara al mismo nivel que el relato bíblico de la creación. A finales los cincuenta, en plena Guerra Fría, el éxito de las misiones espaciales Sputnik rusas aceleró la creación de la NASA y estimuló la inversión del Gobierno federal de los Estados Unidos en investigación y en educación científica.


A lo largo del siglo XX, paradójicamente, el creacionismo ha ido 'evolucionando' mediante un proceso de selección natural, mudando de piel para adaptarse a los nuevos tiempos. En los años sesenta mutó con la publicación, en 1961, del libro 'Genesis Flood', de John C. Whitcomb, estudioso de la Biblia, y Henry M. Morris, ingeniero hidráulico, en el que pretendían argumentar que la ciencia moderna era compatible con el Génesis. Whitcomb y Morris introdujeron o dieron una nueva vida a una serie de argumentos que han terminado por formar parte del arsenal de los creacionistas contra la evolución: que la evolución es “solo una teoría” y no una realidad (¿os acordáis de Mike Pence?), que la selección natural es falsa, que si las mutaciones se producen aleatoriamente cómo puede ser que la evolución produzca algo que funcione tan bien y de forma tan eficiente como un organismo, que el registro fósil es discontinuo, etc. En los setenta, Morris fundó el Institute for Creation Science, que promovió la entrada en las aulas de esta nueva estirpe de creacionismo. En Arkansas y en Louisiana se aprobaron leyes obligando a la enseñanza de la 'ciencia creacionista' junto con la evolución en las escuelas públicas. Los jueces federales suspendieron la ley de Arkansas en 1982, indicando que “la ciencia creacionista” no era ciencia, sino religión. Y la Corte Suprema declaró inconstitucional en 1987 la de Louisiana.


En los años noventa, el creacionismo se dividió entre aquellos que abogaban por una interpretación más literal de la Biblia y los que usaban una argumentación más sofisticada y aparentemente conciliadora con la ciencia. Entre estos últimos nació lo que se conoce como 'diseño inteligente', una pseudociencia que esgrime que “ciertas características del Universo y de los seres vivos se explican mejor por una causa inteligente, no por un proceso no dirigido como la selección natural”. Esta corriente está financiada por el Discovery Institute, organización cristiana conservadora que tiene una agenda social, política y académica para, según ellos, “derrotar al materialismo científico representado por la evolución”. Desde el punto de vista científico han fracasado estrepitosamente: ninguno de sus argumentos teóricos ha superado la prueba del algodón del método científico, ni han formado parte de publicaciones científicas de referencia. Aún así, en la esfera social y política lo han seguido intentado. En 2005 un juez de Pennsylvania prohibió que el diseño inteligente se enseñara en las clases de ciencia de una escuela pública de Dover, en el condado de York. De hecho han infiltrado muchos de sus proponentes en el ala más reaccionaria del Partido Republicano, hasta conseguir colocar uno de ellos en la vicepresidencia del país.


La retórica de Trump asusta y, en los próximos meses, veremos si los hechos confirman nuestros peores augurios. Detrás de Trump, y a juzgar por sus trayectorias, los que le siguen son aún peor. El sistema científico y educativo americano tendrá que estar atento.

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